domingo, 21 de diciembre de 2014

¡A por ellos!

No hace más de cuarenta y ocho horas, un presunto desequilibrado -tampoco se puede llamar locos a los locos- se ha estrellado con su coche, cargado con dos bombonas de butano, contra la sede del Partido Popular. Este atentado, que por no haber tenido afortunadamente excesivas consecuencias, no va a pasar de la anécdota, sí ha puesto de manifiesto en cambio una situación, en mi opinión muy preocupante. La primera cuestión es ¿Qué hubiera ocurrido si el atentado, en lugar de ser contra la sede del Partido Popular hubiera sido contra una sede de Podemos, de Izquierda Unida, de Amaiur o de Esquerra Republicana? ¿Estaríamos haciendo los mismos chistes, gracietas y envíos de caricaturas por el teléfono móvil? Respóndase cada uno lo que estime más creíble.

Esto por una parte, pero lo que realmente me parece mucho más preocupante es la “justificación” que mucha gente encuentra en lo que en mi opinión es un atentado terrorista, tan deleznable y asqueroso como cualquier otro atentado terrorista. Primero resulta que era un empresario al que “habían” arruinado. Por supuesto no se había arruinado él, claro. Después, era un pobre trabajador al que “habían” despedido. Y finalmente no era más que un “desequilibrado”. En todos los casos, tenía una “justificación”. Es decir, como le “habían” hecho algo, se entiende que cogiera un coche y lo estrellara contra un edificio que, de haber deflagrado el butano, se habría venido abajo total o parcialmente. Y se hubiera venido abajo con gente dentro, con el transeúnte que hubiera pasado en ese momento con su bebé en brazos para llevarlo a la guardería o con el de la furgoneta de reparto que pasara por la calle. La segunda pregunta es ¿Cuál es la gracia?

Y es que en mi opinión -creo que ya lo he mencionado alguna vez anterior en Tiroleses-, hay una diferencia fundamental entre los países de origen luterano o calvinista, donde la democracia ha encontrado su acomodo natural en el concepto de responsabilidad individual; y los países de origen católico, donde la democracia naturalmente también está asentada,  pero no solo adolece de ese concepto básico de responsabilidad individual frente al fatalismo de “las cosas son así”, sino que además tienen una fijación bastante incompatible con la responsabilidad individual, que es la de la culpa. Este último concepto, paradójicamente compartido con la izquierda política. Por supuesto y como digo siempre, las generalizaciones son necesariamente injustas y todas tienen honrosísimas -o no- excepciones. Pero en todo caso, obsérvese que un germánico o un anglosajón medio, ante un problema buscan una solución; mientras que un español, portugués, italiano o griego, ante un problema buscan un culpable. Parece que no, pero teniendo un culpable, la cosa se hace mucho más llevadera. Y la solución ya vendrá si tiene que venir. De fuera, por supuesto.

Pues bien, es en ese ámbito en mi opinión en el que se ha gestado una especie de inquina por “los políticos”, especialmente si son del PP o del PSOE. Por TODOS los políticos del PP y del PSOE, dando por sentadas tres cosas: la primera, que son todos iguales y que ellos tienen la culpa de todos los males que nos aquejan; la segunda, que el resto de los políticos son almas cándidas que necesariamente vendrán a redimirnos cuando nos demos cuenta de lo que nos conviene; y la tercera, consecuencia de las dos anteriores, que tanto unos como otros -los del PP y los del PSOE- se merecen todas y cada una de las desgracias que puedan ocurrirles. Da igual que sea en su carrera política, en su economía o en su vida privada. Incluido que les disparen por la calle, que les metan una bomba en su casa o en su despacho o que les saquen de la carretera cuando viajan con su mujer y sus hijos. Después de todo, la Providencia hace justicia a la larga.

Por supuesto, vender una vivienda protegida o una plaza de garaje municipal en contrato privado, alquilar una plaza de aparcamiento para minusválidos, empadronar al niño en casa de los abuelos para elegir el colegio, o declarar pérdidas en el negocio para que me devuelvan en la declaración de IRPF, no es corrupción ¿Cómo va a serlo si lo hace todo el mundo? “Más tonto serías tú si no lo hicieras”…


Gonzalo Rodríguez-Jurado Saro

viernes, 5 de diciembre de 2014

La magia de la Navidad

Vamos a ver si queda clara una cosa: la Navidad no es mágica. De todas las acepciones de “mágico” que tiene el Diccionario de la RAE, la segunda, que lo define como algo “maravilloso y estupendo”, podría ser la única que se aplicase a la Navidad, pero en todo caso no es eso. Creo que ya en un artículo anterior de Tiroleses, hablé de la palabra “mágico” como el comodín que utilizan los que tienen que hablar de algo y no tienen nada que decir al respecto. Y ponía como ejemplo más clásico de esto, la famosa noche “mágica” de los oscar. Es decir,  cuando la gente del cine se reúne para premiar a la gente del cine, ante los aplausos de la gente del cine. Cuando la gente del cine se premia a sí misma, para no alargarnos. Pero es que además también son "mágicas" la noche de Fin de Año, Disneyland París, el Baile de la Rosa de Montecarlo, los presuntos “ángeles” de Victoria´s Secret y hasta la boda de SAR la Infanta Dª Cristina con Iñaki Urdangarín, si me apuran. Por cierto ¿alguien ha caído en la cuenta de que hablar de don Iñaki es como hablar de don Pepito, de don Manolo o de don Nacho? Menos mal que ya casi no se utiliza…

Pero a lo que voy es a que, cuantas más luces de colores, guirnaldas, purpurina y confeti tenga un acontecimiento, más “mágico” es. Entonces, no es de extrañar que para quienes las navidades no tengan ningún significado religioso, necesiten convertirlas en algo “mágico”. Y si además es rentable, mucho mejor. De esta manera tenemos dos formas de celebrar las navidades: la de los que creemos que es el aniversario del Nacimiento de Jesús, y por tanto hay que celebrarlo junto con la familia, perdonando, recordando a los que no están y oyendo misa con los demás; y la de los que creen que tiene que ser algo “mágico”, que hay que hacerse muchísimos regalos, que cuantos más regalos se hagan, mejor y que cuanto más caros sean los regalos, más mágicos. Entre estos dos extremos lógicamente, hay todos los términos medios y todos los matices que se quieran poner.

