miércoles, 26 de abril de 2023

HAY QUE PLANTARLES CARA

 

Si uno repasa la inmensa cantidad de libertad que hemos perdido desde que los que fuimos jóvenes en los ochenta y los noventa dejamos de serlo, le dan ganas de coger un garrote y liarse a garrotazos. En nombre de la Santísima Trinidad Progresista (Pacifismo, Ecología y Feminismo), han segado una a una todas nuestras costumbres, desde el más pequeño detalle hasta las iniciativas particulares más elementales. Desde comer con un salero y una botella de aceite encima de la mesa, pasando por fumar donde te diera la gana, con la única limitación de respetar a menores, enfermos, personas mayores y espacios cerrados; a que te prohíban comprarte el coche que te dé la gana, si puedes pagarlo. Antes que alguien me suelte los perros, aclaro que no estoy defendiendo la imposición de los fumadores sobre los no fumadores, sino la libertad de elegir. Por ejemplo, que el dueño de un restaurante sea quien decida si se puede fumar o no se puede fumar en su local, asumiendo las consecuencias sobre su facturación. Asunto suyo, en todo caso. Y que sea el cliente quien decida si entra o no entra en su local. No parece tan difícil.

Pero esto no va de poder fumar en los bares, es algo mucho más grave: es el auténtico Gran Hermano. No el de encerrar a unos cuantos jóvenes en una casa para mirar cómo copulan, sino el que describió George Orwell en su novela “1984”. El de un estado omnipresente que te vigila en la calle, en el trabajo, en la playa y hasta en tu propia casa. Ese que te obliga a auto censurarte: a no decir, a no ver, a no oír, a no hablar, a no mirar… por si acaso. Y es que, si hay algo más insoportable y humillante que la censura, es la auto censura, el hacerte tener miedo de ti mismo, de no pensar como “debes” pensar. Algo tan humano como decir que no quieres que tus hijos sean educados en unos principios que ni compartes ni te perecen correctos, y que además encuentras nocivos para ellos. Que le puedan decir a tu hijo de diez, once o doce años que lo que realmente le pasa es que se siente mujer. O a tu hija de catorce que es un bicho raro porque todavía no se ha acostado con nadie. Que cualquier profesor o profesora mamarrachos, les puedan poner la cara colorada delante de sus compañeros, porque en una redacción cuenten lo orgullosos que están de haber ido por primera vez de caza con su padre o a los toros con su abuelo. O de que su bisabuelo muriese en la guerra de Cuba. Si es que todavía se hacen redacciones, que me temo que no.

Hay que plantar cara a estos tipos, que no son de izquierdas ni de derechas sino de todas las opciones políticas y religiosas posibles. Que no son de aquí ni de allá sino de todas partes. De toda Europa, en concreto, que es el lugar en el que con mayor motivo debemos avergonzarnos de nuestra Historia, de nuestra cultura y de nuestras costumbres, porque los que nunca han alcanzado nuestro nivel de civilización pueden ofenderse. Son seguidores de ridículas pero diabólicas “agendas” en las que nos dictan cómo, cuándo y cuánto podemos actuar. Qué podemos o no podemos hacer con nuestras vidas, con las de nuestros hijos y con nuestro dinero; qué podemos pensar y qué podemos decir. Que dejen de escupirnos a la cara diciéndonos que pertenecemos a una especie depredadora, que es la única que sobra en el planeta, o que lo mejor que podemos hacer cuando alguien nos ataque, es bajar los brazos en nombre de la paz. De una paz construida por ellos y basada en la abulia y la cobardía de quien se cree que lo tiene todo sin tener derecho a ello, y que teme perderlo. Que dejen de enfrentarnos a nuestras mujeres, a nuestras madres, a nuestras hijas y a nuestras amigas, y de presentarnos ante de ellas como violadores, acosadores y depredadores sexuales.

