Dicen los que entienden de
esto, que graffities ha habido toda
la vida. Aunque toda la vida se han
llamado pintadas, añado yo. Y es cierto, que yo los he visto, entre otras, en una exposición sobre Pompeya que hubo hace
años en el Museo de la Ciudad, en Madrid. También en la actual del Canal de
Isabel II, pero esta es mucho más técnica y orientada a los que hemos estudiado
Arqueología. Y por tanto mucho más pesada, que no se crea nadie que la
Arqueología es lo de Indiana Jones. El caso es que gracias a ellos se puede
obtener información, tanto de usos y costumbres como de ortografía de épocas
pasadas. Parece mentira, pero por las faltas de ortografía podemos saber, por
ejemplo, como se pronuncia una palabra en otro idioma, como se pronunciaba
antiguamente, etc.
Sin embargo no seré yo quien
defienda la barbaridad de pintar las paredes, que aparte de un delito de lesa
cultura, lo considero una guarrada sin paliativos y un atentado a la
convivencia. Más aún, en el caso que nos ocupa se trataría sencillamente de la
destrucción sistemática, no ya de nuestro patrimonio cultural sino además de
una importantísima fuente de información científica. En concreto de los
petroglifos de época paleolítica que todavía sobreviven en el cerro de San
Isidro, en el municipio de Domingo García, entre Santa María la Real de Nieva y
Bernardos. Para los que no anden muy al día en Arqueología, los petroglifos son
grabados a buril sobre la roca. En el caso que nos ocupa, de figuras zoomorfas
y algunas antropomorfas. Y para los que no anden muy al día en Geografía, Santa
María la Real de Nieva, Domingo García y Bernardos son tres pueblos de la
provincia de Segovia. Y bien bonitos, por cierto.
Pues bien, el hecho es que
sobre los mencionados petroglifos de época paleolítica vinieron los pastores de
la Edad Media a añadir los suyos con motivos que a ellos atañían: animales,
personas, plantas, etc. lo que, posiblemente sin saberlo ellos y aún más, sin
interesarles en absoluto, supuso la pérdida parcial del yacimiento. Hasta aquí
lo que en arqueología se llaman estratos de un yacimiento. O no exactamente,
que en nuestro caso el “yacimiento” es solo una pared -varias, en realidad-,
por lo que no hay estratificación posible sino destrucción de lo que hay debajo.
Pero ahí no queda la cosa, con el siglo XX y en lo que va de siglo XXI, cayó
por el yacimiento del cerro San Isidro y por España en general, la peor plaga de
las posibles para nuestro patrimonio Histórico: el Homo Turisticus, bien en su versión Homo Turisticus Cultus u Homo Turisticus Bestia. Estos últimos,
demoledores. De ellos por ejemplo, han dejado su rastro en San Isidro para que
quede eternamente unido al arte rupestre, especímenes como LUISA RUJAS, a quien
Dios confunda, o como JOSEMARI, JMGS, FOX o TINAO…
Nada que añadir, excepto las
fotos… ( "Pinchando" sobre ellas se amplían, creo)
El intrépido "arqueólogo" Gonzalo Burriana Jones
Distintas aportaciones de los vistantes
La firma de valor incalculable de Luisita Rujas
Petroglifos de Domingo García
Vista desde el Cerro de San isidro
Gonzalo Rodríguez-Jurado Saro
¡Qué buena nota Gonzalo! Se me ocurre pensar que las huellas del “Homo Turisticus” y las de nuestros pasados paleolíticos podrían muy bien ser expresiones de la misma compulsión de decir “¡yo estuve aquí!”
ResponderEliminarPor cierto que el grafiti ha sido combatido por las mismas razones que tu expones, desbordando nuestra concepción tradicional de lo artístico, pero es un arte en el sentido que expresa los sentimientos íntimos de su creador, tan elocuentemente en su crudeza como las obras mas refinadas de cualquier galería.
No quiero decir que cualquier garabato sobre una pared es arte, sino que no nos detenemos a pensar si esa imagen esta allí por alguna otra razón que no es puro vandalismo. De hecho el grafiti es hoy reconocido como arte y lo vemos instalado en las mayores galerías.
Al inaugurar la muestra "Recognize! Hip Hop and Contemporary Portraiture," en el Smithsonian, el “curador” de la exhibición declaró “No estamos glorificando una actividad ilegal, sino reconociendo el impacto que esta tradición callejera ha tenido sobre el arte contemporáneo”.