En todo caso, esta última es, a mi modo de ver, una forma muy particular de expresar cariño. No mejor ni peor que otras, que cada uno expresa lo que siente como mejor sabe, pero desde luego a mí me emociona mucho más un beso de mi mujer o de mis hijos, que un regalo del “amigo insufrible”. Lo que no entiendo es por qué esos mismos que son incapaces de entender el verdadero significado de la Navidad, tienen que servirse de ella para propagar el mensaje opuesto a la Navidad. Es decir, vamos a hacer la gran fiesta del consumo, usando como excusa la fiesta de los que ven en el consumo desbordado un derroche innecesario. Y para eso nos podemos inventar la figura de un tipo gordo, con un pijama rojo, con pinta de haberse bebido un barril de vodka y que diga “Ho, Ho, Ho”… Así, nos podemos encontrar ciudades enteras como Madrid, Londres, Nueva York o La Granja, llenas de luces de colores, de mensajes pacifistas y de formas geométricas absurdas, sin una sola alusión al sentido original de la Navidad. Eso sí, compitiendo en cursilería ramplona. Compitiendo por ver cuál de ellas es más mágica…



Gonzalo Rodríguez-Jurado Saro

jueves, 20 de noviembre de 2014

De talegones, errejones y pequeños nicolases

Parece ser que en esta nuestra bendita sociedad de la-imagen-por-encima-de-todo, lo de ser joven es un factor no solo positivo a la hora de buscar trabajo, sino excluyente. Es decir, aquí nadie se lee tu currículum si no pone que has nacido después del 89. De donde no entiendo para qué quieren saber tu experiencia, si de lo que se trata es de que no tengas experiencia. Igual es para pagarte menos, pero no quiero ser mal pensado. Y en todo caso, no quiero desilusionar a cuantos viven obnubilados en su juventud creyendo que esta es eterna, pero sin saber que cuando vales por la edad no tienes experiencia y que cuando tienes experiencia no vales por la edad.

Lo que sí es cierto es que con tanta obsesión por la imagen, hemos llegado al candidato florero. Es decir aquél que “da la imagen”… aunque sea lo único que de. Y no solo en las empresas, que también en la vida pública ocurre esto. De hecho ¿Sabe usted que para elaborar las listas de las próximas elecciones municipales y autonómicas, en lugar de mirar lo que tienen los posibles candidatos en la cabeza, se va a mirar lo que tienen entre las piernas? Pues eso y no otra cosa es lo que hay que hacer para cumplir la norma de que las listas electorales deben ser chico-chica-chico-chica… Y luego nos quejamos de que no se escogen honrados. Pero claro, si es más importante su sexo que su honradez, habrá que primar el sexo; y si es más importante su edad que su honradez, habrá que primar el sexo y la edad por encima de la honradez; y si además es más importante su imagen que su honradez, habrá que primar el sexo, la edad y la imagen por encima de la honradez. Estupendo, ya tenemos unos representantes superguays, pero luego no nos quejemos.

No nos quejemos si cuando le preguntan a un candidato por sus ideas o sus principios, responde como las modelos cuando les intentan hacer pasar por intelectuales: “Yo lo que quiero es que en el mundo no haya tantas injusticias y que esos pobres niños no pasen hambre y que se acaben las guerras para siempre…” Ya ¿pero alguna idea para conseguirlo? Porque es que claro, por una cuestión de estadística, es bastante posible que en cada lista haya un candidato que además de joven y guapo sea inteligente. Lo que ya es menos probable es que además sea culto. Y esto ya no es por culpa de las estadísticas ni de nadie más que nuestra: si nos hemos pasado más de treinta años contemplando impasibles cómo se desmontaba todo el sistema educativo en España, no querremos ahora que las víctimas de ese sistema  encima sepan algo.

Así, no nos puede extrañar que una joven apparatchik del PSOE se descuelgue con el discurso arriba citado y arrase en todas las redes sociales; o que el hijo de un tío que lleva ocupando cargos de confianza en la Administración pública desde los gobiernos de la UCD, se haga famoso llamando despectivamente Casta a los que ocupan cargos de confianza en la Administración pública; o que finalmente un pipiolo de veintipocos pueda hablar con partidos, sindicatos, empresarios o intelectuales diciendo que lo hace en nombre de La Corona, de la Presidencia del Gobierno o del CNI. Claro, que si una organización de tan alta especialización técnica, con un presupuesto anual de más de doscientos millones de euros y con todos los canales de información del Estado a su alcance, es incapaz de enterarse de que un niñato anda por ahí negociando en su nombre, no sé si lo mejor es poner al niño a dirigirles ¿O sí lo sabían?

Gonzalo Rodríguez-Jurado Saro


P.D.: Para todo el que quiera , tenéis arriba a la derecha, encima de la foto, un recuadro en el que podéis dejar vuestro correo electrónico y os llegará un mensaje cada vez que publique un nuevo artículo en Tiroleses. Muchas gracias.

martes, 28 de octubre de 2014

Las bimbailolas y los bimbailolos

Vaya por delante mi más absoluto respeto a cualquier marca comercial que honradamente venda su producto para ganar dinero. Si además ese producto tiene que ver con la moda, bastante tiene el empresario con acertar con los gustos del público. En el caso que nos ocupa, parece que su poco original imagen de marca, copiada de la vieja industria Papelera del Leizarán que yo pintaba de niño en los folios que me dejaba mi abuela, ha arrasado entre un amplio sector de población. Sobre todo femenino, aunque no tengo ni idea de si esta marca tiene una línea de moda masculina. Me refiero a los folios Galgo Parchemin, cuyo logo era este galgo corriendo, exactamente igual que el de la marca comercial que nos ocupa. A lo mejor es la misma empresa, no tengo ni idea.

                                                      
                                      
El caso es que la susodicha marca ha conseguido uniformar el uso de complementos de toda una generación. De una generación que, por otra parte, necesita sentirse uniforme y uniformada en todo lo que hace. Salvo muy honrosas excepciones, claro está. Tan uniformada y tan uniforme como que usos, costumbres, vicios y virtudes son del todo previsibles entre sus miembros.

El primer rasgo común, tanto de las bimbailolas como de los bimbailolos, es su obsesión por la imagen. Todo lo que no puede ser representado en tu féisbu, en tu teléfono móvil o en tu guasap, sencillamente no existe. Y ante el pavor de dejar de existir, ahí están ellos haciéndose autorretratos de forma compulsiva para colgarlos hasta del árbol de Navidad, si hace falta. En todo caso, autorretrato es una palabra muy complicada de pronunciar, por lo que ellos se hacen “selfis”. La segunda y aterradora característica de los bimbailolos es la aceptación acrítica del statu quo: las cosas son así porque así deben ser y tratar de cambiarlas es complicarse la vida innecesariamente. Es mucho más útil remar a favor de corriente y desde luego aumentan exponencialmente tus posibilidades de llegar a donde quieres llegar, que es a los primeros puestos de la sociedad. Ellos además son “solidarios” con los que peor lo pasan, aunque no sepan ni les interese lo más mínimo por qué lo están pasando tan mal. Sencillamente, se busca un desgraciado a quien ayudar. No tienen el más mínimo problema en pasarse la mitad del verano ayudando a los pobres desgraciados hambrientos de un poblado en Costa de Marfil, pero si les explicas que Costa de Marfil es país inmensamente rico al que Francia no deja exportar sus diamantes, te miran como si estuvieras loco y quisieras cambiar lo que no debe ser cambiado.


La cuarta característica común del bimbailolismo es que ellos son ecológicos. Aman la Naturaleza, aman a los animales y disfrutan como nadie de ellos. Es más, tratan a su perro mejor que a muchas personas y son capaces de levantarse a las cuatro de la mañana para llevarlo a urgencias veterinarias. Cosa que no siempre harían con su abuela, por cierto. Sin embargo, si alguien quiere de verdad saber hasta qué punto son ecológicos, no tiene nada más que pasarse cualquier viernes por la tarde por el campus de cualquier universidad española. El aspecto de pocilga infame en que han quedado todas las zonas verdes, después del ecológico y juvenil botellón del viernes, le dará una idea aproximada de lo que hablo. Pero da igual, porque es exigible que “alguien” venga a limpiar. Para eso pagamos ¿no? Y de hecho, siempre viene alguien a limpiar.


botellon2
La Complutense después del botellón

Si alguien de verdad sigue pensando que lo único que hemos hecho es darles una vida mejor que la que nosotros tuvimos, que piense que esta es la primera generación, en decenas de años en la Historia de España, que va a vivir mucho peor de lo que lo hicieron sus padres. Esos mismos padres que se han volcado en que no les falte de nada… aunque no se lo hayan ganado.