Ya está bien, acabamos con ellos o ellos acaban con nosotros. Y no estoy llamando a  ninguna revolución o acto violento sino a la resistencia pasiva. A no pagar productos o servicios que se anuncien como salvadores del planeta, por ejemplo. O productos que se anuncien presentando a un hombre pánfilo, admirado de lo lista que es su mujer. A no ver películas donde el “protagonista” sea un colectivo de un blanco sumiso, una pareja gay de un negro y un hispano y una mujer listísima que lo arregla todo. Hay muchas maneras de oponerse, pero sobre todo, eligiendo en qué nos gastamos nuestro dinero. En todo caso, deseche toda esperanza quien crea que cambiando el Gobierno o votando a otro partido, esto se va a revertir. No es así por dos motivos: primero, porque ya se ha demostrado una vez que no es así; y segundo, porque es igual en toda Europa, gobierne quien gobierne. No depende de los gobiernos, me temo que viene de más arriba.

Gonzalo Rodríguez-Jurado Saro

miércoles, 12 de abril de 2023

¡Que no es el cambio climático!

 

Hace no más de un mes, ha tenido lugar una oleada de incendios en Asturias que han llegado a sumar hasta ciento treinta y cinco, con una superficie quemada en torno a las veinte mil hectáreas. Para quien no ande muy fuerte en matemáticas, el estadio Santiago Bernabéu de Madrid no llega a una hectárea: una hectárea son diez mil metros cuadrados y el Bernabéu mide nueve mil. A la espera de datos oficiales definitivos, las autoridades estiman que el ochenta por ciento de estos incendios han sido provocados por el hombre (y la mujer, para no salirme del rebaño). De ellos, más del noventa por ciento, de manera intencionada.

En estas circunstancias avergüenza, escandaliza e indigna a partes iguales, que cuando hayan puesto un micrófono delante de los hocicos a cualquier político, gobernante o mindundi, haya tenido que vomitar la perorata del cambio climático, incluido el Presidente del Gobierno. Son los mismos que han hecho leyes contra la limpieza del monte, contra la ganadería, contra la agricultura y contra la caza, y las han impuesto a machamartillo en todo el territorio nacional. Leyes que afectan a sierras, a llanos, a sembrados, a dehesas y a barbechos. Leyes, en fin, que no solo impiden la limpieza del monte, de los restos de siega o del barbecho, sino además prohíben a los animales alimentarse, condenándolos a un sacrificio inútil. Leyes que imponen absurdas regulaciones pretendidamente destinadas a procurar el bienestar animal, creyendo que los animales necesitan las mismas comodidades que los seres humanos, como espacio entre ellos, paseos diarios, etc. Y sí, he dicho bien, creyendo, no sabiéndolo.

Porque estas siniestras regulaciones anti agricultura, anti ganadería, anti pesca, anti campo y anti libertad vienen impuestas por cuatro niñatos que nacieron y se criaron en las grandes ciudades. Que uno dos, tres o quince días salieron de excursión a la sierra con los de su barrio y lo pasaron tan bien que decidieron que eso era lo suyo. Muchos de ellos incluso leyeron algo y la mayoría se dedicó a informarse sobre el tema en internet. Y allí descubrieron los textos de los mismos niñatos de California, Alemania o Francia que ante la falta de problemas en los años setenta, se habían inventado una pretendida destrucción inminente del planeta. Y que ante el vacío ideológico creado por la caída del Muro de Berlín en la izquierda, esta puso todo su aparato de propaganda y subvenciones a su servicio, para mantenerse vivos mutuamente. A día de hoy, el planeta sigue vivo y goza de buena salud, nadie ha conseguido demostrar que las variaciones del clima supongan un verdadero problema, ni mucho menos que tengan un origen antropogénico. O sea, que sean provocadas por el hombre. Pero el monte se puede seguir quemando porque así podemos culpar al cambio climático, aunque  se demuestre que el fuego ha sido provocado.

