Quien haya tenido la santa
paciencia de leer este blog en más de una ocasión -el que sea reincidente, en el pecado lleva la
penitencia- me habrá visto alguna vez escribir sobre lo que yo llamo el
Pensamiento Único Obligatorio. Y es que, aunque uno fue educado en el último
franquismo y primeros años de la Democracia, lo que me enseñaron algunos buenos
maestros que tuve, es que nunca se debe dar por bueno todo lo que te enseñan.
Nunca aceptar sin cuestionarlo, todo aquello que te dicen que es bueno y que
debe ser así. O sea, justo lo contrario de lo que ahora no sólo se enseña a los
niños, sino que además se impone a machamartillo a los adultos. O tragas o te
excluyes tú solito. O piensas lo que yo te digo que debes pensar, o te quedas
fuera de la sociedad. O sea, el Pensamiento Único Obligatorio. Para este viaje
no hacían falta alforjas. ¿Pero que es el Pensamiento Único Obligatorio?
Veamos:
La mujer merece un trato
especial, preferencial, en la vida pública: en el trabajo, una empresa recibirá
severas amonestaciones, si alguien considera que el personal contratado no
responde a la cuota “recomendada”. En consecuencia, a la hora de seleccionar su
personal no debería mirar lo que hay en el interior de la cabeza de los
candidatos, sino entre sus piernas. En la política, estás obligado a votar una
lista en la que obligatoriamente tiene que haber el mismo número de hombres que
de mujeres, y además el orden de candidatura se selecciona, una vez más, por la
entrepierna y no por los méritos. Ante un juez, solo por el hecho de ser hombre
estás condenado de antemano en cualquier causa de separación, por amistosa que
esta sea. De momento, coges tu maleta, te vas de tu casa y pierdes a tus hijos.
No digamos si tu ex te acusa de malos tratos o violencia verbal o psicológica.
No es que te vayas de casa, es que sales de ella esposado ante tus hijos y vas
directo a prisión. Sea verdad o mentira la acusación. Y no digamos si tu mujer
se busca un abogado con pocos escrúpulos. Siempre he dicho que si te la encuentras
con uno en la cama, te bajes al bar a tomar una cerveza y le dejes que se vista
y se vaya. Si no, en la misma jugada te has quedado sin mujer, sin casa, sin
cama, sin niños y sin nómina. En cuanto a la la vida privada, la policía -no un
juez-, el ayuntamiento, la vecina o los medios de comunicación están perfectamente legitimados para meterse
en tu vida conyugal, e incluso en tu casa, si se intuye que tu comportamiento o
tu relación con tu mujer no se ajusta a lo que se debe ajustar. Personalmente
siempre he defendido el derecho de la mujer a la igualdad con el varón,
faltaría más. Pero no me parece en absoluto lógico que, lo que antes era una
desigualdad injusta, se torne en otra desigualdad igual de injusta. Y no, no me
vale el argumento de que la mujer ha estado siempre oprimida. Entre otras cosas
porque ni yo he oprimido a nadie, ni lo he justificado, ni tengo porqué pagar
facturas que no son mías.
El sexo es un fin en sí
mismo, lo que explica que cualquier tendencia, inclinación o afición que se
tenga es legítima, maravillosa y digna de ser exaltada. Por supuesto, si
alguien piensa que el sexo tiene exclusivamente como fin la procreación, es
decir si ese alguien se aparta de lo que debe pensar, será calificado de
retrógrado, mojigato, opusino y meapilas. En consecuencia, nadie tiene derecho
a pensar lo que no debe pensar. Por mi parte, opino que el sexo, común a casi
todos los animales, tiene en el ser humano una dimensión especial y maravillosa.
Responsablemente administrado, se puede convertir en un instrumento de placer -físico
y psíquico- que nos sitúa varios escalones por encima del resto de los
animales. Es otra de las cosas que nos
hace diferentes de ellos. Por tanto, cualquier relación sexual consentida entre
adultos responsables, me parece legítima y muy respetable. Pero no me empeño en
convencer a nadie de que lo único importante del sexo es el orgasmo. Ni mucho
menos denigro, insulto ni ridiculizo a quienes opinan de manera distinta.
