Como no me creo los
artículos pretendidamente imparciales o que quieren parecer imparciales, no se
sabe si para resultar más creíbles o para que los aplauda más gente, he elegido
este título para este artículo. Y es que no creo que por no mojarse se vaya a
tener más razón. Defiendo aquello en lo que creo y, como tantas otras veces he
dicho, en este blog no se censura nada más que el mal gusto y la falta de
respeto, nunca la opinión. Y la opinión en Tiroleses es libre y más aún, es
sagrada. Por tanto, quien no esté de acuerdo tiene los medios para rebatir y
debatir. Nunca para combatir.
Y dicho esto me pregunto si
es que aquí se ha vuelto loco todo el mundo, soy yo el que está loco o
sencillamente nos toman por tontos. Que haya gente a la que no le guste la
Monarquía no solo es algo perfectamente legítimo sino deseable. Que haya
incluso quien desee proclamar la III República, extraño pero del todo
respetable. Digo extraño teniendo en cuenta la experiencia de las dos primeras,
pero respetabilísimo, insisto. Lo que no entiendo de
ninguna manera es que haya quien quiera resucitar la II República. Es decir,
que haya quien no solo no quiera enterrar definitivamente lo que ocurrió hace
ochenta años, sino cambiarlo y que no haya ocurrido. Que eso y no otra cosa es lo que estamos
viendo en estos días. Gente que quiere volver a aquella idílica II República
que castigaba con sanciones penales a todo aquél que osara exhibir símbolos
monárquicos o que de alguna manera pudieran recordar a la Monarquía. Pues
sinceramente, prefiero vivir en una Monarquía donde se pueden exhibir símbolos
republicanos que en una república dónde vas a la cárcel por gritar ¡viva El
Rey! Pero es que la cosa va aún más lejos, que con la famosa Ley de Defensa de
la República de Azaña se cerraron ciento veintisiete periódicos y
revistas de todas las tendencias, creencias e ideologías ¿Es eso lo que de
verdad queremos?
Se me puede decir -de hecho
se repite machaconamente- eso de que “yo quiero elegir quién manda”. Y no es esa
una mala opción ¡qué caramba! que así debe ser. Y tanto debe ser así como que
en España, nadie ejerce un puesto de poder si no ha pasado por el sufragio
universal, libre, directo y secreto de los españoles. Faltaría más. Hasta aquí,
todos de acuerdo ¿Y El Rey, por qué no? Pues sencilla y llanamente porque El
Rey no tiene ningún poder ejecutivo. No ejerce ni puede ejercer poder alguno.
Es un símbolo más de representación de España y de los españoles como la
bandera, el himno o el uniforme de los alabarderos del Palacio Real ¿También
hay que someter todas esas cosas a votación?
Porque claro, la cosa va más
lejos aún. De repente alguien se desculega con una voz muy apesadumbrada
diciendo: “es que yo tenía siete años cuando se votó la Constitución” Claro,
ahora lo entiendo: una Ley que yo no he votado no tiene por qué regir para mí. Es
decir, la constitución ha de ser votada por cada generación ¿Cada veinticinco
años más o menos? Oiga ¿y la constitución británica que es una agregación de
documentos desde 1215? ¿Y la
norteamericana, que es de 1787? ¿Y la francesa que es de 1958? Claro, con el déficit democrático de
esos países tercermundistas…
“Pues no señor, debemos ser
un país europeo y elegir nuestro Jefe de Estado” Ya. Y lo somos ¿o no? Si nadie
me corrige, de todos los países europeos que no son monarquías, la mitad más o
menos, solo en Francia se vota el Presidente de la República. En los demás se
pone a un político jubilado sin votación ciudadana alguna. Por cierto, Manuel
Azaña tampoco fue votado por nadie más que por un colegio electoral, compuesto por
los diputados del Congreso más un número igual de compromisarios. Pero en fin,
si alguien quiere seguir pensando que volviendo ochenta años atrás va a “elegir a
quien le represente”, allá él.
Gonzalo
Rodríguez-Jurado Saro