El otro día, cuando daban la noticia de los incendios, la estaba viendo con un amigo, hijo de un pastor de Ciudad Real, de un pueblo cercano ya a Sierra Morena y vecino precisamente del de la ministra Portavoz del Gobierno. Solo me hizo un comentario pero no le hizo falta decir más: “si nos dejaran quemar solo lo que hay que quemar…” Efectivamente, desde hace cientos de años el bosque se cuida quemando la leña que cae al suelo, recogiéndola para calentar las casas y encender las cocinas; o metiendo a los animales para que arranquen la hierba que de otra manera se convertiré en yesca para verano; o cortando las ramas bajas… o como quiera que cada uno siga las tradiciones centenarias de su pueblo o de su comarca para mantener el bosque. Para vivir de él y para conservarlo vivo cuando algún hijo de su madre o algún despistado le prenda fuego.

El verano pasado, más terrorífico que el anterior y menos que el que viene, había que oír hablar a todos los periodistas y jefes de clanes ecologistas, que habían descubierto el concepto de “incendios de segunda generación”. Esto no es otra cosa que incendios cada vez más frecuentes y voraces, pero no porque los incendios sean hijos de otros incendios, sino sencillamente porque los bosques tienen cada vez más combustible que quemar.  Pero parece que si decimos que son de “segunda generación” nos preocupamos más por el tema, aunque no hagamos absolutamente nada útil al respecto…

En octubre hablamos.


Gonzalo Rodríguez-Jurado Saro

viernes, 10 de marzo de 2023

La religión climática

 

Desde que el mundo es mundo, y desde que su más poderoso habitante es el Homo Sapiens, en su variante Sapiens Sapiens, este ha mantenido una constante lucha entre intentar buscar explicación racional a todo lo que ocurre a su alrededor; o atribuirle una explicación mágica. En esas circunstancias surge la Religión o por decirlo mejor, las religiones, capaces de lo más grande y lo más miserable. Desde evitar que la conquista de medio mundo, se realice por la fuerza, la explotación y el exterminio de sus habitantes, hasta justificar los asesinatos y la eliminación física de centenares de miles de personas. Siempre el ser humano ha buscado en lo divino la justificación para sus mayores hazañas y para sus más miserables vilezas. Y siempre, cómo no, ha habido quien ha estado dispuesto a justificar en nombre de la divinidad todas esas hazañas y todas esas miserias. Porque donde hay alguien dispuesto a creer lo que otro le dice si es para justificar sus actos, hay alguien dispuesto a decirle lo que quiere oír. De hecho, lo de justificar cualquier cosa en nombre de la divinidad, sobre todo si así se apoya al poderoso, es una profesión desde hace milenios y se llama religión oficial. Si mi poder viene de Dios y yo gobierno en su nombre, nada de lo que haga puede ser criticado, así que a callar.

Ese poder divino se ha llamado unas veces faraón, otras emperador, otras inca, otras zar, otras revolución, otras raza… y últimamente parece que se llama Planeta. Nada de lo que se haga para favorecer a la divinidad puede ser cuestionado bajo pena de ser señalado, apartado, acusado de traidor y estigmatizado. Y para eso siempre ha habido una élite sacerdotal que decide quién es buen creyente y, por tanto, quién está autorizado a vivir en paz y a disfrutar de las ventajas y la protección de su civilización. Los que queden fuera tendrán que apañarse solos.

En estas circunstancias, si la casta sacerdotal dice que Nuestro Padre Planeta está en peligro por nuestros pecados, porque nuestro comportamiento egoísta ha hecho que el clima cambie, a ver quién tiene narices para decir lo contrario. Más aún, en nuestro propio ser está el pecado original de haber nacido, ya que la especie humana es la única que le sobra a Nuestro Padre Planeta. Pero es que la cosa va más lejos aún: la culpa la tenemos, no solamente por haber nacido en la especie depredadora que destruye a Nuestro Padre Planeta sino, además, cada uno de nosotros individualmente con nuestro comportamiento. Somos agresivos, egoístas y soberbios, por eso todo lo que hagamos para redimir nuestras culpas será insuficiente: el clima ya está alterado por nuestra culpa y nada de lo que hagamos va a poder redimirnos. Como mucho, dejar de evolucionar hacia una destrucción segura.