La Naturaleza es buena,
amable y nos cuida, pero nosotros nos empeñamos en destruirla. Pues mire usted,
no es verdad. La historia de la Humanidad es, entre otras cosas, la historia de
la lucha por habitar las zonas donde la Naturaleza se muestra menos agresiva. La
lucha por ocupar terrenos donde no haya inundaciones, terremotos ni aludes. Por
ocupar los valles junto a los ríos, lejos de desiertos, plagas, bajíos,
pantanos, altas montañas y mares enfurecidos. Solo cuando los hombres dejan de
luchar entre sí mismos y contra la Naturaleza, es cuando surge la civilización.
Sin embargo, ahora perece que cada vez que uno de estos fenómenos tiene lugar,
es por culpa del hombre. Claro, no hay duda: si ocurre un terremoto, un tsunami
o una erupción volcánica de esos que salen en los reportajes de Al Gore, es sin
duda por culpa del ser humano. Si sabe lo que le vale, no se le ocurra a usted
decir que es porque la Naturaleza es así, o será juzgado y condenado por
blasfemia. Y la condena puede ser muy severa.
Los animales son como los
humanos. Tienen los mismos sentimientos y aunque no hablan, tienen todas las
demás características en común con nosotros. Es más, mi perro es más listo y
más bueno que muchos seres humanos. Consecuentemente, está perfectamente justificado
que lo lleve al veterinario y que este me diga que le va a poner un tratamiento
de 200 €, porque perece que tiene un poco alto el colesterol; o que me cobre
800 € por una operación de próstata por si deriva en cáncer, o 1.000 porque
tiene un quiste en los ovarios (estoy contando casos reales). Por supuesto, un
gasto mensual de 500 € entre veterinario, vacunas, pelotitas de goma, mantas
eléctricas, cestitas para dormir, correas fosforescentes, cortes de uñas y
peluquería, está perfectamente justificado. Lo malo es que hay familias que
viven todo el mes con la mitad de eso. Lo malo, es que hay auténtico genios con
ganas de estudiar, que frustran su carrera porque no llegan o porque tienen que
ponerse a trabajar para ayudar en sus casas… Los dueños de perros más queridos
por sus animales que he conocido, tratan a los perros como perros, y eso no
significa perderles el respeto ni quererles menos. Y a las personas como
personas, por cierto.
Fumar es peligrosísimo y el
que fuma nos está envenenado a los demás. En consecuencia, debe ser prohibido y
hasta perseguido. Eso sí, sin dejar de cobrar el impuesto correspondiente por
la producción y venta de tabaco. Pues fíjese usted: solo con los impuestos que
se pagan por el tabaco en España, hay para pagar el sueldo de todos los médicos
de la Seguridad Social. Pero en fin, no diré yo aquí que el tabaco es bueno,
que yo lo dejé hace más de quince años. Pero lo que sí digo es que fumar no es
más peligroso ni más letal que conducir, que beber o que suicidarse, primera
causa de muerte externa en 2016. Ninguna de esas cosas debería ser prohibida,
entre otras cosas porque cualquiera de las tres primeras, hechas de forma
comedida y responsable, no suponen peligro alguno para nadie. La cuarta es más
letal, pero es más difícil de prohibir. Y en todo caso, si yo tengo un bar y
considero que mis clientes pueden fumar lo que les dé la gana en él, aún a
costa de que otros clientes no vengan ¿quiénes son el estado, el Gobierno o el
ayuntamiento para decirme cómo tengo que llevar mi negocio? O sea, yo arriesgo,
pongo el dinero y el trabajo; y ellos cobran, me vaya bien o mal ¿y encima
opinan de cómo tengo que llevarlo? De locos, oiga.
Hay muchos otros aspectos de
nuestras vidas monitorizados, vigilados y controlados por el Pensamiento Único
Obligatorio. Pero ya los iremos viendo en sucesivos artículos, que creo que hoy
me he pasado de extensión… Lo siento.
Gonzalo Rodríguez-Jurado Saro