La violencia no es machista.
Ni es alta ni baja, ni es roja ni verde, ni es racista ni comunista, ni
fascista; ni siquiera es del Manchester ni del Atlético de Madrid. La violencia
es violencia, y los únicos calificativos que merece son los que aluden a su
naturaleza, no a las intenciones de quien la ejecuta.
A la violencia se le puede calificar de deplorable, innecesaria, abusiva, aberrante o intolerable. Incluso se le puede calificar de legítima: si un policía pega un tiro a un sujeto que está a punto de detonar un explosivo en un estadio de fútbol o de meterse con un camión en la verbena de un pueblo, esa violencia es legítima. Y lo será siempre que el mal que provoca sea inferior al mal que evita.
Sin embargo, nos hemos
acostumbrado a oír y repetir lo de la “violencia machista”, cuando un hombre
mata a una mujer con quien tiene, ha tenido o desea tener, una relación
sentimental o sexual. De hecho, hay muchos asesinos de sus mujeres que, ni son
ni han sido nunca machistas. Porque machista, amigo mío, es un estado de
opinión tan respetable como cualquier otro, aunque se salga de las directrices
del Pensamiento Único Obligatorio. De hecho, es un calificativo peyorativo del
que, si sabes lo que te vale, debes huir como de la peste. Si alguien cree que
el papel de la mujer es atender su casa y administrar el dinero que le trae su
marido, es asunto suyo. Y si encuentra a una mujer que comparta su opinión, a
quien Dios se la dé, San Pedro se la bendiga. Nada que objetar. No lo comparto,
pero lo respeto. Siempre que no haya violencia, claro.
- ¿Entonces a usted le parece bien que se mate
a las mujeres?
- No, no solamente no me parece bien que se
mate a las mujeres sino que, al contrario que a usted, todos los asesinatos me
parecen igual de despreciables. Y todos los asesinos me parecen igual de asesinos,
hayan matado a quien hayan matado. Porque un asesinato es un asesinato,
independiente de quien lo haya cometido y sobre quien lo haya cometido. Un
asesinato no es más racista si lo ha cometido un blanco sobre un negro que si
lo ha cometido un negro sobre un blanco; ni es más despreciable si la víctima
es tu mujer, tu suegra, tu hijo, tu padre o tu marido.
Me parece tan mal el
asesinato de una mujer por su marido, como el de un marido por su mujer; el de
un hijo por su madre o el de un pobre anciano, a quien su hija le va cambiando
la dosis de las pastillitas, hasta que le provoca un colapso irreversible. Por
su bien, claro. Y sobre todo ¿Qué calificativo merece el asesinato en esos
casos? ¿Violencia feminista, violencia maternal, violencia filial…? ¿Y por qué
no se habla de eso?
No, señor. No todo vale con
el fin de imponer el Pensamiento Único Obligatorio. No vale exonerar de
responsabilidad a aquellos que matan por dinero, por envidia o por venganza; a
los que violan a hombres o a niños; ni a las que acosan, maltratan y asesinan a
sus maridos, amantes o hijos. Y todo ello, solo con el fin de crear un
sentimiento de culpa generalizado.
A mí no me la clavan, lo
siento.