Ahora bien, no se le ocurra a usted preguntar cómo se supone que debería ser el clima. Me explico, no pregunte usted dónde pone que, en tal fecha del año, en tal lugar, tiene que hacer tal clima: llover, nevar o hacer viento. Le responderán que “los expertos” dicen que esto es así “de siempre” y que ahora ya no lo es. Pero no le dirán que ese “de siempre” no tiene más de ochenta o noventa años, porque antes no hay ni un solo registro de clima; no le dirán que en ninguna parte pone cómo tiene que ser el clima en cada momento y en cada lugar, porque el clima depende de tantísimas variables que es imposible determinarlo; no le dirán que hemos pasado cuatro glaciaciones en las que el planeta se ha congelado completamente, y sus respectivos calentamientos globales para volver a hacer la Tierra habitable; no le dirán que detrás de esa penitencia que debemos auto infligirnos, renunciando a nuestro progreso, nuestra comodidad y la de nuestros hijos, hay intereses nada ocultos que no se basan solo en el enriquecimiento, sino en nuestro sometimiento a base de arruinarnos… No le dirán nada de eso, solamente le dirán que es usted culpable. Así son muchas religiones.

jueves, 12 de enero de 2023

Las niñas burladas

 

A estas alturas del recién estrenado año, me debato entre si me interesan menos los cuernos de la hija de Isabel Preysler, o los de Shakira. Tarea inútil, por otra parte: pongas la emisora que pongas de radio, de televisión o consultes el periódico que consultes en internet, recibirás un caudal interminable de opiniones sobre ambas “noticias”. Al parecer, son muchísimo más importantes que el hecho de que nos estemos ahogando en el fango como país, como continente y como mundo.

Reconozco que lo preocupante no es que estas dos ciudadanas tengan interés en contar su vida privada, he visto cosas muchísimo más soeces, sino que haya a quien le interese. Y no solo eso, sino que haya tanta gente a la que le interese y que esté dispuesta a opinar, a debatir y hasta reñir, como para que estos dos asuntos, aparentemente tan nimios, ocupen el lugar que ocupan en el orden de importancia de las noticias. Lo realmente preocupante es ver hasta qué punto nos hemos convertido en un rebaño amorfo, huidizo y manipulable por los ladridos de cualquier perro pastor.

Entre otras cosas, si cada uno de estos dos casos fuera el del hijo de un famoso marqués y una señora cuyos otros hijos fueran de un cantante internacional y de un ministro de Hacienda, y que anduviera con un premio Nobel; o de un cantante burlado por una deportista, la cosa no tendría mayor recorrido. Pero son mujeres. Y ya se sabe que ese hundimiento en el fango que sufrimos como país, como continente y como mundo, tiene mucho que ver con que los únicos derechos importantes sean los de las mujeres, los de los homosexuales y los de los animales. Y claro, en esas circunstancias, un marido burlado es un cornudo; mientras que una mujer burlada es una víctima del machismo, de la sociedad, de la Religión y de dos mil años de opresión.

Personalmente, creo que las rabietas de gata herida están muy bien para las adolescentes, pero una señora que se precie de serlo no airea sus problemas privados. Menos aún para hacer negocio, claro. Como tampoco me parece muy elegante lo de ir a contar a los medios de comunicación lo feliz que eres, porque tu parrandero garañón ha vuelto después de ponerte los cuernos ante toda España. Pero, en fin, insisto en que esos son asuntos privados que no me interesan. Lo realmente preocupante, en mi opinión, es que la figura del “famoso” haya alcanzado la importancia que ha alcanzado en nuestra sociedad. El famoso, en otros tiempos más racionales, lo era porque era un cantante, un actor, un torero o un marqués, este último importante no por ser marqués sino por algún mérito específico. Al “mortal” le gustaba sentirse cerca de sus personajes admirados, compartir sus éxitos y saber que también podían sufrir como cualquiera. Y en todo caso, el estar delante de los objetivos les condicionaba para vivir -o aparentar vivir- una serie de comportamientos, mayoritariamente considerados éticos, o al menos estéticos. Ahora lo que atrae es el morbo, el saber que sufren y poder opinar que se lo merecen. Desde el momento en que lo anti ético pasó a ser “rompedor”, original o innovador; y lo anti estético arte, nos hemos precipitado por una peligrosa pendiente en la que prácticamente todo vale. El problema es que lo que más vale es lo que menos interesa, y que lo que más interesa es lo que menos vale. Y así nos va, claro.