Gonzalo Rodríguez-Jurado

miércoles, 1 de octubre de 2014

Corrección política

Aunque no podamos quejarnos de la proyección exterior, ni del volumen de turismo que reciben La Granja y Valsaín, me da la impresión de que no se hace todo lo posible en este capítulo. Y llevaba semanas con el run-run, pensando en qué fallamos, hasta que esta misma noche se me ha encendido una luz, me han inspirado las musas y me ha hablado un arcángel: Señores, somos políticamente impresentables. Tanto en el callejero como en la toponimia, los nombres de La Granja y Valsaín son, no políticamente incorrectos, sino lo más apropiado para expulsar a cualquier visitante con mediana sensibilidad política o social. Indignos de recibir en nuestras calles a cualquier ciudadano medianamente global ¿Cómo vamos a proyectar “nuestra querida Granja” hacia el mundo con estos nombres?

Propongo para incluir en su programa, a cualquiera de los partidos que se presenten a las próximas elecciones municipales, la siguiente reforma onomástica y toponímica:

La calle Lecheros, donde está La Panadería, pasaría a llamarse calle de Los Lecheros y Las Lecheras; la calle de Los Donantes, en la urbanización San Luis, debería pasar a llamarse calle de Los y Las Donantes. En la misma línea, las calles Infantes y Embajadores pasarían a llamarse calle de Los Infantes y Las Infantas y calle de Los Embajadores y Las Embajadoras respectivamente. Asimismo, las calles del Rey y de la Reina, deberían llamarse cada una de ellas calle del Rey y La Reina y calle de La Reina y El Rey. En cuanto a La Valenciana, propongo el nombre mucho más correcto de calle de la Ciudadana y el Ciudadano de la Comunidad Autónoma de Valencia. Por su parte, la plaza del Matadero, deberá indefectiblemente pasar a llamarse calle de la Factoría Industrial para la Transformación Alimentaria de Animales o plaza FITA, por sus iniciales. Propongo además que desde El Tiro aportemos nuestro granito de arena, repudiando tan bélico, cinegético y violento nombre y cambiándolo por el mucho más presentable nombre del Impacto: Club de Campo El Impacto, no suena mal.

Esto en cuanto a los nombres de las calles ¿Pero qué me dicen de los nombres de los accidente geográficos que rodean La Granja? ¿Podemos de verdad presumir de tener un cerro llamado El Pollo Judío? ¿No sería muchísimo más presentable llamarle cerro de La Cría de Ave de Corral de Etnia Semita? Mucho mejor, dónde va a parar. Lo mismo que el cerro de Matabueyes. Así quién nos va a contar entre la gente civilizada. No se hable más, desde mañana cerro del Sacrificio Sin Dolor del Ganado Vacuno. Lo mismo que su gemelo y opuesto cerro del Puerco ¡Qué falta de sensibilidad, por Dios! ¿No parece un poquito más civilizado llamarle cerro de la Cabeza de Ganado Porcino? Pues eso es lo que yo creo. En cuanto a La Cruz de La Gallega, propongo dejar de ofender a aquéllos ciudadanos que, bien no son creyentes o bien profesan una religión distinta a la cristiana, tan respetables cualquiera de ellas como esta última. Así, podríamos empezar a llamarle el Símbolo Religioso de la Ciudadana Originaria de una Comunidad Autónoma del Noroeste del Estado. Todo menos que nuestros visitantes puedan sentirse ofendidos o menospreciados. Y por último, y en esto sí que voy a ser intransigente, tolerancia cero, quedará definitivamente abolida la humillante denominación de La Mujer Muerta. En lo sucesivo, La Víctima de la Violencia de Género. He dicho. Y que me siga quien quiera..


Gonzalo Rodríguez-Jurado Saro

lunes, 29 de septiembre de 2014

Yo no soy de ninguna casta

Señor don Pablo Iglesias, Coordinador, Jefe, Presidente o Director de Podemos, que lamento no saber muy bien lo que usted es:

Le estaría muy reconocido si tuviera usted a bien dejar de llamar despectivamente “Casta” a los que, después de unas elecciones perfectamente legítimas, hemos pasado a formar parte de la Administración como funcionarios eventuales. Eventuales, señor Iglesias. Eso quiere decir que cada uno de nosotros nos justificamos cada día que vamos a trabajar y que si no lo hacemos bien, al día siguiente podemos estar en la oficina del INEM. Sí, en esa oficina que usted no conoce nada más que para ir a envenenar a los que han tenido la mala suerte de perder su trabajo. Porque esas cosas pasan, señor Iglesias, hay gente que puede perder su trabajo, incluso yendo a trabajar todos los días. No como los profesores universitarios, por cierto. Y luego nos llaman Casta ¿Sabe usted lo que es una casta?

Una casta es que el 96% de los profesores que han sacado una plaza, la hayan sacado en la universidad donde trabajan. Una casta es que el 57,6% del personal docente e investigador no tenga absolutamente ninguna actividad investigadora. Una casta es que exista la figura del “perfil” para convocar las plazas de profesores, de forma que la plaza se convoca única y exclusivamente para la persona a la que se quiere contratar. Una casta es que se convoquen plazas universitarias con nombre y apellido, de forma que sólo se puedan dar a una persona; por ejemplo, nombre: profesor titular de Historia Moderna, apellido: Historia de la Inquisición en La Alcarria, siglos XVI y XVII. Casta es que la Universidad se financie con fondos públicos sin ningún control, sin tener que dar cuenta alguna a los gobiernos autonómicos de los que depende; que sea mucho más fácil contratar a tu sobrino como indefinido que comprar un ordenador para el departamento. Por supuesto hablo de sobrinos por no hablar de novias, queridos, cuñadas, efebos, amantes y demás correcamas y soplapitos. Y casta es, señor profesor, que un mismo apellido se repita hasta la náusea en cualquier departamento de la Universidad española; o que se gane una plaza como regalo de boda, que eso lo he tenido que ver con mis propios ojos. A costa de quien sí se había preparado, claro.

Me parece legítima toda propuesta que usted quiera hacer para llegar al Poder, señor Iglesias. Dejemos lo de que viene usted a redimirnos, y llamemos a las cosas por su nombre. Pero en lo sucesivo le agradecería que fuera más respetuoso con los que a diario nos dejamos el pellejo porque creemos en lo que hacemos. Si no, espero que no exija usted ser respetado, claro.


Gonzalo Rodríguez-Jurado Saro

viernes, 19 de septiembre de 2014

Los que no nos tiramos cubos de agua

Parece ser que, en estos tiempos de dictadura de la imagen sobre la palabra, hay que tirarse un cubo de agua helada por encima para luchar contra el ELA. Bienvenido sea el chapuzón si sirve para financiar la investigación. Y si sirve para espabilar a más de uno, por cierto. Y es que como hemos visto tantas veces, una imagen no vale más que mil palabras en estos tiempos de iletrados ilustrados, sino que vale más que centenares de miles de palabras. Sobre todo si son palabras escritas. Qué le vamos a hacer.

