Antes de que me cuelguen del
palo mayor, me pongan en la picota o me avergüencen en la plaza pública los eternos
defensores de las tradiciones de nuestro
pueblo, sea el que sea nuestro pueblo,
quiero alegar algo en mi defensa. Y ese algo es que este cura ama como el que
más, no sólo las corridas de toros sino todo lo que tenga que ver con ese
soberbio animal. Que mil veces he ido solo a Las Ventas aún sin saber siquiera
el cartel de esa tarde. Que aunque a veces he ido a barrera e incluso una vez a
callejón, las más de las veces he ido a grada o a andanada y las menos a tendido.
Que una vez me gasté lo que no tenía por irme solo a Barcelona un fin de semana,
a ver torear a José Tomás en la Feria de La Merced. Que jamás he dado lecciones
de toreo, de ganaderías ni de tauromaquia en general porque me gusta más
escuchar que hablar, aprender que enseñar. Que tengo el pecho rajado de parte a
parte y vuelto a coser con veinticuatro puntos, por el pitón de un malhadado
toro que me enganchó en la plaza de toros de Cuéllar, después de una
apasionante carrera y por quitárselo de encima a un patoso que se creía que
estaba en una capea.
Tampoco tengo que agachar
las orejas ante ecologistas, defensores de los animales ni antitaurinos, que
nunca fui anti nada ni anti nadie. Ni mucho menos me proclamé
apóstol de ninguna causa, como si amar la paz, la naturaleza o al toro de lidia
fuese patrimonio exclusivo de los que se arrogan su defensa y los demás
fuésemos sus perseguidores. Respeto todas las opiniones, aunque no siempre los
opinantes me respeten a mí, ni mucho menos me merezcan todos el mismo respeto.
Y dicho esto, digo ¿De verdad
es necesario que cada pueblo y cada barrio y de España tengan que tener su
propio encierro de toros? ¿Alguien ha visto las salvajadas que, en nombre de no
se sabe qué inexistente tradición, se hacen año tras año a los toros en todos
estos lugares? Pocas veces he asistido a los encierros de La Granja, donde la “tradición”
se remonta a no más de veinte años, si llega. En todo caso, lo que he visto me ha bastado para no volver. Valsaín es otra cosa, lo sé pero
no lo conozco. Como son otra cosa Cuéllar, San Sebastián de los Reyes y tantos otros donde sí existe tradición y se respeta a los animales. El caso es que en la mayoría de los encierros que se celebran a lo largo y ancho de España, lo que muchas veces
sirve de diversión es un sufrimiento innecesario para el animal. Pues
sufrimiento innecesario es sacar a un toro por la noche, correrlo varias veces
de ida y vuelta y jalearlo, citarlo desde la talanquera y hacerle girar sobre
sí mismo sin principio ni fin. Y todo esto durante más de media hora.
Ya ni siquiera los sanfermines pueden conservar el marchamo
de tradición arraigada, que no puede
ser tradición que todos los años tengamos que ver cómo cuatro niñatos de papá
anglosajones vienen aquí a hacerse los colegas, a jugar a ser Hemingway, el que
amaba comprendía a los salvajes españoles. Ni que cuatro borrachos se pongan
delante de un toro lanzado a la carrera, poniendo en peligro a los corredores, para poder poner la foto en su Féisbu. Ni que
un hombre tenga que venir a jugarse la vida delante de un toro en la plaza,
mientras en el tendido se canta se baila, se come y se bebe. Ya está bien.
Diviértase quien quiera
divertirse y como le dé la gana hacerlo. Pero por favor, que se respeten las
tradiciones y sobre todo a los toros. No es mucho pedir ¿verdad? Pues eso…
Gonzalo Rodríguez-Jurado
Saro
(*) Añado enlace al blog La Cuadrilla de José Luis Domingo en El Mundo, donde se dan datos bastante clarificadores sobre los últimos encierros. http://www.elmundo.es/blogs/elmundo/lacuadrilla/2013/10/04/el-traje-nuevo-del-emperador-pamplonica.html
(*) Añado enlace al blog La Cuadrilla de José Luis Domingo en El Mundo, donde se dan datos bastante clarificadores sobre los últimos encierros. http://www.elmundo.es/blogs/elmundo/lacuadrilla/2013/10/04/el-traje-nuevo-del-emperador-pamplonica.html