Gonzalo Rodríguez-Jurado Saro


viernes, 2 de diciembre de 2022

EN DEFENSA DE LA MORAL

 

Ha pasado casi desapercibida entre el aluvión de noticias que a diario nos abruman, una que creo que tiene la suficiente entidad y gravedad como para pararse en ella: En estos días, desde el Gobierno de España se ha ejercido la censura sobre la obra de un artista. Sin el menor recato, el Ministerio de Igualdad ha hecho saber a un productor de vino que le multaría si no cambiaba la etiqueta de uno de sus vinos, en la que aparece el cuadro de un pintor catalán, que representa una parte del cuerpo de una chica en bikini. Así, sin más. No quiero ni pensar lo que hubiera ocurrido si ese ministerio hubiera estado dirigido por una ministra de Vox, del PP o de Ciudadanos. Pero no, es ella, es la niña mimada del Gobierno, que puede hacer mangas y capirotes, y pasarse la Constitución por el arco del triunfo. Solo en una mente muy reprimida y tarada se puede imaginar que el desnudo tiene otro fin que el meramente estético. A no ser que quien lo haga, lo haga con fines meramente sexuales, a modo de provocación o de incitación a otra persona, cosa que tampoco es asunto de la ministra. Vamos, que no le pagamos para que nos diga lo que podemos hacer con nuestro cuerpo. Para ella, el desnudo es una cosificación (¡vaya palabreja!) del cuerpo de la mujer y es ella, con nuestro dinero, la que tiene que venir a educarnos.

Pues permítame Su Excelencia que le señale unos cuantos cuadros, patrimonio de todos los españoles y presentes en el museo de El Prado, que sin duda “cosifican el cuerpo de la mujer”. Podemos empezar por la Maja Vestida y la Maja Desnuda de Goya que, aunque usted no lo sepa, tenían como objeto ser un juego erótico-festivo para deleite del Jefe del Gobierno, Manuel Godoy y sus amigos. Sugiero también a Su Excelencia que recurra a un pintor como aquél que utilizó el Papa Pablo IV en el Renacimiento, para cubrir los desnudos impúdicos de Miguel Ángel. Se llamaba Daniele Riciarelli de Volterra, pero desde entonces fue conocido como Il Braghetone por su hazaña. Y como intuyo que entre su enjambre de asesoras no hay ninguna que domine la Historia del Arte, me permito pasarle una lista de obras que cumplen todos los requisitos para ser censurados por Su Excelencia:

- La siesta, de Joaquín González Isabeta, pura provocación

- Andrómeda encadenada, anónimo: encadenada, no le digo nada.

- Andrómeda y el dragón, de Luca Giordano, también encadenada y con varios hombres señalándola “cosificándola”, como diría Su Excelencia

- El primer beso, de Salvador Viniegra: una mujer desnuda se echa sobre un hombre desnudo en el bosque para besarle, al muy…

- Inocencia, de Pedro Sáenz Sáenz: una niña desnuda, en una postura que tendría Su Excelencia que ver.

- La casta Susana en el baño, de Eusebio Valdeperas, qué le voy a contar.

- El triunfo de Baco, de Paolo Domenico Finoglia. Pa’ meterlos a todos en la cárcel, oiga.

- Diana y sus ninfas sorprendidas por sátiros, de Pedro Pablo Rubens ¿le suena? Pues se lo digo porque eso no puede estar en nuestros museos. No nos representa.

- Baco y Ariadna, de Erasmus Quellinus. Pues no le digo nada, pero Baco está “cosificando” a Ariadna por la retaguardia.

- Venus y un sátiro, de Annibale Carracci. Ya se sabe los “cosificadores” que son los sátiros.