Según he podido leer, la campaña ha sido un pequeño fiasco en España. Y es que resulta que, si bien todos los famosos, famosillos, famosetes y perfectos desconocidos, han corrido a tirarse un cubo de agua por la cabeza, a filmarlo y a colgarlo en su féisbu, en su tuiter y en su instagram… Casi ninguno ha hecho la donación que debía acompañar a semejante hazaña. Parásitos pagados de sí mismos, que no se paran ni ante la desgracia ajena. En todo caso, bueno será todo lo que se recaude. Pero es que además ha aparecido una especie de fiebre por informar sobre el ELA, por sacar reportajes en todos los medios sobre la enfermedad, sobre el día a día de los enfermos y sus familias… Una locura, oiga.

Es quizá el momento, no de colgarnos medallas, que eso no ha de hacerse nunca a costa del sufrimiento de los demás, pero sí de decir bien alto y bien claro para quien quiera oírlo, que en El Tiro llevamos colaborando en la lucha contra el ELA desde 2011, por lo menos que yo recuerde. Concretamente empezamos con el concierto de Los Granjeños a favor de la Fundación ADELA (http://gonzalorodriguezjurado.blogspot.com.es/2012/09/el-concierto-de-los-granjenos.html), pero en años sucesivos se incorporó a esta cena benéfica anual el grupo revelación Dejà vu. Desde entonces, no han dejado de crecer el interés, la recaudación ni la diversión de este importantísimo evento en El Tiro.

Sin fotos, sin vídeos, sin feisbuses y sin instagrames, creo que es justo sentirnos orgullosos por haber tomado la delantera en algo que no debe ser una moda pasajera, sino un compromiso firme, asumido, discreto y permanente en el tiempo. Va por nosotros. Va por ustedes. 



Gonzalo Rodríguez-Jurado Saro

jueves, 4 de septiembre de 2014

Tiempos y costumbres: Yo no tengo pareja

-   690004876726662662….

-   ¿Dígame?

-   ¿Don Gonsalo Rodrígues?

-   Jurado

-   ¿Perdón?

-   Rodríguez-Jurado, es que es compuesto

-  Perdón, señor  Jurado. Mi nombre es Yésica Leidi, le llamo de Transilvania Bank ¿nos conoce, don Gonsalo Rodrigo? ¿ha visto nuestro anuncio en la televisión?

-   Pues lo cierto es que no veo la televisión…

-  Pues mire don Rodrigo, podemos ofrecerle una inversión de 10.000 € a veinte años  garantizada por el Fondo de Garantía de Inversiones ¿tiene usted nómina, señor Gonsáles?

-   Algo así…

-   ¿Algo así, señor Jurado? ¿no tiene usted contrato fijo?

-  Ni fijo ni a tiempo parcial. Ni siquiera es un contrato, es un nombramiento y como tal es eventual

-   ¿Algún otro ingreso, don Rodrigo? ¿Su pareja tiene ingresos?

-    No tengo pareja

-    Perdón señor Gonsáles, es usted soltero…

-   No, no soy soltero, estoy casado

-   ¿Entonces…?

-   Entonces estoy casado Milady, que no es lo mismo que tener pareja. Pareja tienen los animales, que les llega el celo y se emparejan. De ahí su nombre. Bueno, los animales y la gente de la farándula, pero esos ni siquiera aguantan juntos lo que les dura el celo.

-   Perdone, don Jurado. Me refería a si tiene compañera…

-   Sí, tres. Son encantadoras. Dos de ellas están felizmente casadas y con hijos y la tercera también tiene una hija, pero está felizmente separada. La verdad es que lo pasamos muy bien trabajando juntos. Hay muy buen ambiente… Es que mire Lady Jessica, para estar casado da igual que te haya bendecido el secretario del juzgado, el cura, el rabino o el muftí de la Mezquita de Constantinopla; da igual incluso si estás casado por lo civil, por lo penal o por lo natural. El hecho, es que cuando un señor vive con una señora, es su marido; y cuando una señora vive con un señor, es su mujer. Llamarlo de otra manera son ganas de tocar las…

-    ¿Entonces su esposa tiene contrato fijo, don Gonsalo Rodrigo?

-   Sí, en el INEM

-   ¿Cuándo podría hablar con ella?

-   Mañana a esta hora. Pero no se preocupe Yésica Leidi, que yo ya...


Gonzalo Rodríguez-Jurado Saro

martes, 2 de septiembre de 2014

Lenguaje, Lengua, lenguaraces y malas lenguas... (y 3)

Si es que se pone uno a ver las distintas formas de maltratar, patear, humillar y vilipendiar el Diccionario de la Real Academia Española y no para. Juro que no tengo ninguna intención de convertir Tiroleses en un manual de Lengua Española, Léxico ni nada parecido. De hecho prometo cerrar la serie con este tercer artículo. Pero es que a veces uno se revuelve como los cangrejos cuando los echan a la sartén.

Ya he dicho alguna vez -a lo mejor muchas- que tengo la higiénica costumbre de no ver la televisión. Y no la veo entre otras cosas porque me molestan la gente que habla con las manos, la gente que habla sin decir nada y la gente que no sabe explicar lo que quiere decir. Pero claro, si esto le ocurre a las cotillas profesionales y a los periodistas de pluma fácil, es asunto de quien quiera verlo, no mío. Pero es que además lo vemos en profesionales que aparentemente deberían saber leer y escribir. La prensa, siempre la prensa…y es que muchas veces -demasiadas- les oímos utilizar palabras cuyo significado ignoran. Y en muchos casos ignoran su significado por el sencillo motivo de que tal significado no existe.

Asisto últimamente curioso al enorme problema (no a la problemática, por favor) que tenemos en España con el aforamiento de los cargos públicos ¡Aforamiento, con un par! Es que parece lógico: si uno es aforado es que disfruta de un buen aforamiento. Lo mismo que si uno está operado es porque acaba de sufrir un operamiento; si está interesado puede ser porque tenga mucho interesamiento en algo; y si está asustado es porque ha recibido un gran asustamiento. Por supuesto, ser aforado no significa en absoluto gozar de un fuero, que solo les puede pasar a una parte de los españoles que, precisamente por no querer ser españoles, tienen muchas más ventajas al serlo. No, señores, ser aforado es gozar de un buen aforamiento. Pues no se hable más.

Y es que en España, vieja nación de localistas e individualistas impenitentes, llevamos más de cinco siglos luchando por nuestros aforamientos. Ya los comuneros se alzaron en el siglo XVI contra el Emperador por defenderlos; y en el XIX tres guerras carlistas asolaron España, no tanto por defender la legitimidad de las aspiraciones de Carlos VII al Trono, como por defender los aforamientos propios de cada región, provincia o pueblo. Ya se sabe, el lema de los carlistas era: Dios Patria, Aforamientos y Rey. Incluso a lo largo de gran parte del XX, Franco gobernó con mano de hierro España apoyándose en las Leyes Fundamentales que incluían, cómo no, el Aforamiento de los Españoles y el Aforamiento del Trabajo.

