martes, 20 de noviembre de 2012

Entendidos en todo II

Decía en la primera parte de este artículo, que son cada vez más los sectores donde se han desplegado los entendidos. Y no solo en lo que al buen beber y al buen yantar se refiere, que también han surgido entendidos en las más dispares actividades de la vida.
Por ejemplo, en los deportes. Y esto lo escribe uno que jugaba al golf en el año 74 más o menos. Todo empezó a raíz de que se hiciera, siendo presidente Jaime Castillo creo, el campo de golf del Tiro. Y después de que Joseph Pickers le pegara fuego para buscar una bola que se le había quedado en una zarza. Aquí empecé a correr con un palo detrás de una bola en compañía de jugadores tan dispares hoy día como íntimos amigos de entonces, como eran Luis Lucio, Juan Rózpide, Tono Irisarri o Juan Galbis. Después vendrían las clases de golf en Puerta de Hierro, los sábados a las diez de la mañana;  los partidos interminables con Juan Rózpide y su padre en aquel mismo campo; o las decenas de tardes en que falté al instituto para ir allí mismo a jugar con Ramón Estalella. Y en esto llegó Severiano Ballesteros, ganó todo lo ganable y aquello fue el acabose: empezaron a surgir entendidos como las setas en periódicos, radios y televisiones. Recuerdo que me sorprendí la primera vez que escuché a José María García hablando de golf, como si lo estuviera haciendo de fútbol: que si los directivos, que si los contratos, la comisión de la Federación… definitivamente, aquello estaba empezando a dejar de ser el deporte al que yo me había aficionado. Colgué mi vieja bolsa de palos, heredada del tío de un tío mío, el día que vi una fotografía de Javier Clemente jugando al golf en chándal. Llámeme lo que quiera llamarme quien quiera llamármelo; pero lo que no puede ser, no puede ser y además es imposible.
Algo parecido me ocurrió con la Fórmula 1. Modestamente, he ido a las carreras de Fórmula 1 en El Jarama en pantalón corto. Con mi padre portando colgados unos prismáticos del tamaño del Faro de Alejandría y mis hermanos mayores recitando de corrido la parrilla de salida. Allí he visto dar, como presidente de la Federación, la salida y el banderazo de llegada a Felipe Villapadierna, tercer conde Villapadierna y un auténtico dandy de los de antes: de los que vivió su vida y mermó su fortuna entre coches, caballos, señoras… y menos señoras. Allí vi también correr al legendario Jackie Stewart, Sir John Young Stewart, siempre con su característico casco rodeado por una banda de su clan escocés. O al inolvidable belga Jackie Ickx. Allí supe de las hazañas, venturas y desventuras de nuestros gloriosos corredores españoles: el catalán de Barcelona Álex Soler-Roig y el heredero al trono de Georgia y entonces español de adopción Jorge de Bagration. Más tarde vendría el también Sir Nigel Ernest James Mansell, Nigel  Mansell. No sé si eran entendidos, pero lo que sí sé es que eran todos señores; y que no siempre corrían por dinero sino más bien al contrario, a muchos les costaba dinero su afición. Entonces no se veía una mala jugada, ni estaba regulado hasta el número de revoluciones al que había que llegar para cambiar de marcha, ni falta que hacía. Salían los coches y el primero que terminaba las vueltas que había que dar, ganaba. Punto. Ni dependían del horario de emisión en Qatar ni había ecclestones ni alejandroagagues ni misa por los santos difuntos. Y así fue durante mucho tiempo, hasta que llegó Fernando Alonso. Con muchísimo mérito, cómo no decirlo, pero también con un estilo, digamos, diferente: con gritos de rabia en el podio cuando ganó su primer gran premio, con gafas de sol delante de las cámaras… en fin, de otra manera. Y paradójicamente, fue esto lo que hizo prender la afición por el motor en España. No por el motor, seamos precisos, por el ídolo. Y es que, de toda la masa de neo aficionados a la Fórmula 1 que han surgido en estos años, muy pocos se han enterado de que a este deporte se juega por equipos, no por jugadores como en el tenis. Me explico: cuando Fernando Alonso corría McLaren, toda España era de McLaren menos yo, que era de Ferrari; cuando era de Renault, todo el mundo iba con Renault menos yo que iba con Ferrari; y ahora que Fernando Alonso corre en Ferrari yo he perdido completamente la afición. Y es que, es como si hubiera alguien tan “entendido” en fútbol que fuese cambiando de equipo a medida que lo hiciera “su” jugador ¿Raúl, por ejemplo? No tengo ni idea, pero me interesa poco el tema…

