miércoles, 28 de noviembre de 2018

No pido perdón


No, señor. No pido perdón ni tengo por qué pedirlo, ni tengo intención de hacerlo.

No pido perdón por la Historia de mi país, entre otras cosas porque ni yo estaba allí ni me cabe ninguna duda de que en la Historia de España se han cometido errores, equivocaciones y ha habido fracasos, como en la Historia de cualquier país, ni más ni menos. Pero tampoco me cabe duda de que el saldo es más que positivo: que quinientos millones de personas hablemos el mismo idioma y tengamos la misma cultura y la misma Historia, no puede considerarse ningún fracaso. Que ignorantes, indocumentados y acomplejados me vengan ahora a contar lo de los saqueos y los asesinatos en América, no me indigna, me da pena. Y me la da puesto que es lo único que te puede inspirar un ignorante. Un ignorante es quien no sabe que el Derecho de Gentes, base del futuro Derecho Internacional se creó en la Universidad de Salamanca, donde el Emperador tenía que escuchar cómo se cuestionaba su derecho de conquista. Un ignorante es también quien no sabe que la Leyes de Indias de Isabel la Católica, prohibían expresamente cualquier mal trato a los indios. Y un ignorante no sabe que la temible Mita, institución por la que las poblaciones indígenas aportaban un cierto número de trabajadores a las minas, era anterior a la llegada de los españoles. Sí, una de esas maravillosas  costumbres que los españoles arrebataron a los indios. Como los sacrificios humanos o la esclavitud. Pero lo que es más  importante, cuando un ignorante acusa a mis antepasados de haber hecho todas esas cosas a los indios, siempre contesto lo mismo: los míos no, los suyos. Los míos se quedaron en España. Porque vamos, con perdón, manda huevos que un tipo que se llame Castro, Chaves, Mújica, Correa o Morales hable de los españoles como algo ajeno a él. Que el 10.45% de la población mexicana, llegando al 58.96% en Yucatán y al  47.65% en Oaxaca sean indígenas;  que el 41% de los guatemaltecos sean indígenas; que  lo sea el 62,2% de los bolivianos; incluso el 3,43% de los colombianos, el 9,95% de los chilenos (solo mapuches) y el 3,3% de los argentinos, no parece indicar ningún genocidio. Es más, me temo que esas cifras se dispararían si incluimos a los mestizos, cholos o coyotes, mulatos, moriscos (mezcla de mulato y europeo), zambos y castizos. Lo curioso es que si existen todas esas mezclas, es posible que sea porque los españoles sí se mezclaban con los indios. Ahora deberíamos preguntarnos que pasó en el Norte, donde derriban las estatuas de Colón.

No pido perdón por ser hombre. Me avergüenza, me indigna y saca lo peor de mí, cualquier maltrato o incluso cualquier falta de respeto a una mujer, tanto como al que más. Pero eso no es porque me tenga que avergonzar de nada, sino porque ya me lo enseñaron mis padres cuando nací; cuando me dieron esa educación tan machista y tan retrógrada, de la que ahora abominan los que nunca la tuvieron. Entonces el que levantaba la mano a una mujer no era un maltratador, era un chulo, un cobarde y un hijo de la gran puta. Como ahora, por otra parte. Y no, no hacía falta que en los anuncios de la televisión, el hombre fuera representado con un pánfilo o un panoli sumiso, que obedece admirado las sabias decisiones de su mujer. No hacía falta que el Código Penal discriminase a nadie por razón de sexo, imponiendo distintas penas según el autor del delito fuese hombre o mujer. Porque además, al contrario que a usted, también me avergüenza, me indigna y saca lo peor de mí, la violencia contra las personas mayores, contra los niños y contra los hombres. Y además, creo que esa violencia debe ser castigada exactamente de la misma manera, sea ejercida por quien sea ejercida y contra quien sea ejercida.

Tampoco pido perdón porque los que ahora se declaran gay friendly,  no hace tanto les insultaran, se rieran de ellos y les pegaran palizas. Jamás hice nada de eso, jamás le reí la gracia a quien lo hacía y jamás repetí ciertos chistes para hacerme el gracioso. En cambio, sí conozco a muchos que lo hacían y ahora te insultan porque son ellos los mejores defensores de la igualdad. Un defensa paternalista de la igualdad que la hace más bien poco creíble. Ya se sabe, la fe del converso.

Porque, mire usted, no todos somos iguales. La única igualdad que nos obliga a todos es la igualdad ante la Ley: nadie puede ser juzgado de forma distinta por su condición sexual, su sexo o su origen. El gay es gay y yo no lo soy, ni eso le hace mejor a él, ni me lo hace a mí el no serlo. Sencillamente respeto su forma de ser y de vivir, espero que él respete la mía y no tengo nada más que añadir. La mujer es mujer y yo soy hombre: ni eso le hace superior a mí en nada, ni acreedora de mejores derechos que los míos, ni yo tengo que pedir perdón por nada que nunca haya hecho. Ni por supuesto, ceder mi puesto en una lista electoral o en una oposición, por lo que nadie lleve o no lleve entre las piernas. El ecuatoriano es ecuatoriano y yo soy español: y las circunstancias que tuvieron lugar hace más de doscientos años para que ese señor y yo tengamos hoy día distinto pasaporte, no me obligan a rendirle pleitesía ni a pedirle perdón por nada. Así que, insisto en lo dicho: no pido perdón ni tengo por qué pedirlo.

