Señor don Pablo Iglesias, Coordinador,
Jefe, Presidente o Director de Podemos, que lamento no saber muy bien lo que
usted es:
Le estaría muy reconocido si
tuviera usted a bien dejar de llamar despectivamente “Casta” a los que, después
de unas elecciones perfectamente legítimas, hemos pasado a formar parte de la
Administración como funcionarios eventuales. Eventuales, señor Iglesias. Eso
quiere decir que cada uno de nosotros nos justificamos cada día que vamos a
trabajar y que si no lo hacemos bien, al día siguiente podemos estar en la
oficina del INEM. Sí, en esa oficina que usted no conoce nada más que para ir a
envenenar a los que han tenido la mala suerte de perder su trabajo. Porque esas
cosas pasan, señor Iglesias, hay gente que puede perder su trabajo, incluso
yendo a trabajar todos los días. No como los profesores universitarios, por
cierto. Y luego nos llaman Casta ¿Sabe usted lo que es una casta?
Una casta es que el 96% de
los profesores que han sacado una plaza, la hayan sacado en la universidad
donde trabajan. Una casta es que el 57,6% del personal docente e investigador
no tenga absolutamente ninguna actividad investigadora. Una casta es que exista
la figura del “perfil” para convocar las plazas de profesores, de forma que la plaza
se convoca única y exclusivamente para la persona a la que se quiere contratar.
Una casta es que se convoquen plazas universitarias con nombre y apellido, de
forma que sólo se puedan dar a una persona; por ejemplo, nombre: profesor titular
de Historia Moderna, apellido: Historia de la Inquisición en La Alcarria, siglos XVI y XVII. Casta es que la Universidad
se financie con fondos públicos sin ningún control, sin tener que dar cuenta
alguna a los gobiernos autonómicos de los que depende; que sea mucho más fácil
contratar a tu sobrino como indefinido que comprar un ordenador para el
departamento. Por supuesto hablo de sobrinos por no hablar de novias, queridos,
cuñadas, efebos, amantes y demás correcamas y soplapitos. Y casta es, señor
profesor, que un mismo apellido se repita hasta la náusea en cualquier departamento
de la Universidad española; o que se gane una plaza como regalo de boda, que
eso lo he tenido que ver con mis propios ojos. A costa de quien sí se había
preparado, claro.
Me parece legítima toda
propuesta que usted quiera hacer para llegar al Poder, señor Iglesias. Dejemos
lo de que viene usted a redimirnos, y llamemos a las cosas por su nombre. Pero
en lo sucesivo le agradecería que fuera más respetuoso con los que a diario nos
dejamos el pellejo porque creemos en lo que hacemos. Si no, espero que no exija
usted ser respetado, claro.
Gonzalo
Rodríguez-Jurado Saro