Gonzalo Rodríguez-Jurado Saro

viernes, 16 de noviembre de 2012

Una buena oportunidad

Resultaría pretencioso por mi parte -y poco creíble para los que me conozcan- que me pusiera yo en este momento a dar ninguna lección de economía. Ni de economía, ni de contabilidad ni mucho menos de la rentabilidad de una inversión. Vamos, que cuando leo que algunos directores de sucursal desalmados han estafado con las preferentes a pobres pensionistas e inversores de buena fe, doy gracias al Cielo por no tener dinero. Porque, si malo es que se queden con tu dinero, peor sería que se quedasen con mi dinero y encima se supiera que lo he perdido por incauto y por confiado… a mi edad. Pero vamos, que como no es el caso afortunadamente, me voy a ahorrar tres tragos bastante desagradables que serían hablar de mí, de mi dinero y de mi buena fe.
Pero sí en cambio de un dinero y de una inversión que, en mayor o menor medida, nos afecta a todos los socios del Tiro. Estoy hablando, como sin duda ya muchos imaginan, de la oportunidad que, a corto plazo, se nos presenta para que  el club se haga con la propiedad de los terrenos que ocupa, actualmente en manos de la Administración del Patrimonio del Estado... o cosa parecida, que no sé exactamente cuál es su denominación correcta aunque sí sé que no es el Patrimonio de toda la vida. Doctores tiene la Iglesia y no seré yo quien, como digo, me ponga aquí a dar los detalles de la operación, que para eso se ha convocado una asamblea extraordinaria para el día ocho de Diciembre. De lo que sí estoy seguro, por los detalles que hasta ahora he recabado y que en su mayoría me ha explicado con infinita paciencia algún miembro de la Junta, es que la opción que se ha elegido o que se puede elegir o que se nos va a ofrecer a los socios es la mejor de las posibles. Veamos:
Primero: no compromete ni obliga a nadie que no pueda o no quiera tomar parte en la operación. Dicho de otro modo, no excluye a nadie.
Segundo: no trae como consecuencia la división entre unos socios más socios y otros socios menos socios. Aquél que decida participar obtendrá el beneficio que obtenga en metálico, no en más derechos ni en menos obligaciones que los demás.
Tercero: la participación se puede transmitir, heredar e incluso partir entre varios socios.
Y cuarto: el capital a cubrir con esta inversión es solo una parte  del precio de los terrenos ya que la mayor parte se financiaría con los plazos que permite el propio Patrimonio del Estado y que los socios iríamos pagando  con las cuotas que abonamos.
Ya lo explicarán, como digo, de manera más clara los miembros de la Junta en la futura asamblea. De lo que sí estoy seguro es que, como me dijo una vez una persona mayor a la que admiraba mucho, en esta vida nunca te arrepentirás de lo que hagas sino de lo que no hagas. Si te quedas parado en el andén viendo partir el tren, siempre te quedará el remordimiento de no haberlo tomado. Así es la vida.

Gonzalo Rodríguez-Jurado Saro

miércoles, 7 de noviembre de 2012

Imposición o deposición



Sin ánimo de dar una lección de Historia a nadie, es bueno recordar que el paso del Antiguo Régimen al Estado Moderno se produjo, tras muchas revoluciones, mucha sangre y mucho sufrimiento, entre los siglos XVIII y XIX en los principales países de Europa y América. Después, a lo largo del siglo XX se fueron incorporando otros países de estos y otros continentes. Principalmente los que consiguieron salir del comunismo, pero también España de forma definitiva en el 78… o no. Si tomamos como referencia para considerar este salto cualitativo, la existencia o no de privilegios derivados del lugar de nacimiento, familia, fuero, etc. es un Estado Moderno aquél en que todos los ciudadanos son iguales ante la Ley; y es un estado absolutista aquél en el que perviven los privilegios ajenos a la persona, no siendo ésta tomada única y exclusivamente como ciudadano. Esto lo digo porque ya nuestra querida Constitución lo primero que hace es negarse a sí misma al establecer, en una de sus disposiciones transitorias, un régimen fiscal especial para Navarra en atención a sus antiguos fueros. A partir de ahí, todo lo que venga de comunidades autónomas, hechos diferenciales, etc. llueve sobre mojado.

¿Y qué tiene todo esto que ver con La Granja, se preguntará usted? Pues tiene que ver, y mucho, desde el punto y hora en que existe una tributación distinta para los vecinos de La Granja, en función de que sean residentes en el pueblo o no lo sean. Concretamente ha habido un incremento del IBI, que va desde el 0,50% del valor del inmueble en 2011 al 0,825% en 2012, o sea del 65% en un año. Este incremento, lógicamente ha sido igual para todos. Sin embargo, el que hace la ley hace la trampa y el Ayuntamiento se ha descolgado con una “ayuda” del 25% de la cuota líquida del IBI para los residentes ¿Ayuda? ¡Cuántas salvajadas se hacen aquí para “ayudar” a los necesitados! Para decirlo llanamente: si usted no reside (y vota) en La Granja, usted deberá pagar por la casa que usted tiene en La Granja su cuota parte del sostenimiento de los servicios del ayuntamiento, más la parte que ese mismo Ayuntamiento perdona a los que sí utilizan esos servicios. O por lo menos los utilizan muchísimo más que usted. Todo esto, teniendo en cuenta que estamos en un blog de socios del Tiro y que, en un porcentaje muy alto, probablemente superior al 90%, los socios del Tiro tienen casa en La Granja pero no son residentes en este pueblo.

Independientemente de los fallos que ya han emitido distintos tribunales respecto a este atropello, como el TSJA en causa parecida presentada por los veraneantes de Salobreña, yo me pregunto qué pasaría si ayuntamientos como los de Madrid, Barcelona, Bilbao, Zaragoza o Valencia tomaran una decisión parecida. Por ejemplo, que todo vecino de La Granja que tuviera algún piso en Madrid debiera pagar su parte del IBI, más la parte que le correspondiera después de descontar un 25% a cada uno de los cuatro millones de madrileños residentes. A más de uno le iban a tener que poner oxígeno.

Y es que, qué le vamos a hacer, la época dorada de las licencias de obra se ha terminado y claro, con ella se han esfumado los conciertos de Serrat y Sabina, los polideportivos con piscina cubierta, las bibliotecas sin lectores y los ayuntamientos con más funcionarios que vecinos. Pero la alternativa no es buscar otra gallina que ponga huevos de oro que será imposible encontrarla, sino dejar de pagar los huevos como si fueran de oro.

Gonzalo Rodríguez-Jurado Saro