Y que a estas alturas todavía haya quien no sabe lo que es el aforamiento


Gonzalo rodríguez-Jurado Saro

martes, 26 de agosto de 2014

Lenguaje, Lengua, lenguaraces y malas lenguas... (2)

Y por seguir desenmascarando a los terroristas verbales, a estos igualadores de garrotazo y tente tieso, infiltrados en la prensa escrita o radiofónica, en la literatura y en casi todos los ámbitos de la sociedad, debemos hablar del género. Que no es masculino o femenino como nos intentan hacer creer estos talibanes, no. Eso es el sexo, que no tiene nada que ver. Es más: sexos, por mucho que se empeñen, hay solo dos: masculino y femenino. Lo demás serán términos medios pero no “otros” sexos. Mientras que géneros, si nadie me dice otra cosa, hay al menos seis:

El masculino, que sirve para designar generalmente a personas y animales de sexo masculino y algunos objetos. Las palabras masculinas suelen terminar en o, aunque también pueden hacerlo en a (el sátrapa) o en e. Suelen ser masculinos en general  los accidentes geográficos: el Eresma, el Tajo, el Teide, el Atlántico, etc; los fenómenos meteorológicos, como huracanes y tormentas tropicales, como por ejemplo el Katrina; los meses y los días de la semana: ha sido un febrero muy frío, el imprevisible mayo; los vientos, menos la tramontana; las notas musicales: el do, el fa… Los aumentativos que terminan en -on aplicados a cosas, aunque deriven de palabra femenina: el faenón, el notición; las revistas (en España): el ¡Hola!, el Semana, el Blanco y Negro; los nombres de los puntos cardinales: el norte, el sur, el este, el oeste, el ocaso o el poniente; y los números: el tres, el cinco, el 93.

El femenino sirve por el contrario para designar personas y animales de sexo femenino así como otro tipo de objetos distintos de los anteriores. Igualmente son de género femenino las palabras terminadas en a, aunque también las hay terminadas en o o en e. Son además de género femenino las letras: la hache, la e, etc.

El neutro, que sirve para designar indistintamente personas o animales de ambos sexos, así como objetos de ambos géneros. Aunque en forma no difiere del masculino se aplica en los artículos (lo), los pronombres personales en tercera persona del singular (ello, lo), los demostrativos (esto, eso, aquello), algunos pronombres indefinidos (algo, nada) y los adverbios cuantificadores (cuanto, cuánto, tanto)

El común: se usa, bien para los nombres de personas que tienen una sola terminación y diferente artículo: el pianista o la pianista, el testigo o la testigo; o bien para los participios activos de los tiempos verbales: el estudiante o la estudiante; el compareciente o la compareciente, el representante o la representante… Claro que, como los ayatolahs han llegado también a la Real Academia Española de la Lengua, ahora tenemos presidentas. Pero este es otro asunto.

El epiceno es un género específico para las especies animales. Y es que por mucho que nos quieran hacer tragar, es un disparate hablar del jirafo y la jirafa, del cucaracho y la cucaracha o del jilguero y la jilguera. En realidad, es un disparate tan grande como hablar de compañeros y compañeras, alumnos y alumnas o ciudadanos y ciudadanas. Aunque mucho menor que hablar de compañer@s, alumn@s y ciudadan@s. Desde luego, siempre puede ser peor, cómo no.

Por último el género ambiguo es el que tienen aquellas palabras que admiten indistintamente el artículo masculino o el femenino: el mar y la mar, el calor y la calor, etc.


Así que ya lo sabe usted: cuando en la próxima reunión del colegio de sus hijos le digan eso de que: “en este colegio tratamos de aplicar razonablemente la ideología de género”, levante usted la mano y pregunte que de cuál de los seis géneros. Es posible que su hijo no vuelva a aprobar ni recreo, pero a lo mejor debe usted plantearse llevarle a un colegio donde le enseñen Lengua española. No por nada, pero es que saber hablar la segunda o tercera lengua más extendida en el mundo puede resultar útil para su formación.

Gonzalo Rodríguez-Jurado Saro

miércoles, 20 de agosto de 2014

Lenguaje, Lengua, lenguaraces y malas lenguas...

Dice uno de esos chistes y monigotes que circulan de teléfonos móviles a correos electrónicos y viceversa, que “aquellos que escriben haber en lugar de a ver, deberían ser juzgados por el Tribunal de La Haiga”. Y no le falta razón al anónimo indignado que ya está bien de pegarle patadas al diccionario, oiga. Parece ser que aquí, para que a uno se lo tomen en serio tiene que hablar, escribir y no diré leer porque eso es de mal gusto, como en el sindicato al que quiera pertenecer se le indique.

 Así, si una quiere pertenecer al creativo mundo de la pasarela deberá llamar casting a las pruebas que al efecto le hagan, look a su aspecto y book a su álbum de presentación. Sin embargo si alguien quiere ser tenido en cuenta en el ámbito de la administración pública, cuando se refiera a la señalización de las calles o al balizamiento de las carreteras deberá remarcar mucho el interés que para su persona despierta la señalética. Y es que es lógico, no es posible una buena gestión del dinero público sin una buena señalética. Está en todos los tratados de Derecho Administrativo. Y es que aquí no se le libra nadie del Rey abajo, que si tú perteneces a alguna familia real, antes podías ser príncipe, princesa, infanta o gran duquesa. Ahora no, ahora eres simplemente royal. Claro que con los ”royales” que hay, a muchos les valdría más no ser nada. Pero no hay que desesperarse. Y digo del Rey abajo por no mentar a Alguien que está más arriba, que hasta las Virtudes Teologales hay que cambiarlas para usar un lenguaje políticamente correcto. Si estas antes eran Fe, Esperanza y Caridad, ahora son Fe, Esperanza y Solidaridad. Y no se me queje nadie, que son los propios sacerdotes los que han “renegado” de la Caridad y ahora predican la “solidaridad” desde el púlpito. Niéguemelo quien pueda hacerlo, pero este (mal) católico hace varios años que no escucha la palabra Caridad en misa. Y como uno además de católico es tocagüevos, me voy al Diccionario de la RAE y busco el término solidaridad:
1. f. Adhesión circunstancial a la causa o a la empresa de otros.
2. f. Der. Modo de derecho u obligación in sólidum.

Pues sigo son ver qué tiene que ver con la Caridad pero bueno, doctores tiene la Iglesia, amigo Sancho.

En fin, sigamos poniéndonos al día en el proceloso mundo del Léxico Para Iletrados: los autorretratos de toda la vida, ahora se llaman selfies ¿Alguien podría convencer a Alberto Durero o a Francisco de Goya de que lo que en realidad se hicieron fue un selfie? ¿Puede alguien negar rotundamente que el primer selfie de la historia es Las Meninas de don Diego Velázquez? Pues ahí no queda la cosa, que si usted hace lo que toda la vida se ha llamado agarrarse un gripazo, no tendrá manera de justificarse ante sus jefes. Ni mucho menos ante el departamento de nóminas, por lo que le será descontada la semana de su sueldo. Ya se sabe, la gripe se quita en una semana con antibióticos o en siete días sin antibióticos. En cambio si usted alega que tiene un proceso gripal sus expectativas mejorarán notablemente. Al menos sus expectativas de cobrar la nómina a fin de mes.

