Si hay un paseo -me niego a
llamarle senderismo- que podamos catalogar de obligado desde La Granja, esa es
la bajada desde el puerto de Navacerrada, a través del Camino Schmid y el
puerto de La Fuenfría hasta Valsaín. Ahora entraremos en los detalles, pero
antes decir que “descubrí” esta ruta va a hacer dos años, en verano y por
indicación de Luis Lucio y algunos más que la habían hecho el día anterior.
Aconseja la prudencia
comenzar la jornada lo antes posible, por lo que el autobús Linecar que pasa a
las 8:30 por La Granja es una buena opción para estar a las 8:45 en la Venta
Arias. Eso, si no se quiere tener que volver a subir a por el coche después; o
no se convence al consorte de que madrugue para hacer de chófer, como prueba de
amor. Desde allí se sube en dos minutos a la pista llamada El Escaparate, de
cuyo pie sale el Camino Schmid. Este discurre entre pinos, a poco más de media
ladera y un poco por debajo de la cuerda de la sierra. Con una peculiaridad: a
lo largo de todo el camino y cada cincuenta o cien metros, han colocado grupos
de dos o tres rocas intercaladas entre sí, de manera que haya que atravesarlas
en zigzag. Lisa y llanamente, un dispositivo anti ciclistas. No diré que me
alegro, pero se agradece mucho lo de poder pasear por el campo sin encontrarte
al primo gay de Robocop, lanzado en loca carrera contra tu persona. O sin tener
que mirar simultáneamente hacia delante y hacia atrás para no ser atropellado.
Aproximadamente en hora y
media o dos horas estaremos en el puerto de La Fuenfría y ya en un camino liso
y ancho. Bueno, al menos en su día fue liso, que de eso hace dos siglos y las
piedras se clavan en las plantas, atraviesan la suela y llegan hasta el mismo
hígado. Y a pesar de eso, el camino es un auténtico espectáculo: un descenso
suave y cómodo entre pinos. Eso sí, ahora ya con ciclistas. No en vano ese ha
sido siempre el paso natural entre las dos mesetas, hasta que Carlos III encargó a Villanueva el diseño del paso por el puerto de Navacerrada, mucho más
inclinado y con sus “comodísimas” siete revueltas. Alguna ventaja tendrá, que
hace mucho que yo no discuto con los ingenieros. Existen al borde del camino
las ruinas de una vieja casa en la que se dice que reposaban los reyes, desde
Felipe II a los Borbones, en sus desplazamientos venatorios, primero a Valsaín
y posteriormente a La Granja. Para saber más sobre estas ruinas recomiendo el
artículo, muy bien documentado, de Pedro
de La Peña en http://www.devalsain.com/html/casaras.html
. Por cierto, tengo que investigar esta página, que tiene muy buena pinta. Si
alguien la conoce, se agradecen comentarios.
Seguimos descendiendo y, una
vez atravesados varios claros, nos cruzamos con el camino de Santiago que
tomamos hacia la derecha, en dirección Segovia con un leve ascenso y una bajada
larga también entre pinos, cómo no. Desde ahí, una pista asfaltada nos baja
hasta Valsaín. Pero antes de la bajada definitiva, al pie del cerro de
Matabueyes, podremos contemplar el sobrecogedor espectáculo de las trincheras
de la Guerra Civil. Como dije en otro artículo, en la revista del Tiro InfoClub
nº 11 del año pasado, este fue uno de
los dos puntos defensivos que se establecieron para detener el avance de las
tropas republicanas desde Madrid a Segovia en 1937. En los cerros de
Matabueyes y del Puerco, a ambos lados
del pueblo, se repartió estopa de la de verdad. Pero esta es otra historia.
Lo que interesa ahora es
cómo concluir nuestro paseo y yo para eso aconsejo el bar La Pradera. Siempre
que al paseante le guste tomar la mejor sopa castellana de Europa, claro. Si
no, cualquier bar, tasca o aguaducho sirve para despacharse una buena ración y
un galón de vino. La Paloma no es mala elección, por ejemplo. Y pilla justo de
paso.
Gonzalo Rodríguez-Jurado
Saro
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