A lo largo de esta semana nos
van a machacar, mucho más de lo habitual, con la cantinela del dogma feminista.
El domingo día ocho, muchas mujeres, muchas chicas y casi ninguna señora,
saldrán en algunos casos a hacer el ridículo con sus bailecitos; en otros a
destilar su amargura y su odio contra todo y contra todos; y en la mayoría, a
aplaudir semejante aquelarre, aunque sea de buena fe. Digo de buena fe porque
la inmensa mayoría acude engañada, creyendo que es un día festivo de homenaje a
las mujeres. Un día para divertirse e incluso hacer un poco el gamberro. Lo
cuál por otra parte no estaría nada mal, qué demonios.
Pero es que las que van a
aplaudir allí, por supuesto no se han leído el manifiesto previo a la
manifestación: muchas no saben que van a aplaudir que se pida “una economía
sostenible (todo tiene que ser sostenible hoy día) justa y solidaria que
gestione los recursos de forma pública y comunitaria, que esté en función de las
necesidades humanas y no del beneficio capitalista”. Es decir, lo que toda la
vida se ha llamado colectivización. La misma colectivización que ha fracasado
estrepitosamente, con millones de mujeres asesinadas, violadas y explotadas en
Rusia, en todo el Este de Europa, en Nicaragua, en Camboya, en Corea, en gran
parte de África, en Cuba y que ahora asesina, tortura y persigue a su propio
pueblo en China y en Venezuela. “Para que se rompa la división sexual del
trabajo”: la famosa brecha salarial, la agobiante brecha salarial, la
insoportable brecha salarial, la gran mentira de la brecha salarial. Está
prohibida por ley en España desde los gobiernos de UCD, cuando la mayoría de
las hienas que ahora aúllan contra la brecha salarial, ni siquiera habían
nacido.
Quien vaya se podrá encontrar
allí a toda la plana mayor de los partidos políticos, agarradas del brazo y
bailando, con las más renombradas y rimbombantes periodistas. Pregúntenles
entonces a todas y cada una de ellas, si las niñas acogidas por los servicios
sociales de la comunidad de las Islas Baleares, son mujeres y merecen ser
protegidas. Pregúntenles si el enriquecimiento ilícito e ilegal de los chulos y
las alcahuetas del PSOE y Podemos, versión balear, y anteriormente del PP, merece
que miren para otro lado y no vean las torturas a esas niñas, las palizas y la
humillación de meterlas drogadas en la cama de algún baboso alemán, marroquí o
madrileño, que tanto da. Pregúntenles si las novias de dos guardias civiles,
merecen llevarse una paliza sin que nadie haga ni diga nada, precisamente por
ser novias de guardias civiles. Es decir por ser no-mujeres. Pregúntenles si
una “manada” es menos manada porque sus cachorros sean magrebíes, o porque las
niñas sean menores y sus padres no se presten a espectáculos aberrantes. Pregunten
a la ministra Irene Montero, si piensa aplicar a su hija el tuit que ha
excretado su ministerio, como lema de la lucha por la seguridad de las mujeres:
“Borracha y sola quiero llegar a casa” ¡Ah, no! Que las que tienen
guardaespaldas pueden llegar borrachas, pero nunca llegan solas a casa. Pregúntenles
por qué, cuanto más se endurece la Ley que en teoría tiene que proteger a la
mujer de la violencia, más mujeres mueren asesinadas. Por qué se ha disparado
el número de suicidios de hombres, triplicando al de mujeres según el INE. Pregúntenles
si consideran el derecho a la maternidad como un derecho propio de las mujeres.
Pregunten a esas guerreras libertarias de tacón fino, rinoplastia y estilista
de a trescientos euros la sesión, si su sueldo es igual al de sus compañeros
varones o es el doble. Si se consideran iguales al noventa y nueve por ciento de
las mujeres que madrugan, enganchan un contrato de seis días con otro de dos, y
encuentran sus mejores ofertas en agosto. Pero no por ser mujeres precisamente,
que a sus maridos, hermanos, hijos y padres les pasa exactamente lo mismo. Y
encima tienen que rendirse admirados porque una carita guapa que sale en la
tele, viene un día al año a pasarles la mano por el lomo y a “demostrar” que es
igual que ellas…
En todo caso, si usted es tan
inocente como para acudir a semejante galimatías, mire, observe y cuénteme si aquí
he dicho alguna mentira. Pero sobre todo, léase el manifiesto.
Gonzalo Rodríguez-Jurado Saro
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