Con más pena que gloria pasó
por su sede de La Granja, entre 2008 y 2011, la que pasa por ser una de las
mejores compañías de danza del mundo. Y no exagero un ápice, que en este país
de paletos, horteras y mediocres, impresiona mucho más saber que Goldie Hawn,
Meryl Streep, Dustin Hoffman, Michele Obama, Aretha Franklin o Jack Nicholson se declaran rendidos
admiradores de Ángel Corella, que saber que ha arrasado en Nueva York, Londres
o San Petersburgo. Claro, que esto tampoco es de extrañar si tenemos en cuenta que
hay quien pone cara a todos esos nombres, pero no sitúa en el mapa ninguna de
esas tres ciudades. Y por supuesto, si nos ponen la sede en la rotonda de
Quitapesares, deja de ser algo lejano e inalcanzable. Y deja de interesarnos, naturalmente.
Durante
esos años, el Ballet de Ángel Corella emprendió sus giras alrededor del mundo
con el nombre del Ballet de Castilla y León, lo que quiere decir que convirtió
a Castilla y León en la única comunidad autónoma (¿para cuándo la revisión de
esa extraña entidad que no es estado ni región?) con un ballet propio. O por lo
menos con un ballet propio de talla internacional, que no es poco. Supongo que
serían los primeros zarpazos de la crisis los que dieron al traste con el
proyecto, aunque tengo entendido que las formas, cómo no, fueron de dudoso buen
gusto. No sé si las mismas restricciones habrán tenido lugar para los virtuosos
de la ocarina en la comunidad pichincha del Popocatepetl; o para los criadores
de ladillas autóctonas en el delta del Okavango, que aquí subvencionamos cosas
sorprendentes. E inaplazables, desde luego. ¿Cuándo entenderán algunos
políticos que es mucho más rentable una buena política cultural que todas las
subvenciones del mundo? ¿Para cuándo una ley de mecenazgo seria y la disolución
del Ministerio, de todas las consejerías y de todas las concejalías de Cultura?
El
caso es que no sé si con exceso de buena fe o de inocencia, Corella marchó a
Barcelona con el fin de ofrecer sus servicios a la Generalidad de Cataluña.
Nada menos. Al parecer, a día de hoy siguen dándole largas y no está nada claro
que vaya a poder instalarse con su compañía en el Liceo ni en ninguna otra sede
catalana. Eso es lo que tiene no solo fiarse, sino hacer depender tu trabajo,
tu arte y tu vocación de los políticos. Y no seré yo quien critique a “los políticos”
en general y como raza aparte del resto del mundo, que de todo hay en la
política, como en cualquier otra actividad humana. Doy fe. Sin embargo, cuando
oigo hablar de “esfuerzo que pone nuestra comunidad a nivel de…”; de “marco
incomparable”; y sobre todo de “acercar la cultura al pueblo”, lo primero que
hago es echarme a temblar y a continuación tentarme la cartera para ver si
sigue en su sitio. ¿Qué narices acercar la cultura al pueblo? Es el pueblo el
que ha de acercarse a la cultura, si lo estima oportuno. Y si no que consuma pan y circo y que no moleste. Pero desde
luego, dar categoría de cultura a toda payasada pseudo lúdica -todo tiene que
ser lúdico- que se le ocurra al
cuñado tarambana de cualquier concejal, consejero o ministro, es perder el
tiempo, el dinero… y la vergüenza.
Al
final Corella tendrá que irse, si no se ha ido ya, que no lo sé. Como se fueron
Picasso, Machado o Goya y por motivos
tan diversos, que al final son siempre el mismo: aquí nos conformamos diciendo
que “nadie es profeta en su tierra”… y después pedimos otra de jamón. Pero es
que no es verdad: nadie es profeta en su tierra si su tierra es España, la Patria
de Caín y la nación más antigua y con más guerras civiles en su Historia. Yo conozco
países dónde están orgullosos de sus pintores, sus escultores, sus arquitectos,
sus músicos, sus bailarines, sus filósofos y sus políticos… y lo que me dan es
envidia.
Mucha
suerte, maestro. Y recuerde siempre que aqui sí había quien apreciaba lo que
tenía.
Gonzalo
Rodríguez-Jurado Saro
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