Esa
es la pregunta que, bien en tertulias y charlas o bien en particular, nos
hacemos todos cuando vemos cómo los países anglosajones y del norte de Europa
van dejando atrás la crisis. La misma crisis en la que hemos entrado todos a la
vez, pero de la que nosotros parece que no vamos a salir nunca.
Independientemente de las explicaciones basadas en teorías conspiratorias o
victimistas, según las cuales unos malvados países ricos han envuelto unos
activos tóxicos en un papel de celofán y nos lo han endosado a nosotros; o de que
se trata de arruinar a todo el mundo para poder dominarlo; o de barbaridades
parecidas, mi teoría es que lo que ha diferenciado nuestra actuación frente a la crisis ha sido
nuestro carácter.
Yo
creo que la diferencia entre los anglosajones y los latinos -sean de la parte
del mundo que sean- tiene que ver más con su cultura que con la suerte. Y me
explico: el anglosajón tiene una base cultural y religiosa calvinista. Cada
hombre es dueño de su propio destino. El éxito o el fracaso dependen
exclusivamente del esfuerzo individual y el éxito social o económico se
consideran una virtud. Es ya casi un tópico la frase que muchas veces hemos
oído en las películas cuando a alguien le dicen que es rico: “soy un hombre
afortunado, tengo más dinero del que puedo gastar”. Sin ostentación pero sin rubor.
Esa mentalidad se refleja en las instituciones, en la forma de gestionarlas,
etc. Y sobre todo en la política. Aquí, en Europa del sur la gente considera
muy cómico que a un político americano le pueda costar la carrera que le
sorprendan con una amante. Nos reímos y les llamamos estrechos de mente,
reprimidos, etc. Lo que no sabe casi nadie es que a ese hombre no le ha costado
la carrera su inclinación sexual sino el simple hecho de que no es una persona
de fiar. Si un hombre no es capaz de decir la verdad ni a su propia mujer; si
esta no se puede fiar de él ¿cómo voy yo a dejarle que administre mi dinero?
En
los países de origen católico, por contra, se confía más en la Providencia. El
que está en el poder, lo está porque la vida es así y le ha tocado a él. Lo
único que se espera de él es que "se acuerde de los pobres", que el
dinero que maneja sirva para socorrerme a mí, que aunque no tengo dinero tengo
derecho a tener lo mismo que el que lo tiene. Se considera que el Estado debe
ser Social, es decir que se ocupe de quitar el dinero a quien lo tiene y
repartirlo entre quienes han tenido peor "suerte". No olvidemos que
por estos lugares, el dinero todavía se considera como algo en cierto modo feo, indigno. El que lo tiene, seguramente es porque lo ha robado...
Recientemente, en una conversación acerca de la corrupción escuché la siguiente
frase de uno que estaba "indignado" con ella: "Menos mal que yo
no estoy ahí porque si manejara ese dinero, supongo que haría lo mismo".
Ya se sabe: "El dinero público no es de nadie".
Gonzalo
Rodríguez-Jurado Saro
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