martes, 22 de noviembre de 2022

El escándalo de Qatar

Con el final de la II Guerra Mundial se estableció un nuevo orden mundial basado en el equilibrio de dos grandes bloques: el capitalista, cuyo objetivo era la libertad, para lo que se exigía un escrupuloso respeto de los derechos humanos; y el socialista, cuyo objetivo era la igualdad, para lo que todos los derechos quedaban sometidos a este presunto bien superior. En ese ambiente, se desarrolló un equilibrio mundial basado en el respeto y la disuasión mutuas. Es decir, ni unos podían reclamar la libertad de los otros porque tenían de frente un buen arsenal nuclear; ni los otros podía pedir lo que llamaban “justicia social” para los unos, porque tenían enfrente la misma papeleta. En esas circunstancias, hubo que apuntalar un sistema de resolución de conflictos por vía pacífica que cristalizó en la ONU, con sus virtudes y sus defectos, que son muchos. Así, había que sentarse a negociar de igual a igual, con auténticos asesinos en masa, dictadores, ladrones, explotadores de sus pueblos, etc. dándoles carta de naturaleza como iguales. De esa manera, con algunas excepciones, el mundo vivió un largo período, si no de paz, sí al menos de tranquilidad.

Con el hundimiento de uno de los bloques se inicia un proceso de reequilibrio mundial que hoy en día no parece haber terminado de cuajar. En ello andamos. Sin embargo, ya ni los que exigían igualdad parecen estar interesados en el tema, ni los que exigían libertad parecen tener una misma idea de lo que entonces se consideraba libertad, es decir derechos humanos, garantías judiciales, elecciones libres, etc. Parece ser que hora, los únicos derechos importantes son los de las mujeres, los de los homosexuales y los de los animales. Y claro, en esas circunstancias parece normal que muchos meapilas y papi-honraos se escandalicen porque se organice un evento de alcance mundial en un país musulmán.

Parece ser que, para algunos y según para qué cosas, el Islam no siempre es “la religión de la paz”. De hecho, lo es solo cuando ataca a Occidente. Pues bien, para todos esos meapilas y papi-honraos, repito, conviene repasar los méritos de aquellos países dónde no les escandalizaría que se celebrase un mundial, unos  juegos olímpicos o unos juegos florales:

Según la página web de Human Rights Watch, nada sospechosa de “fascismo”, que será de lo que me acuse más de uno (y de una, claro), “el gobierno del presidente Xi Jimping está supervisando la opresión más feroz y total que se haya visto en China en décadas”. “Pekín ha empleado la tecnología como elemento central para la represión (…) y lleva a cabo intromisiones masivas en la privacidad de las personas mediante herramientas como la obtención forzosa de muestras de ADN, para luego recurrir al análisis de mega datos y la inteligencia artificial para perfeccionar sus mecanismos de control. El objetivo es diseñar una sociedad en la que no haya disenso”.[1]

“Las violaciones de derechos humanos —incluyendo torturas, desapariciones forzadas, abusos contra migrantes, ejecuciones extrajudiciales y ataques contra periodistas independientes y defensores de derechos humanos— han continuado durante el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, quien asumió la presidencia en diciembre de 2018”. “Es habitual que en México se torture a detenidos para obtener información y confesiones. La tortura se aplica con mayor frecuencia en el plazo que transcurre entre la detención de las víctimas —a menudo arbitraria— hasta que estas son puestas a la disposición de agentes del Ministerio Público. Durante este periodo, las víctimas suelen ser mantenidas incomunicadas en bases militares o en centros de detención ilegales. Una ley de 2017 estableció la ilegalidad de usar confesiones obtenidas mediante tortura como pruebas en procesos penales. Sin embargo, las autoridades no suelen investigar las denuncias de torturas” [2]

“Los cubanos que critican al gobierno siguen expuestos a la amenaza de ser perseguidos penalmente. No se les brindan un debido proceso, como el derecho a ser oídos en audiencias públicas y con las correspondientes garantías por un tribunal competente e imparcial. En la práctica, los tribunales están subordinados al poder ejecutivo y al legislativo”. “Las prisiones del país en general están sobrepobladas. Los presos son obligados a trabajar jornadas de 12 horas y reciben castigos si no cumplen las cuotas de producción preestablecidas, según informaron expresos políticos. No existe en la práctica un mecanismo a través del cual los detenidos puedan presentar reclamos por abusos. Aquellos que critican al gobierno, emprenden huelgas de hambre o recurren a otras formas de protesta a menudo son encerrados en celdas de aislamiento durante extensos períodos y sufren golpizas, restricciones a las visitas familiares y denegación de atención médica” [3]

