Ahora sí que la hemos hecho
buena. Resulta que la UNESCO ha declarado La Granja-Valsaín-El Espinar como
Reserva de la Biosfera. Entre otras cosas, alegan que sus 35.414 hectáreas “revisten
considerable valor a la vez ecológico, económico, estético y social”. Pues muy
bien, señores ¿y ahora qué? En primer lugar, tendremos que dar las gracias a
las cabezas pensantes de la UNESCO por decirnos lo que nadie sabía. Lo que, de
hecho, no se le había ocurrido a nadie y es que el pinar de Valsaín “reviste un
considerable valor”… Y ya puestos a poner en valor, como dicen los cursis, el
pinar de Valsaín ¿qué quiere decir que reviste un considerable valor? ¿Que tiene
mucho valor, muchísimo valor o un valor incalculable? Pues para mí, con permiso
de la UNESCO, el pinar de Valsaín no reviste un considerable valor sino que tiene
un valor incalculable. Y lo tiene precisamente porque muchos, durante
muchísimos años y sin necesidad de que nadie viniera a decírselo, han sabido
apreciarlo. Porque el pueblo de Valsaín ha vivido desde hace siglos de sus
montes, sin sucumbir a tentaciones industriales ni urbanísticas. Porque los
gabarreros llevan cientos de años recorriendo el pinar con sus mulas cargadas
de leña y todavía el pinar no se ha agotado. Y el pinar no se ha agotado no
porque tenga un “considerable valor económico” sino porque decenas de familias han
sabido mantenerlo para que el pinar les mantenga a ellas. Porque, mientras en el
resto de España ardían las hectáreas de pinar por miles y por decenas de miles
para que luego aparecieran urbanizaciones, Valsaín seguía viviendo al ritmo
estacional del pinar, dejando a los árboles crecer y talándolos solo cuando eran
reemplazados por otros.
Ya en un artículo que
publiqué en este mismo blog, el veinticinco de septiembre de 2011, titulado Patrimonio
de la Humanidad, planteaba la utilidad de la UNESCO otorgase tan rimbombante
título a una ciudad. Pues lo mismo digo para la Reserva de la Biosfera. Aunque
siempre es de agradecer, cómo no, que un organismo de ámbito mundial repare en
las virtudes del pueblo de uno, no es menos cierto que esa es precisamente la
función de ese organismo: buscar por todo el mundo sitios que se puedan poner
de ejemplo. No obstante y como dije entonces, dudo que tan magno acontecimiento
afecte en modo alguno, positivo ni negativo, a la vida de los habitantes y
visitantes de La Granja, Valsaín y El Espinar. A Dios gracias, por otra parte.
Por último, siempre he
querido saber qué hay que hacer para que te pongan un despacho en la UNESCO en
París, en la plaza Fontenoy -antes era en el Hotel Majestic-, que te den un
pasaporte diplomático y te paguen una fortuna por dedicarte a buscar por el
mundo zonas que “revistan considerable valor a la vez ecológico, económico,
estético y social” y declararlas reservas de la biosfera. Tanto que hace apenas
unos días asistí, en la Escuela Diplomática, a la presentación de la oferta de
puestos de trabajo para españoles, en los organismos internacionales de la ONU.
La primera conclusión que saqué es que tengo que mejorar notablemente mi inglés;
y la segunda, que a mí esto de los organismos transnacionales, el mundialismo y
demás músicas celestiales… pues no sé qué decirle: aunque de Madrid, uno es
paleto y por tanto desconfiado. Pero este es otro tema, ya lo hablaremos.
Gonzalo Rodríguez-Jurado Saro
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