martes, 9 de diciembre de 2025

Bien dicho, Charo

 

Parece que andan muy inquietos los que se consideran a sí mismos creadores de opinión, de modas y de vocabulario. En concreto, la aparición de un nuevo vocablo,  de una denominación genérica, parece que se les ha ido de las manos porque no la han “inventado” ellos. Ellas, concretamente. Más aún cuando ese adjetivo sirve para calificarlas a ellas. Me refiero a la tan traída y llevada denominación de Charo. Hasta una ministra del Gobierno, titular de uno de esos ministerios con un nombre larguísimo y que no se sabe para lo que sirven, ha salido a proclamar el anatema contra la palabra Charo. Es de esperar que en pocos días se cree una comisión al efecto, se apremie la creación de un observatorio… y se coloque para ello a doscientas amigas con bandera, banda y sueldo fijo. Todo ello porque se considera que el apelativo se refiere a las ministras socialistas.

Pues tengo una mala noticia, Excelencia: el apelativo Charo, no es un invento español, no se refiere solo a las ministras socialistas y ni siquiera es un invento reciente. Resulta que ya hace dos años como poco, en Estados unidos -en sus odiados Estados Unidos- ya se utilizaba su equivalente Karen, para designar a un tipo muy específico de mujer. Sería la típica sesentona y sesentera, que desde su juventud se ha dedicado a dar el coñazo a todo el mundo con sus reivindicaciones de derechos, sus exigencias de una Ley especial para ella y su tendencia a juzgar a todo el mundo según sus normas. Una mujer que al cabo del tiempo está sola, bien porque se ha quedado soltera o bien porque ya ni su marido ni sus hijos la aguantan. Y una mujer, eso sí, que en el noventa por ciento de los casos es votante y militante del Partido Demócrata. Women Lib, se hacían llamar entonces, por Women’s Libertion Movement (Movimiento de Liberación de la Mujer), y el ejemplo más cargante e insoportable fue la presunta actriz Jane Fonda. Una que creo que hizo dos o tres películas por ser hija de Henry Fonda.

Pues por lo que sea, alguien se ha traído el invento a España -y supongo que al resto del mundo también- y lo ha castellanizado como Charo. Y ustedes, cómo no, han entrado en pánico. ¿Qué indecencia es esa de calificar a alguien por su edad, su vida privada o su libérrima opinión política? Pues en principio, el razonamiento parece impecable. No sé si tanto como para gastar un solo euro del dinero que nos sacan de los bolsillos, cada vez con más frecuencia y más descaro, pero sí por lo menos para criticarlo. ¡Uy no, perdón! Que el dinero de los impuestos se cobra solamente para hacer hospitales y carreteras, pero este es otro asunto… Parece razonable, digo, porque efectivamente calificar a alguien por su condición social o política es, cuando menos, algo deleznable. Hasta ahí, de acuerdo. Pero dígame ¿cuánto se escandalizó Su Excelencia; cuántas comisiones creó y cuántos observatorios se crearon en su ministerio cuando se generalizó hace unos años el término Cayetano para designar a un tipo de chico concreto, joven y votante del PP o de Vox? ¿Puede Su Excelencia empeñar su palabra de que no ha utilizado nunca el término Cayetano en su tono más despectivo? Pues si Su excelencia no puede, pregúnteselo a su corte de periodistas, subsecretarias, directoras generales, actrices de segunda y tercera fila, cabecillas de movimientos feministas y militantes incondicionales. De sus compañeros no le digo nada porque ya tienen bastante con lo suyo, y creo que no debe ser nada tranquilizador arrimarse a muchos de ellos. Pero, en fin, lo dicho, si no se escandalizaron entonces, procuren estar calladitas ahora. Y más aún si para eso tienen que utilizar mi dinero.

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