El día 26 de agosto hará
cinco años que escribí sobre este asunto, y aunque no me gusta ser cansino ni
repetitivo, creo que hace falta recordarlo, pues no parece que mi artículo convenciera
a nadie. Vamos a ver si esta vez lo conseguimos: Las personas no tienen género, tienen sexo. Solamente existen
dos sexos, el masculino y el femenino, aunque de manera excepcional en la
Naturaleza pueden darse personas o animales, incluso especies, que posean
atributos de ambos sexos en proporciones distintas. Es lo que en el caso de los
seres humanos, toda la vida se han llamado hermafroditas y ahora parece que se
llaman intersexuales (La famosa “i” de LGTB“I”). En todo caso, personas tan
dignas y tan respetables como cualquier otra. Pero no por su condición sexual,
que lejos de ser “normal” es extraordinaria, un capricho de la naturaleza. Un capricho
tan respetable y tan extraordinario como quien nace sin un brazo, con la orejas
pegadas o con doce dedos. Pero un capricho. Empeñarse en que eso es normal, es
tontería; negarles su dignidad es una aberración. Así pues, sexos hay dos, y
excepcionalmente pueden aparecer mezclados en una sola persona. Nada más. Con todo,
lo que cada cual decida hacer con su sexo de manera individual, en pareja, en
trío o en grupo, entra en el ámbito de lo estrictamente personal y nadie tiene
nada que opinar al respecto. Siempre que el negocio sea entre adultos
responsables, claro. Pero nadie se empeñe en buscar más agua en el pozo, porque
no la hay.
¿Entonces qué es eso del
género? Pues el género señora mía, es un rasgo inherente a los sustantivos que
pueden ser masculinos y femeninos, pero además existen cuatro géneros más. Total
seis:
El masculino y el femenino como
acabamos de ver y que no hace falta explicar.
El neutro: según la RAE, “de género que no es ni masculino ni femenino. Los
sustantivos no pueden tener en español género neutro, a diferencia de lo que
sucede en otras lenguas, como el latín o el alemán. En español solo tienen
formas neutras los demostrativos (esto, eso, aquello), los
cuantificadores (tanto, cuanto, cuánto, mucho,
poco), el artículo
definido o determinado (lo) y los pronombres
personales de tercera persona (ello, lo).”
El común: es el que designa a
seres vivos que se nombran de igual manera en masculino y en femenino. Por
ejemplo: el pianista y la pianista; el policía y la policía; el profesional y
la profesional; o el presidente y la presidente. Sí, LA presidente, porque es
la que preside; como la recurrente no es recurrenta, ni la compareciente es comparecienta,
ni nadie es sorprendenta por muy mujer que sea…
El ambiguo: es el género de los
sujetos inanimados que, al igual que los animados del género común, admiten
artículos masculinos y femeninos indistintamente. Por ejemplo: el mar y la mar;
el maratón y la maratón; el puente y la puente…
El epiceno: se usa
específicamente para designar el género de las especies animales. Porque aunque
usted no lo crea, la hembra de un pelícano no es una pelícana; ni la de un
papagayo es una papagaya; ni la de un grillo es una grilla; ni el macho de
víbora es ningún víboro. Ni siquiera son una pelícano, una papagayo, una grillo
ni un víbora. Simplemente son hembra o macho de…
Yo lo siento por las hordas
de ayatolas de lo políticamente correcto, siempre dispuestas a lapidar a
alguien en la plaza pública, pero esto es así. Tengo serias dudas de que me
lean las periodistas ni los periodistos que a diario patean el Diccionario de
la RAE, en la radio y en la televisión. Ni siquiera las columnistas ni los
columnistos que tocan a rebato cuando alguien saca los pies del tiesto. Pero
qué le vamos a hacer, tocagüevos que es uno. Si fuera tocagüevas, sería otra
cosa…
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