lunes, 27 de enero de 2014

Tiempos y costumbres: Hablar con las manos

Cuanto más avanzamos en las comunicaciones; cuanto menos nos cuesta hablar, oír y entender a cualquier persona que se encuentra en cualquier lugar del mundo; y cuanto mayor es la formación que recibimos, tanto técnica como en idiomas; paradójicamente, peor nos expresamos y más difícil nos resulta hacernos entender ¿Y por qué es esto? Pues en mi opinión, porque se ha multiplicado casi hasta el infinito el número de receptores; y para eso se han simplificado tanto los mensajes que se han reducido a una simple imagen. Cualquier mínimo esfuerzo que requiera recibir un mensaje, descarta este automáticamente en favor de otro más “sencillo”. Y así nos va.

Resulta que ahora la lectura como fuente de información para cualquier individuo, es una opción cada vez más en desuso. Cuánto menos la escritura como forma de expresión. Y si vamos a analizarlo, parece lógico. Por ejemplo ¿a cuanta gente sería capaz de llegar una modelo, actriz y/o cantante -que ahora se puede ser todas esas cosas a la vez- si tomara su teclado para expresar algo? Desde luego a muchísima menos que si se hace una foto juntando las manos para hacer la forma de un corazoncito. Ridículo hasta la saciedad, pero infinitamente más efectivo para expresar lo que quiere expresar y a quien quiere expresárselo. Y para lo que ponen en las redes sociales cuando usan su teclado, vale más que se estén quietecitas…

Luego están los futbolistas, esa raza de hombres sabios. Con honrosas excepciones, claro está. Los mismos que han conseguido convertir un deporte de equipo en un espectáculo de doce estrellitas individuales. Y digo bien, doce porque incluyo a los entrenadores. Todo ello a base de que cada uno potencie su imagen por encima de todo y de todos ¿Hay algo más insoportable que las caritas y las posturitas de Cristiano Ronaldo celebrando un gol? ¿Nadie le ha explicado al fulano que los goles los mete el equipo y no él solo? Pues sí lo hay: cuando alguno de estos héroes del siglo XXI quieren dedicar un gol a su hijo, y se recorren el campo chupándose el dedo gordo. Esto aparte de una guarrada sin paliativos, es de una pobreza expresiva lamentable. Pero en fin, a lo mejor es que si no lo hacen así el niño no lo entiende. O la madre, vaya usted a saber.

Y por último, pero no en último lugar, está todo el resto de fauna farandulero-musical-periodística. Desde que en la música irrumpió la obligación de poner en todas las canciones al menos un trozo de rap, esa mala imitación de Lola Flores* que hacen en los ghettos de EEUU, se ha impuesto paralelamente la obligación de hablar con las manos. Pero no de cualquier manera, que la muñeca ha de doblarse para dentro, forzando la postura de la mano para que parezca que se padece una minusvalía de grado ocho. Y con la mano de esa guisa, moverla mucho haciendo círculos. Supongo que para que el interlocutor no repare en que no estás diciendo nada en absoluto. Sinceramente, prefiero estar pasado de moda. No sé, me resulta más cómodo…


Gonzalo Rodríguez-Jurado Saro



(*) Para rap, el de la Lola cantando "Ay Alvariño, ponme la mano aquí que la diño..." en 

http://www.youtube.com/watch?v=pMENGUHCJ-Q 

O este otro cantando "Burundanga" con Celia Cruz. Casi nadie en el escenario...


sábado, 11 de enero de 2014

Hasta siempre, Luis

El 25 de abril de 2011 escribí un artículo en Tiroleses dedicado a Luis (http://gonzalorodriguezjurado.blogspot.com.es/2012/09/a-las-cinco-en-punto-esa-es-luis-como.html ) Entonces era otra página distinta y otra situación distinta. Vivía Virginia, vivía Millán y Luis no podía morirse nunca. Parece mentira pero es que hay personas, lugares y circunstancias que no pueden cambiar nunca, que no tienen derecho a desaparecer, a morir… y Luis era una de esas personas. ¿Alguien se imagina el Medio Punto asfaltado, Matabueyes con semáforos o un chiringuito en Las Calderas? Pues todas esas cosas pueden llegar y de hecho, llegan.

Para los que creemos en Dios, la muerte no es el final sino el principio de otra vida mejor y, lo que es más importante, definitiva. Para los que no creen, la muerte es el final de un ciclo accidental después del cuál no hay nada. Uno de los dos tendrá razón, digo yo. Pero lo que sin duda es cierto para unos y para otros, es que en el último día hacemos -o alguien lo hace por nosotros- balance de todo cuanto hemos dicho, hecho, pensado y hasta sentido a lo largo de nuestra vida. Y es aquí donde creo que Luis se ha tenido que ir más que tranquilo. Una persona a la que no se le conocen enemigos, de la que nunca se ha oído hablar mal a nadie y de la que tanta gente se precia de ser amigo, no puede tener un mal tránsito. Sea hacia donde sea. Una persona que para tantos de nosotros era una figura casi paternal, hasta el punto de que su sola presencia te daba confianza y seguridad cuando eras niño, puede tranquilamente cerrar los ojos pensando “misión cumplida”.

Siempre recuerdo, Luis, cuando en las muchas partidas de mus que hemos jugado me tocaba de pareja contigo. No te hacían falta señas. Solo con que me mirases y dijeses aquello de “cada uno las suyas…” ya sabía que los otros estaban perdidos. Como supongo que lo sabían mejor que nadie Javier Creus, Fonfi, Ramón y tantos y tantos otros socios que de ti hemos aprendido a jugar… y a dejar jugar. Algunos hemos aprendido hasta a sujetar las cartas. Si no fuera porque sé que hoy mismo estarás abrazando a Virginia, apostaría caña y pincho de tortilla con quien fuera, a que estás jugando una partida con San Pedro, a las puertas mismas del Cielo. Déjale ganar alguna que luego tenemos que ir los demás.

Hasta entonces un fuerte abrazo, Luis. Espero que te hayas llevado tus amarracos de cristal, que la baraja y el tapete los llevo yo.


Gonzalo Rodríguez-Jurado Saro