- Mujer al salir del baño, de Eduardo Rosales. Este era un pervertido, oiga. No le digo más.

- Eva, de José Marcelo Contreras, pura “cosificación”.

- Desnudo de mujer, de Ignacio Pinazo Camarlench… y no tan mujer, más bien niña.

- Venus recreándose en la música, de Tiziano. Aunque es más bien el músico quien se recrea en Venus, el muy pervertido machirulo.

- Desnudo de mujer, también de Ignacio Pinazo Camarlench. Inadmisible, sencillamente.

- La perla y la ola (fábula persa), de Paul-Jacques-Aimé Baudry. Pa’ habernos matao

- La odalisca, de César Álvarez Dumont. Nada menos que una odalisca ¿cabe mayor “cosificación” de la mujer?

- Una esclava en venta, de José Jiménez Aranda. Pues no le digo nada, una mujer desnuda, sentada en el suelo con el precio colgando de su cuello.

- La casta Susana, de Francisco Maura y Montaner. Dos viejos machirulos miran a una joven desnuda.

- Apolo persiguiendo a Dafne, de Theodor Van Thulden. Esas cosas que tenían los dioses, hasta que ustedes llegaron al Gobierno…

- Crisálida, de Pedro Sáenz Sáenz. Un niña pequeña con su aro, desnuda y “cosificada” al máximo por este pervertido…

- Nube de verano, de Antonio García Mencía. Le recomiendo que no lo vea…

Así podía seguir horas y horas, páginas y páginas, museos y museos, tanto españoles como extranjeros. Pero estoy tranquilo porque sé que Su Excelencia, con su equipo de “vigilantas” de la moralidad y las buenas costumbres, están haciendo todo lo que pueden para redimirnos de nuestras costumbres bárbaras. Muchas gracias.

 

martes, 22 de noviembre de 2022

El escándalo de Qatar

Con el final de la II Guerra Mundial se estableció un nuevo orden mundial basado en el equilibrio de dos grandes bloques: el capitalista, cuyo objetivo era la libertad, para lo que se exigía un escrupuloso respeto de los derechos humanos; y el socialista, cuyo objetivo era la igualdad, para lo que todos los derechos quedaban sometidos a este presunto bien superior. En ese ambiente, se desarrolló un equilibrio mundial basado en el respeto y la disuasión mutuas. Es decir, ni unos podían reclamar la libertad de los otros porque tenían de frente un buen arsenal nuclear; ni los otros podía pedir lo que llamaban “justicia social” para los unos, porque tenían enfrente la misma papeleta. En esas circunstancias, hubo que apuntalar un sistema de resolución de conflictos por vía pacífica que cristalizó en la ONU, con sus virtudes y sus defectos, que son muchos. Así, había que sentarse a negociar de igual a igual, con auténticos asesinos en masa, dictadores, ladrones, explotadores de sus pueblos, etc. dándoles carta de naturaleza como iguales. De esa manera, con algunas excepciones, el mundo vivió un largo período, si no de paz, sí al menos de tranquilidad.

Con el hundimiento de uno de los bloques se inicia un proceso de reequilibrio mundial que hoy en día no parece haber terminado de cuajar. En ello andamos. Sin embargo, ya ni los que exigían igualdad parecen estar interesados en el tema, ni los que exigían libertad parecen tener una misma idea de lo que entonces se consideraba libertad, es decir derechos humanos, garantías judiciales, elecciones libres, etc. Parece ser que hora, los únicos derechos importantes son los de las mujeres, los de los homosexuales y los de los animales. Y claro, en esas circunstancias parece normal que muchos meapilas y papi-honraos se escandalicen porque se organice un evento de alcance mundial en un país musulmán.