Claro que para ser optimistas podemos decir que este neo Lenguaje tiene algunas virtudes. Por ejemplo, su capacidad de síntesis. Va usted al psicólogo del colegio de su hijo, ese que tan barato le sale todos los meses, y le explica que a su hijo lo que le pasa es que no se entera de nada en clase ni en casa, que está como ausente y que solamente le interesa lo que ve en la televisión, frente a la cual se queda con cara de atontado y con la boca abierta. Le expone además que el pobre chico es incapaz de resumir lo que acaba de leer y que, en definitiva, no atiende a nada ni a nadie. Entonces el profesional le explica a usted que lo que el chico tiene es déficit de atención. Es decir, exactamente lo que usted le ha contado pero sintetizado en tres palabras. No me dirán que no es admirable. Aunque no es menor su capacidad de síntesis cuando usted le dice a ese mismo profesional que lo que le pasa al niño es que no para quieto, que es un rabo de lagartija y que no hay forma de que se siente a estudiar. A veces incluso dan ganas de cogerle por el cuello y apretar hasta que se quede quietecito. Hiperactivo. Entonces es hiperactivo: tres renglones resumidos en una sola palabra ¿para qué más?

Y pues de religión y niños hablamos, pidamos que nadie les quite a nuestros hijos el Lenguaje. Ese Lenguaje que tantos siglos ha tardado en formarse y que en tan pocos años estamos destruyendo. Que no tengan que reprochárnoslo.


Gonzalo Rodríguez-Jurado Saro

jueves, 12 de junio de 2014

¡Viva El Rey!

Como no me creo los artículos pretendidamente imparciales o que quieren parecer imparciales, no se sabe si para resultar más creíbles o para que los aplauda más gente, he elegido este título para este artículo. Y es que no creo que por no mojarse se vaya a tener más razón. Defiendo aquello en lo que creo y, como tantas otras veces he dicho, en este blog no se censura nada más que el mal gusto y la falta de respeto, nunca la opinión. Y la opinión en Tiroleses es libre y más aún, es sagrada. Por tanto, quien no esté de acuerdo tiene los medios para rebatir y debatir. Nunca para combatir.

Y dicho esto me pregunto si es que aquí se ha vuelto loco todo el mundo, soy yo el que está loco o sencillamente nos toman por tontos. Que haya gente a la que no le guste la Monarquía no solo es algo perfectamente legítimo sino deseable. Que haya incluso quien desee proclamar la III República, extraño pero del todo respetable. Digo extraño teniendo en cuenta la experiencia de las dos primeras, pero respetabilísimo, insisto. Lo que no entiendo de ninguna manera es que haya quien quiera resucitar la II República. Es decir, que haya quien no solo no quiera enterrar definitivamente lo que ocurrió hace ochenta años, sino cambiarlo y que no haya ocurrido.  Que eso y no otra cosa es lo que estamos viendo en estos días. Gente que quiere volver a aquella idílica II República que castigaba con sanciones penales a todo aquél que osara exhibir símbolos monárquicos o que de alguna manera pudieran recordar a la Monarquía. Pues sinceramente, prefiero vivir en una Monarquía donde se pueden exhibir símbolos republicanos que en una república dónde vas a la cárcel por gritar ¡viva El Rey! Pero es que la cosa va aún más lejos, que con la famosa Ley de Defensa de la República de Azaña se cerraron ciento veintisiete periódicos y revistas de todas las tendencias, creencias e ideologías ¿Es eso lo que de verdad queremos?

Se me puede decir -de hecho se repite machaconamente- eso de que “yo quiero elegir quién manda”. Y no es esa una mala opción ¡qué caramba! que así debe ser. Y tanto debe ser así como que en España, nadie ejerce un puesto de poder si no ha pasado por el sufragio universal, libre, directo y secreto de los españoles. Faltaría más. Hasta aquí, todos de acuerdo ¿Y El Rey, por qué no? Pues sencilla y llanamente porque El Rey no tiene ningún poder ejecutivo. No ejerce ni puede ejercer poder alguno. Es un símbolo más de representación de España y de los españoles como la bandera, el himno o el uniforme de los alabarderos del Palacio Real ¿También hay que someter todas esas cosas a votación?

Porque claro, la cosa va más lejos aún. De repente alguien se desculega con una voz muy apesadumbrada diciendo: “es que yo tenía siete años cuando se votó la Constitución” Claro, ahora lo entiendo: una Ley que yo no he votado no tiene por qué regir para mí. Es decir, la constitución ha de ser votada por cada generación ¿Cada veinticinco años más o menos? Oiga ¿y la constitución británica que es una agregación de documentos desde 1215?  ¿Y la norteamericana, que es de 1787? ¿Y la francesa que es de  1958? Claro, con el déficit democrático de esos países tercermundistas…

“Pues no señor, debemos ser un país europeo y elegir nuestro Jefe de Estado” Ya. Y lo somos ¿o no? Si nadie me corrige, de todos los países europeos que no son monarquías, la mitad más o menos, solo en Francia se vota el Presidente de la República. En los demás se pone a un político jubilado sin votación ciudadana alguna. Por cierto, Manuel Azaña tampoco fue votado por nadie más que por un colegio electoral, compuesto por los diputados del Congreso más un número igual de compromisarios. Pero en fin, si alguien quiere seguir pensando que volviendo ochenta años atrás va a “elegir a quien le represente”, allá él.



Gonzalo Rodríguez-Jurado Saro

martes, 20 de mayo de 2014

Tiempos y costumbres: Hoy no me puedo levantar

“Hoy no me puedo levantar”. Ese es el título de una famosísima canción de los años ochenta ahora convertida en musical. Una canción que lanzó a la fama a Ana Torroja y a los hermanos Cano, a Mecano. Fueron aquéllos años maravillosos para los que entonces enfilábamos la mayoría de edad, para los que veníamos de unos setenta que habían sido de nuestros hermanos mayores. Todavía recuerdo aquellos primeros pasos en las discotecas. Primero, cómo no, en verano en La Granja, en Liberty o en La Tertulia. Granadina con piña o San Francisco, jarabe con sabor a frutas… y algún que otro ron con limón si el camarero “se dejaba” engañar. Fue en aquellas correrías en Topaz, en la calle Orense, con los amigos del colegio de Joaquin Barbadillo donde conocí a Nacho Cano. Y donde me reí de él cuando me dijo que quería ser cantante: “¡Pero si tú no sabes cantar!” “A ver Nacho, cántanos algo ¿ves? No tienes ni idea de cantar”… menos mal que no he tenido que vivir de mis dotes adivinatorias. También andaba por la zona Antonio, el hijo de Lola Flores que luego se haría famoso llamando isla de Palma a la isla de Mallorca, pero este no salía de un pub llamado Agarsimón. Y que como casi todo el mundo sabe, acabó como tantos otros de nuestra generación. Descansen en paz todos ellos.