Lo digo por si alguno de esos que se la cogen con papel de fumar para ir a Qatar, dijeron algo cuando se han celebrado en Cuba distintos eventos deportivos o culturales. O de que se celebre el abierto Mexicano de Tenis, la fórmula 1 o distintos torneos de la NBA. También estaría bien saber si Rod Stewart, Dua Lipa o Shakira hubieran acudido, de haber sido invitados, a cantar en las olimpiadas de Pekín “Together for a shared future”. A lo mejor eso sí, porque con ayuda de la tecnología…



[1] https://www.hrw.org/es/news/2020/01/14/el-gobierno-chino-representa-una-amenaza-global-para-los-derechos-humanos

[2] https://www.hrw.org/es/world-report/2021/country-chapters/377395

[3] https://www.hrw.org/es/world-report/2021/country-chapters/377428


viernes, 18 de noviembre de 2022

"YO HE VISTO COSAS QUE VOSOTROS NO CREERÍAIS..."

 

"Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. Atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir". Son palabras del  replicante Roy Batty, en la película Blade Runner (1982). Poco suponía Ridley Scott en 1982 el significado  que esas palabras tendrían cuarenta años después. Poco suponía que lo que entones era completamente normal, en  2019, momento en que se sitúa la acción de la película, iba a ser tan increíble. Lo mismo que en 2022.

Yo he visto camareros vestidos de blanco, con una chaqueta planchada y con aspecto limpio, en lugar de vestir negro luto.

Yo he visto niños viajar solos en el metro, sin miedo a lo que pudiera pasar, porque nunca pasaba nada.

Yo he visto a enfermeras llamando de usted a los pacientes mayores y a dependientes llamando de usted a sus clientes.

He visto a niños, jóvenes y adultos, levantarse para ceder el sitio a personas mayores,  lisiadas o embarazadas, en el metro y en el autobús. Incluso sin tener sitio reservado para ellos. También he visto a señoras que daban las gracias cuando les cedían el sitio, en lugar de insultar. Podéis creer además que en esos autobuses no había aire acondicionado, por loque no hacía falta que nadie abriese la ventana para que no funcionase y todo el mundo se ahogara. Estaba siempre abierta.

He visto, incluso, películas donde había un protagonista blanco que salvaba a una chica blanca y esta se enamoraba de él. Películas en las que no había un “colectivo” protagonista, con diversidad racial y sexual.

Incluso he visto, no podréis creerlo, a perros felices que no necesitaban dormir en una cama, subirse a un sofá, vestirse, ir a la peluquería, cortarse las uñas ni hacerse ecografías. Perros que podían pasar horas royendo un tuétano y que se callaban si su amo se lo decía.

También había niñas jugando a la comba, sin necesidad de que su profesora les obligara a que los niños también jugaran. Si además ellos preferían jugar a los vaqueros, no eran tachados de machistas. Mientras, las niñas cantaban canciones como

María Tacón, taconeando

pisó un ratón,

le sacó las tripas y se las comió

Y no eran empujadas al despacho del psicólogo, ni intervenía la autoridad escolar, ni llamaban a sus padres para ponerles la cara colorada. Eso solo pasaba si les faltaban el respeto a las profesoras. Lo que era un juego se consideraba un juego, y no se han descrito casos de niñas que se comiesen los ratones después de jugar a la comba, ni de niños que dispararan a otros niños después de jugar a indios y vaqueros.

Los viajes en coche, sobre todo si eran en verano, eran el gran acontecimiento del año. No había cinturones de seguridad ni aire acondicionado, pero en un asiento de escay, de no más de metro y medio de ancho y a 38̊ C, cabían cinco y hasta seis niños y a nadie se le ocurría quejarse del calor. Era verano y tenía que hacer calor, por eso ibas a la playa. Cuando salías a la carretera, veías a gente en moto sin casco, y hasta a jóvenes haciendo auto stop sin miedo a ser secuestradas, violadas y asesinadas. Simplemente, les salía más barato que el tren.

También podías ver en la carretera a ciclistas que no iban vestidos de marciano; a niños patinando sin necesidad de ir acorazados. Si se caían una vez, la segunda no ocurría. Y si ocurría, agua oxigenada, mercromina y tiritas. Pero desde luego nadie dejaba de patinar ni de montar en bicicleta por eso.