Parece ser que, para algunos y según para qué cosas, el Islam no siempre es “la religión de la paz”. De hecho, lo es solo cuando ataca a Occidente. Pues bien, para todos esos meapilas y papi-honraos, repito, conviene repasar los méritos de aquellos países dónde no les escandalizaría que se celebrase un mundial, unos  juegos olímpicos o unos juegos florales:

Según la página web de Human Rights Watch, nada sospechosa de “fascismo”, que será de lo que me acuse más de uno (y de una, claro), “el gobierno del presidente Xi Jimping está supervisando la opresión más feroz y total que se haya visto en China en décadas”. “Pekín ha empleado la tecnología como elemento central para la represión (…) y lleva a cabo intromisiones masivas en la privacidad de las personas mediante herramientas como la obtención forzosa de muestras de ADN, para luego recurrir al análisis de mega datos y la inteligencia artificial para perfeccionar sus mecanismos de control. El objetivo es diseñar una sociedad en la que no haya disenso”.[1]

“Las violaciones de derechos humanos —incluyendo torturas, desapariciones forzadas, abusos contra migrantes, ejecuciones extrajudiciales y ataques contra periodistas independientes y defensores de derechos humanos— han continuado durante el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, quien asumió la presidencia en diciembre de 2018”. “Es habitual que en México se torture a detenidos para obtener información y confesiones. La tortura se aplica con mayor frecuencia en el plazo que transcurre entre la detención de las víctimas —a menudo arbitraria— hasta que estas son puestas a la disposición de agentes del Ministerio Público. Durante este periodo, las víctimas suelen ser mantenidas incomunicadas en bases militares o en centros de detención ilegales. Una ley de 2017 estableció la ilegalidad de usar confesiones obtenidas mediante tortura como pruebas en procesos penales. Sin embargo, las autoridades no suelen investigar las denuncias de torturas” [2]

“Los cubanos que critican al gobierno siguen expuestos a la amenaza de ser perseguidos penalmente. No se les brindan un debido proceso, como el derecho a ser oídos en audiencias públicas y con las correspondientes garantías por un tribunal competente e imparcial. En la práctica, los tribunales están subordinados al poder ejecutivo y al legislativo”. “Las prisiones del país en general están sobrepobladas. Los presos son obligados a trabajar jornadas de 12 horas y reciben castigos si no cumplen las cuotas de producción preestablecidas, según informaron expresos políticos. No existe en la práctica un mecanismo a través del cual los detenidos puedan presentar reclamos por abusos. Aquellos que critican al gobierno, emprenden huelgas de hambre o recurren a otras formas de protesta a menudo son encerrados en celdas de aislamiento durante extensos períodos y sufren golpizas, restricciones a las visitas familiares y denegación de atención médica” [3]

Lo digo por si alguno de esos que se la cogen con papel de fumar para ir a Qatar, dijeron algo cuando se han celebrado en Cuba distintos eventos deportivos o culturales. O de que se celebre el abierto Mexicano de Tenis, la fórmula 1 o distintos torneos de la NBA. También estaría bien saber si Rod Stewart, Dua Lipa o Shakira hubieran acudido, de haber sido invitados, a cantar en las olimpiadas de Pekín “Together for a shared future”. A lo mejor eso sí, porque con ayuda de la tecnología…



[1] https://www.hrw.org/es/news/2020/01/14/el-gobierno-chino-representa-una-amenaza-global-para-los-derechos-humanos

[2] https://www.hrw.org/es/world-report/2021/country-chapters/377395

[3] https://www.hrw.org/es/world-report/2021/country-chapters/377428


viernes, 18 de noviembre de 2022

"YO HE VISTO COSAS QUE VOSOTROS NO CREERÍAIS..."

 

"Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. Atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir". Son palabras del  replicante Roy Batty, en la película Blade Runner (1982). Poco suponía Ridley Scott en 1982 el significado  que esas palabras tendrían cuarenta años después. Poco suponía que lo que entones era completamente normal, en  2019, momento en que se sitúa la acción de la película, iba a ser tan increíble. Lo mismo que en 2022.

Yo he visto camareros vestidos de blanco, con una chaqueta planchada y con aspecto limpio, en lugar de vestir negro luto.

Yo he visto niños viajar solos en el metro, sin miedo a lo que pudiera pasar, porque nunca pasaba nada.