martes, 13 de noviembre de 2018

La Santa Inquisición


Es característica común de los lectores de este blog, ser lo que vulgarmente se llama gente muy leída y muy escribida. Por eso, creo que en la mayoría de los casos serán innecesarias las explicaciones que voy a dar a continuación. Y es que, solamente el título de este artículo pondrá en guardia a mucha gente. Gente cuya única formación histórica proviene de las películas de Hollywood, con las demoledoras consecuencias que esto tiene. Porque aunque a usted le parezca mentira, la Santa Inquisición no se creó en España sino que existió mucho antes en todo el resto de Europa. Aunque a usted le parezca mentira, la Santa Inquisición no se creó para perseguir a pobres campesinos incautos, acusándoles de brujería y quemándolos en la hoguera, sino para mantener la pureza ideológica dentro de la propia Iglesia, siendo el principal objeto de sus pesquisas los propios curas y monjas. Y esto es debido, entre otras cosas, a que la pureza doctrinal del Cristianismo era la base sobre la que se sustentaban TODOS los reinos europeos, y no solo Castilla. Cualquier desviación suponía una desestabilización de todo el sistema. En consecuencia, el fin de los procesos inquisitoriales no era torturar y quemar vivo a nadie, sino hacer retractarse públicamente al relapso de su falsa fe. Porque aunque usted no lo crea, tanto las instrucciones sumariales como los interrogatorios inquisitoriales, eran infinitamente más benignos que cualquier interrogatorio de un tribunal civil. En cualquier parte de Europa insisto, aunque como siempre, en España quisiéramos ser más europeos que nadie. Es más, en la instrucción de un sumario, se transcribían literalmente las palabras del reo, cosa que ni siquiera hoy día se hace. Y lo que a usted todavía le costará más creer: era el propio pueblo quien, en muchos casos, buscaba el amparo de los tribunales eclesiásticos ante la presencia de sujetos extraños o de doctrinas ajenas a su fe, a la que consideraban la Única Fe Verdadera. Después de todo, como digo, era la base teórica sobre la que se sustentaba su vida, su trabajo, su familia y su patrimonio.

Pues antes de que alguien pida mi cabeza, mis dos orejas y no me atrevo a decir qué más, debo aclarar que todo esto no lo escribo con el fin de defender nada ni a nadie que no necesita ser defendido, sino con un fin meramente comparativo. Sería absurdo negar que un sistema cuyo fin era “proteger” a la gente, no diera también lugar a abusos, atrocidades y arbitrariedades, cómo no. Eso es lo que tiene poder usar la fuerza ¿Qué similitudes encuentra usted en la actualidad con la Santa Inquisición? ¿Ninguna? ¿Seguro? El Índice era la lista de libros prohibidos por el Santo Oficio; y aunque usted tampoco se lo crea, la Comunidad Foral de Navarra acaba de publicar un índice de canciones prohibidas en los colegios de Navarra, algunas tan subversivas como Sin ti no soy nada de Amaral. El fin último de la acción inquisitorial era la autocensura de cualquier opinión que pudiera resultar una desviación doctrinal. Que ningún autor se atreviese a decir o a escribir nada que no fuera políticamente correcto. Atrévase usted si puede, a escribir que “…siempre los cariñitos me han parecido una mariconez…” Recientemente Ana Torroja se ha retractado públicamente de haber cantado (pero no de haber cobrado) eso hace unos años. Ni siquiera de haberlo escrito, que es de José María Cano. O atrévase a cantar El Blues del Esclavo en la función de fin de curso de su hijo, a ver qué pasa.

Pero siendo grave la incitación a la autocensura, resulta mucho más preocupante que los actuales inquisidores, así como sus párrocos desde los púlpitos de las redacciones, inciten a perseguir, apalear y denunciar pública o anónimamente a los falsos conversos y a los erasmistas: cualquier denuncia anónima por sospechas de violencia verbal en casa de un vecino, y solamente si es de un hombre sobre una mujer, legitima a la policía entrar en el domicilio sin requerir prueba ni autorización judicial alguna. Cualquier denuncia de una mujer contra un hombre por violencia, sea verdadera o falsa, supone la pérdida de todos los derechos individuales y de la tutela judicial efectiva de este. Por supuesto, ni hablamos de que usted sea acusado por una alumna suya de haberle violado de pensamiento y/o palabra. Ni tan siquiera de haberle mirado con ojos libidinosos. En los dos casos puede usted despedirse de su carrera y probablemente de su familia, porque puede pasar una larga temporada en la cárcel, aporte pruebas o no las aporte la suspendida.

Y por supuesto, mucho ojito con lo que usted escribe respecto al dogma del Clima: como a usted se le ocurra siquiera cuestionar que “el clima está cambiando”, prepárese a no volver a publicar nada en su vida. Ni por lo más sagrado se le ocurra a usted siquiera preguntar en qué, por qué, respecto a qué y desde cuando está cambiando el clima, porque todas sus obras pasarán inmediatamente a formar parte del Índice. Como todo el mundo sabe, la ciencia que estudia el Clima es la única que no utiliza el método deductivo sino el inductivo: no se contraponen datos empíricos y se llega a una conclusión; se establece una conclusión a la que hay que llegar aportando o desechando datos, sin necesidad de demostrarlos. Esto es cierto porque lo ha dicho el Santo Oficio y nada más, y si lo han dicho por algo será, que ellos entienden mucho de esto. Punto.

Por último, como conclusión, decir que la Santa Inquisición no hubiera podido subsistir durante tantos siglos si no hubiera sido por el apoyo entusiasta y las denuncias de aquéllos a los que decía proteger. Si no hubiera sido porque los que se sentían protegidos por ella no hubiesen colaborado acusando, sembrando insidias o sintiéndose más defensores que nadie de la Auténtica Fe ¿Pero quién ha dicho que la Santa Inquisición ya no existe?

Y no solo en Castilla…