Todo aquello era posible porque los padres no admiraban a sus hijos, sino que los educaban: los niños se callaban cuando hablaban los padres y no al revés; los jóvenes se sentaban con los pies en el suelo y no en la silla; e incluso, si los padres iban a ver un partido de fútbol en el que participaba su hijo, lo hacían sentados y callados, y al final felicitaban al niño y daban las gracias al entrenador. Yo lo he visto, puedo jurarlo.

En las casas había un teléfono y estaba en el salón, donde toda la familia estaba viendo la televisión. De manera que, si tenías que hablar con la que te gustaba de tu clase, ya podías andar ligero… Eso, si la película que ponían en el único canal que realmente había, no aparecía con dos rombos, que entonces te tenía que ir a la cama porque “no era tolerada”. Es decir, no era para niños, normalmente porque aparecían besos apasionados o conversaciones que los niños “no entendían”.

Por último, en aquél extraño mundo, los profesores no eran amiguitos de sus alumnos, sino sus maestros. Se entraba en fila en clase, y había que llamarles don o doña y de usted, sin que eso supusiera merma alguna en la autoestima del niño no de sus padres. Incluso estos, daban la razón al profesor cuando este amonestaba o prevenía al niño de alguna manera.

No era el mundo ideal, pero era todo más previsible.

miércoles, 9 de noviembre de 2022

Niñatos justicieros

 

Parece ser que, a rebufo del éxito que supuso que una niñata sin estudios, con graves problemas psicológicos y convenientemente manipulada por sus padres, saliera a dar lecciones a los supuestos “dirigentes mundiales”, y estos agachasen las orejas, han surgido muchos más niñatos-predicadores consentidos. Pero ahora no se limitan a dar lecciones, sino que tienen que atentar contra el patrimonio cultural. Y digo bien, patrimonio cultural porque cada obra de un maestro que está colgada en un museo es un tesoro de todos, insustituible y digno de ser puesto a salvo para las siguientes generaciones.

Pero toda esta panda de vagos, que no han pegado un palo al agua en su vida, considera que ese valor no es nada al lado de lo que a ellos les importa, que es asumir la defensa del planeta, del clima, de las focas o de la madre de Tarzán. Es decir, chillar, patalear, insultar… todo menos trabajar para vivir. Por muchas razones que tengan estos energúmenos, no tienen ningún motivo, ni mucho menos justificación para destruir el patrimonio de todos. Menos aun cuando es una joya insustituible.  No hay forma humana de justificar la destrucción, bien sea efectiva o en grado de tentativa, de nada para llamar la atención sobre ningún problema. Yo no puedo pegarle fuego al kiosco de periódicos de al lado de mi casa porque no esté de acuerdo con las multas de tráfico; ni puedo hundir un barco para llamar la atención sobre el problema de la falta de pastos para mis vacas. En ambos casos, sería considerado con toda razón un delincuente. Con el agravante de que el valor de un barco o de un quiosco de prensa es infinitamente menor que el de un cuadro de Van Gogh o de Goya. Pero ellos no le entienden, claro. Ni han estudiado, ni sus papás han consentido jamás que alguien les obligara a estudiar, a esforzarse, ni a entender el valor de una obra de arte. Para ellos es solo algo en lo que se fija mucha gente y que sirve para llamar la atención sobre sus fines. Por lo general son "pringaos" que se creen que han encontrado una causa, no por la que luchar, sino para justificar su salvajismo.

No hay fin que disculpe estas salvajadas. Si hay algo que distingue la civilización de la barbarie, es la resolución de los conflictos por la vía pacífica. Es decir, evitar que nadie pueda imponer sus criterios por la fuerza, utilizando la violencia en cualquiera de sus versiones. Con el agravante de que, para llegar a este punto, los países considerados civilizados hemos tenido que pasar por muchos conflictos, muchas persecuciones, guerras y asesinatos. Algún respeto merecerá el recuerdo de los que se han dejado la piel por el camino, para que nosotros podamos vivir en paz. Y dese luego, ese respeto pasa por no permitir a nadie tomarse la justicia por su mano, por mucho que esto emociones sus papás cuando lo ven.

Si no acabamos con ellos, ellos acabarán con la civilización. Una civilización en la que no pueden tener sitio, a no ser que sean debidamente sancionados, cumplan su pena y se reintegren a la sociedad sin ganas de volver a delinquir. Es sencillo, pero parece entenderlo muy poca gente. Y menos aún, los presuntos “líderes mundiales”. Esos son los peores.