Yo he visto a enfermeras llamando de usted a los pacientes mayores y a dependientes llamando de usted a sus clientes.

He visto a niños, jóvenes y adultos, levantarse para ceder el sitio a personas mayores,  lisiadas o embarazadas, en el metro y en el autobús. Incluso sin tener sitio reservado para ellos. También he visto a señoras que daban las gracias cuando les cedían el sitio, en lugar de insultar. Podéis creer además que en esos autobuses no había aire acondicionado, por loque no hacía falta que nadie abriese la ventana para que no funcionase y todo el mundo se ahogara. Estaba siempre abierta.

He visto, incluso, películas donde había un protagonista blanco que salvaba a una chica blanca y esta se enamoraba de él. Películas en las que no había un “colectivo” protagonista, con diversidad racial y sexual.

Incluso he visto, no podréis creerlo, a perros felices que no necesitaban dormir en una cama, subirse a un sofá, vestirse, ir a la peluquería, cortarse las uñas ni hacerse ecografías. Perros que podían pasar horas royendo un tuétano y que se callaban si su amo se lo decía.

También había niñas jugando a la comba, sin necesidad de que su profesora les obligara a que los niños también jugaran. Si además ellos preferían jugar a los vaqueros, no eran tachados de machistas. Mientras, las niñas cantaban canciones como

María Tacón, taconeando

pisó un ratón,

le sacó las tripas y se las comió

Y no eran empujadas al despacho del psicólogo, ni intervenía la autoridad escolar, ni llamaban a sus padres para ponerles la cara colorada. Eso solo pasaba si les faltaban el respeto a las profesoras. Lo que era un juego se consideraba un juego, y no se han descrito casos de niñas que se comiesen los ratones después de jugar a la comba, ni de niños que dispararan a otros niños después de jugar a indios y vaqueros.

Los viajes en coche, sobre todo si eran en verano, eran el gran acontecimiento del año. No había cinturones de seguridad ni aire acondicionado, pero en un asiento de escay, de no más de metro y medio de ancho y a 38̊ C, cabían cinco y hasta seis niños y a nadie se le ocurría quejarse del calor. Era verano y tenía que hacer calor, por eso ibas a la playa. Cuando salías a la carretera, veías a gente en moto sin casco, y hasta a jóvenes haciendo auto stop sin miedo a ser secuestradas, violadas y asesinadas. Simplemente, les salía más barato que el tren.

También podías ver en la carretera a ciclistas que no iban vestidos de marciano; a niños patinando sin necesidad de ir acorazados. Si se caían una vez, la segunda no ocurría. Y si ocurría, agua oxigenada, mercromina y tiritas. Pero desde luego nadie dejaba de patinar ni de montar en bicicleta por eso.

Todo aquello era posible porque los padres no admiraban a sus hijos, sino que los educaban: los niños se callaban cuando hablaban los padres y no al revés; los jóvenes se sentaban con los pies en el suelo y no en la silla; e incluso, si los padres iban a ver un partido de fútbol en el que participaba su hijo, lo hacían sentados y callados, y al final felicitaban al niño y daban las gracias al entrenador. Yo lo he visto, puedo jurarlo.

En las casas había un teléfono y estaba en el salón, donde toda la familia estaba viendo la televisión. De manera que, si tenías que hablar con la que te gustaba de tu clase, ya podías andar ligero… Eso, si la película que ponían en el único canal que realmente había, no aparecía con dos rombos, que entonces te tenía que ir a la cama porque “no era tolerada”. Es decir, no era para niños, normalmente porque aparecían besos apasionados o conversaciones que los niños “no entendían”.

Por último, en aquél extraño mundo, los profesores no eran amiguitos de sus alumnos, sino sus maestros. Se entraba en fila en clase, y había que llamarles don o doña y de usted, sin que eso supusiera merma alguna en la autoestima del niño no de sus padres. Incluso estos, daban la razón al profesor cuando este amonestaba o prevenía al niño de alguna manera.

No era el mundo ideal, pero era todo más previsible.