Hay dos frases relativas a la
pandemia de COVID 19, que repite como una cotorra cualquier iletrado al que le
pongan delante un micrófono. Iletrado asesorado por su jefe de gabinete, claro.
Más aún, las repite cuando le preguntan por el COVID 19, por la crisis
económica, por la desaparición de los dinosaurios, por la muerte de Paquirri o
por cualquier otra desgracia. Dos frases cada una de las cuáles consigue
hacerme perder la calma, sacarme de mis casillas y sacar lo peor de mí. Que no
tienen ningún significado por abstractas y genéricas, y que sirven para hablar
sin decir nada. A estas alturas ya debería haberlas nombrado, pero es que me dan
tanta grima que, si lo hago es por no dejar cojo el artículo. Así que vamos allá:
“Que nadie se quede atrás” y “De esto vamos a salir todos juntos”.
Que yo sepa, del COVID 19 hay
al menos cuarenta o cuarenta y cinco mil que ya se han aquedado atrás, y que no
van a salir juntos con nadie… excepto con los que ya han ido camino del
crematorio. Sí, ya sé que las cifras oficiales hablan de muchos menos muertos. Pero
claro, si te pones malo, llamas al centro de salud y te dicen que te quedes en
casa; si empeoras, vas al hospital y te dicen que estás hecho un chaval y que
te vuelvas a casa; y si por fin te mueres sin que nadie te haya echado una
mano, no cuentas como muerto por COVID 19 para las estadísticas. Así, es fácil
que descuadren el número oficial y el número real de muertos. Pero vamos a lo
que vamos.
Señor entrevistado, esto no es
una carrera de sacos ni unas olimpiadas colegiales. Aquí no se está ventilando
si somos capaces o no, de hacer las cosas todos juntitos y llegar de la mano a
la meta. Son vidas humanas, son haciendas, son años de trabajo para sacar un
negocio a flote, y son muchos cientos de miles y millones de euros pagados a
sujetos como usted, para que digan estupideces en lugar de hacer cosas útiles. Esto
no es una crisis, es un naufragio. En un naufragio no se trata de salir todos
juntos sino de que se salve el mayor número posible de personas. Y desde luego,
si nos ponemos todos alrededor del bote salvavidas a decir que nadie se monte
hasta que estemos todos, y que no quede nadie atrás, no estaremos cometiendo un
error sino una estúpida negligencia criminal. De un naufragio no se sale todos
juntos, se sale ordenadamente y, si es posible, dando preferencia a mujeres y
niños. Aunque últimamente parece que habrá que revisar ese orden de prioridades,
para que nadie se ofenda. Se trata, en primer lugar, de evaluar con qué medios
se cuenta, en segundo, de quién debe subir primero al bote y en tercero de
agilizar lo más posible la operación, con el fin de que los que antes lleguen a
la orilla, puedan devolver los botes para rescatar a más gente. Si te lo
planteas de otra manera, es posible que seas muy buen ciudadano, pero desde luego
eres un ciudadano estúpido e incompetente. Y lo que es peor, serás responsable de
muchas más muertes de las que ya de por sí, el naufragio iba a causar.
Así que no, definitivamente, los
problemas no se solucionan con ridículas frases elaboradas en un gabinete de
imagen. Si hay que mantener las distancias se mantienen las distancias y punto.
No hace falta llamarle “distanciamiento social” para que los beatos y meapilas
no se ruboricen. Si hay una situación de excepcionalidad, habrá que aceptarla
como es: excepcional, incómoda y transitoria, pero nada más. No hace falta
llamarle “nueva normalidad”. Si es nueva, no es normal y si es normal no es
nueva. Vamos, digo yo… O a lo mejor, es que el raro soy yo.
Gonzalo Rodríguez-Jurado Saro
No hay comentarios:
Publicar un comentario