Venía a cuento recordar aquella canción, porque no era sino fiel reflejo de una costumbre que se empezaba a generalizar ya de manera irreversible y que llegará hasta nuestros días, corregida y exagerada hasta la náusea. Y esa costumbre no es otra que la de salir por la noche hasta el amanecer y más allá. Y es que hay quien dice que esto es así, que en España tenemos esas costumbres debido al clima, cosa que debe tener su parte de verdad. Aunque lo cierto es que entonces éramos muy poquitos los que salíamos “a vida o muerte”: los porteros de las discotecas estaban para abrirte la puerta, no había atascos lo sábados por la noche y las copas se pagaban en la barra al pedirlas, no en la puerta. Y claro, las consecuencias eran las que eran, “Hoy no me puedo levantar”. Si a eso le añadimos que con la edad cambian los horarios y las obligaciones, que no es lo mismo faltar un día al instituto porque te has acostado tarde, que hacerlo a unas prácticas en la universidad ni mucho menos en un trabajo, al final tenemos días de veintiocho horas, noches de tres horas y desayunos a la hora de cenar. Un caos total, en definitiva. Un maravilloso, decadente y viscontiano caos.
 
Lo que ya parece un poco más complicado es hacer compatible ese tipo de de vida con un horario normal de trabajo, equiparable al del resto del mundo con el que, de una manera o de otra, tenemos que estar coordinados casi para cualquier actividad. Consecuencias de la globalización. Y es que en el resto del mundo, tengan el clima que tengan, la gente lo que hace es trabajar de nueve a cinco. Se levantan, desayunan bien, se van a trabajar, a la una toman un pequeño refrigerio y a las cinco se les apaga el ordenador… después de eso, casa, niños, colegios, tiendas, una buena cena y a dormir. Que gente más rara ¿no? Es mucho más lógico lo que hacemos en España que, como siempre, tenemos que explicar al resto del mundo cómo se deben hacer las cosas. Para que luego nos tengan envidia.

Te levantas a las siete, destrozado después de haberte acostado a la una -ayer hubo fútbol, el partido del siglo- , te tomas un café a la carrera y sales corriendo al bar. Allí pides otro café con una tostada. Por supuesto, el camarero te conoce y sabe que lo quieres descafeinado, con leche templada en vaso y con dos sobres de azúcar. Y yo me pregunto ¿es posible que en una mesa de doce españoles ninguno tome el café igual que otro? De ahí sales corriendo para coger tu coche y meterte en el atasco de todos los días… si hay suerte y no llueve claro, que si no es peor. O no, depende, porque vas a aprovechar el atasco para poner al día los papeles que te trajiste ayer de la oficina y que no tocaste porque había partido. Y de paso harás dos o tres llamadas. Si total, en el atasco no hay guardias, puedes hablar tranquilo. En cuanto llegas a las ocho y media, otro café. Te lo llevas a tu mesa, enciendes el ordenador y abres tu correo. ¡Buf, media hora leyendo correos! Pero primero ese café. Entre pitos y flautas, las nueve y media y a las once hay reunión. Bueno, pues ya hasta que pase la reunión no puedo hacer nada… y después de la reunión, otra reunión con los del departamento para comentar la reunión. Y para sacar en conclusión que estas reuniones no sirven para nada. Por cierto, hay que hablar lo de las vacaciones. Total, las doce y media y no hemos desayunado. Café y pincho de tortilla en el bar y mientras, comentamos lo de las vacaciones… y el golazo de Cristiano de ayer ¡Y lo de su ficha, que vaya tela con la de gente que hay pasando hambre! Una y cuarto, llegas a tu mesa y recado de tu jefe: hoy comemos con clientes ¡vaya tela! Bueno, en el fondo paga la empresa y a tu jefe le gusta el chuletón que dan en el vasco de la calle Orense. Allí quedáis con los clientes y mientras llegan, cervecita. Una vez sentados, entrantes y chuletón para todos menos para la jefa de compras de tu cliente, que pide solo vichyssoise, la tía pedorra. Y vino como para una boda, que como dice tu jefe el fin último de estas comidas es ablandar las condiciones del contrario. Lo malo es que él se suele “ablandar” un par de botellas en cada comida. Bueno y tú también, ya que estamos. Total, lo que tenías que hacer ya lo has dejado listo y si no cae hoy, caerá mañana. Por la tarde, si te dejan tranquilo, igual cae media horita de siesta en el despacho. Gloria bendita, se despierta uno como nuevo. Seis de la tarde, hora de salir. Pero a ver quién es el guapo que sale a las seis si está todo el mundo liadísimo y andando de acá para allá. Carpeta bajo el brazo y a pasear por el pasillo. Para estos casos hay varios recursos útiles: primero, pedir a la secretaria o al administrativo algo que le impida salir a su hora. Parece que si molestas a alguien eres mucho más importante. Segundo, llamar a cuantos jefes puedas: ya que te has quedado, que se sepa. Tercero, llamar a los proveedores: deben saber que tú eres un cliente exigente y que estás en tu despacho hasta las ocho, las nueve o las doce si hace falta, por lo que no puedes consentir un fallo ni un retraso. Y cuarto, abrir todos los correos guarros, antibarcelonistas y chistosos que hayas recibido y reenviárselos a todos los miembros de la lista de correo que tienes con el nombre de “Bandarras”. Nueve y media. A ver si hay suerte y el jefe se quiere venir a tomar un gin tonic en el pub del Míguel, que los prepara buenísimos, con una tónica especial que le traen de Amsterdam, cardamomo y bolitas de pimienta. Si no nos alargamos mucho, igual llego a casa antes de las doce y veo a los chicos todavía despiertos. Un beso, bandeja en el salón y  a ver reportajes en el Plus hasta las dos o dos y media… Esto es vida.

Lo que no entiendo es que todavía no hayan aprendido de nosotros en el resto del mundo.


Gonzalo Rodríguez-Jurado Saro

martes, 6 de mayo de 2014

Obra y Autor

Quien aquí escribe, se declara absolutamente incompetente para seguir un programa de televisión de los llamados “del corazón” (aunque yo los llamaría de otra parte del cuerpo un poco menos vital), ni una revista de la misma “categoría”. Entre otras cosas porque no tengo ni idea de quién es cada uno, de por qué demonios salen ahí ni de su circunstancia personal, que al parecer hay que conocer para entender lo que te cuentan. Cuando leo “Marisa, rota de dolor”, “Popi, feliz con su nueva vida” o “Aníbal se repone de su pena en Isla Mauricio” me quedo con cara de idiota intentando descifrar tan insondables misterios. Ni sé quién demonios es Marisa, ni Popi ni Aníbal ni sus cuitas. Casi que no sé ni quién es Mauricio. Mucho menos sus problemas personales, pero graves, graves no deben ser ¿Y a qué viene semejante disquisición sobre un tema tan poco interesante? Se preguntará usted. Y no sin razón, que a lo que yo iba tiene que ver más con una actividad un poco más gratificante y constructiva del ser humano, como es la obra de arte.

Por mi parte tengo entendido que el arte empieza a considerarse arte, como fin en sí mismo e independientemente de su fin doctrinario anterior, a partir del Renacimiento. Paradójicamente, la "Renascità dalla Antiquitá". Es entonces cuando los autores comienzan a firmar su obras, cuando se empieza a valorar al autor por su obra y no a la obra por su significado. Cuando se empieza a decir es un Leonardo, un Rafael o un Tintoretto, en lugar de una Anunciación, una Última Cena, un bodegón o un Arca de Noé. Es cuando los edificios siguen los cánones de Palladio en lugar de competir por elevarse para alabar a Dios. Una época excepcional e irrepetible, por lo demás. Luego esa sublimación de individuo por encima de la Fe, cundirá en toda Europa, incluida la católica España. O por mejor decirlo, en las Españas de ambos lados de océano. En América surgirán ciudades de trama cuadriculada con la misma estructura que los campamentos romanos, con Cardo y Decumana, que pervivirán hasta hoy día. Y así seguiremos admirando al autor a través del Barroco, el Neoclásico y el Romanticismo en todas las artes.

Sin embargo a partir del nacimiento del Impresionismo, el autor pierde relevancia en favor de la obra misma. De una obra que ya no tiene estructura alguna, ni escuela ni canon. Solo la libertad creativa del artista. Nada que objetar... excepto un par de preguntas ¿Es esto cierto o es más cierto que, vayas al museo o exposición que vayas, todo el mundo indefectiblemente mira primero el letrero con el nombre del autor y luego "admira" la obra? ¿Que los "entendidos" están al albur de lo que digan unos cuantos "críticos" para los que la obra de arte no es otra cosa que un objeto de compra-venta, que naturalmente han comprado barato y venderán caro? ¿Tiene esto algo que ver con el hecho de que los marchantes indiquen a los autores el número de obras que pueden producir cada año? ¿Con el enriquecimiento desmesurado de los Strauss-Khan, Rostchild y otras familias de mecenas del dinero en lugar de las artes?

Perdonen que disienta, pero si la personalidad del autor, su circunstancia personal, política o sexual resulta relevante para la valoración de la obra, se acaban ustedes de cargar todo el arte del siglo XX. Lo que, por otra parte, igual no era un mal comienzo ¿o sí?


Gonzalo Rodríguez-Jurado Saro

miércoles, 2 de abril de 2014

Un país, veintiuna banderas

Tengo por costumbre no utilizar Tiroleses para expresar opinión política alguna y creo que el asunto que hoy me ocupa no tiene nada que ver con la política. Esto, dejando de lado el hecho de que estoy convencido de que en España la izquierda debería bajar del monte, como hizo la derecha ya hace años. Y empezar a hablar de problemas serios, en lugar de la memoria histérica, de lo que ocurrió hace setenta años, de la derecha clerical y asesina, de los terratenientes o de la Iglesia. Además ¡qué demonios, es mi blog y el que no esté de acuerdo tiene derecho de réplica con pinchar abajo donde pone “comentarios”! Y nadie podrá decir que nunca haya censurado una sola intervención. De hecho, yo de política sí hablo. Lo que no hago es perder el respeto a nadie o no escuchar, que es distinto.

Es difícil, por no decir imposible, encontrar un país aparte del nuestro en el que alguien proteste porque en un acto oficial se escuche el Himno Nacional. Pues eso es justo lo que está ocurriendo estos días. Y uno se plantea si es que estamos tontos o es que nunca hemos sido muy listos, pero luego vas a los hechos y te das cuenta de que ninguna oportunidad que te surja de buscarte la vida fuera de España debe ser desdeñada.

Y es que España como Reino, como Estado soberano independiente, no tiene una bandera como los demás estados soberanos independientes sino al menos veintiuna. En la práctica quiero decir, aunque sí oficialmente. Vamos, que es el único país del mundo con bandera a la carta. La bandera nacional no representa a los ciudadanos, sino que cada ciudadano es representado por la bandera que él estima más oportuno que le represente.

Así, tenemos por una parte la Bandera Nacional, la designada en la Constitución como bandera oficial del Reino, cuya descripción ahorraré por ser sobradamente conocida. Muy útil por ejemplo para los partidos de fútbol o para celebrar victorias deportivas en general, que es su función primordial. No obstante como hay a quien le molesta el escudo que incluye, se puede sustituir por la silueta de un toro bravo sin que esto constituya ofensa alguna para nadie. De hecho, el escudo ya se cambió en el año 79 porque había quien no lo entendía bien y se pensaba que era el “escudo de Franco”. Incluso todavía hay quien llama inconstitucional a aquel escudo, sin saber que es el que ilustra la portada de la primera Constitución que se imprimió. De hecho, la Constitución no dice nada absolutamente del escudo, que se cambió por Ley Orgánica. Esta bandera es muy útil también para ser utilizada a modo de capita, al estilo Superman. Muy común en estos eventos deportivos. También hay algo que solo ocurre en España, y es que unos españoles saquen la bandera española para restregársela por la cara a otros españoles. Véase los partidos Madrid- Barcelona o Madrid-Bilbao.

Y hablando de ignorantes heráldicos, hay una segunda bandera que es la misma, pero en lugar de con el escudo oficial o con el toro de Osborne, se adorna con el mencionado escudo anterior. Y es precisamente por eso, por los ignorantes que se creen que ese es el “escudo de Franco”. Y aunque sí es cierto que Franco retocó algo el escudo de los Reyes Católicos, es decir el escudo que existe desde que existe España, con haber vuelto a reponerlo en su diseño original hubiera bastado, digo yo. Pero en fin, estoy seguro de que si no tuviéramos o no hubiéramos tenido tantos complejos en su momento, ahora no estaría escribiendo esto.

Después está la Imprescindible, las sal de todos los guisos y el picante de todas las salsas: la bandera de la II República. Y digo bien, de la II República, que no la bandera republicana, que para ser republicano no hace falta estar de acuerdo con aquél régimen fracasado, nacido de un golpe de estado. Civil, pero golpe de estado. Pues a esto es a lo que me refería al principio de este artículo: después de haber dinamitado todos los consensos constitucionales de la Transición, esa bandera no falta en un solo acto de la izquierda. Sea parlamentaria, “escrachera”… o ambas cosas. Esta en cambio sí que es anticonstitucional, pero curiosamente eso no le escandaliza a nadie.

Por último están las banderas de “mi pueblo”, es decir las banderas de uno cualquiera de esos engendros políticos llamados comunidades autónomas. Las más significativas la vasca inventada por el PNV* y la variante de la aragonesa correspondiente a los condados de Cataluña, secuestrada por el nazionalismo catalán. Pero en cualquier caso, hay muchos españoles que dicen “sentirse” solo catalanes, solo vascos, solo canarios, solo gallegos… ¿y a mí que me importa, oiga? Usted puede sentirse lo que estime más oportuno sentirse, pero el hecho cierto, la realidad insoslayable es que usted es español como pone en su pasaporte. Si no, vaya usted por el mundo y pregunte. Pregunte quién conoce su pueblo, pregunte por los tratados comerciales de su pueblo con cualquier país, por el agregado comercial. Y sobre todo por la embajada o el consulado si tiene usted algún problema del tipo robo, secuestro o permiso de trabajo. Y entonces les enseña usted su bandera, a ver qué le dicen.

¿Estamos tontos o no estamos tontos?

Gonzalo Rodríguez-Jurado Saro


(*) Inicialmente, era la cruz blanca de la religión católica, las aspas rojas de San Andrés, bandera de los carlistas y antigua bandera de España; y el fondo verde, color de la Monarquía española (Viva El Rey De España). Posteriormente cambiaron el rojo de las aspas por el verde del fondo.