viernes, 11 de marzo de 2022

Acuérdate

 

"El Gobierno destinará más de 20.300 millones de euros a promover la igualdad hasta 2025" EL PAÍS, 10 de marzo de 2022. 

Cuando no puedas llenar el depósito de tu coche, acuérdate. 

Cuando tengas que bajar su seguro de todo riesgo a terceros, acuérdate. 

Cuando tengas que decir a tu hijo que no puede seguir haciendo su deporte favorito, acuérdate. 

Cuando tengas que decirle que no puede ir ese viaje, acuérdate. 

Cuando tengas que decir no a esa cena o a ese fin de semana, acuérdate. 

Cuando tengas que convencer a tu familia de que “no hace tanto frío” como para encender la calefacción, acuérdate. 

Cuando anules el hotel o el apartamento que tenías para este verano, acuérdate. 

Cuando toque quedarse en casa y pedir pizza, acuérdate. 

Cuando dejes el seguro médico “porque ya tienes la Seguridad Social”, acuérdate. 

Cuando digas a tus hijos que “este año no puede ser lo de EE. UU.”, acuérdate. 

Cuando resulte inviable seguir pagando a una persona o una residencia para que cuiden a tu madre, acuérdate. 

Cuando eches de menos los veranos, las vacaciones o los fines de semana de antes, acuérdate. 

Cuando dejes de cobrar el paro porque llevas dos años sin encontrar un puñetero trabajo digno, acuérdate. 

Cuando despidas a tu hija en el aeropuerto, sin saber muy bien lo que se va a encontrar, acuérdate. 

Cuando no te salgan las cuentas de lo que vais a necesitar para vivir cuando os jubiléis, acuérdate. 

Cuando vayas a rescatar tu plan de pensiones y te digan lo que vas a cobrar, acuérdate. 

Cuando Te cobren por circular por una carretera, por la que siempre habías circulado sin pagar, acuérdate. 

Cuando tengas un accidente o una enfermedad y te digan que no te pueden atender porque no estás en tu comunidad autónoma, acuérdate. 

Cuando, en fin, leas lo que cobran cada ministro, cada diputado, cada consejero, cada alcalde, cada concejal y cada funcionario de una administración, innecesaria en el ochenta por ciento de los casos… Acuérdate de que todo ese dinero sale de tus bolsillos, pero no sirve para para hacer tu vida mejor sino para “promover la igualdad”.

 

martes, 1 de marzo de 2022

Paz y pacifistas

 

Andaba yo haciendo cola en la puerta de un cine en la Gran Vía de Madrid, cuando un fuerte altercado llamó mi atención: con grandes gritos e insultos, un tipo bastante fornido estaba moliendo a palos a la que aparentemente era su novia, una chica por otra parte bastante débil y quebradiza. En cada golpe, en cada grito, la pobre parecía que se iba  a desangrar. Sin dudarlo me lancé en su ayuda, pero inmediatamente comprendí que no iba a mejorar nada, puesto que allí había un representante de la autoridad. Mi sorpresa fue cuando el presunto policía se dirigió a la audiencia y manifestando una indignación un tanto fría, fingida diría yo, solicitó la ayuda de quién pudiera tener vendas, tiritas o algún tipo de material de protección: algún casco, un chaleco antibalas, etc. Por supuesto, la mayoría de los presentes, indignados, tratamos de detener aquella barbaridad, pero hubo otra parte del público que nos detuvo alegando que actuar contra el agresor era iniciar una espiral de violencia que no podía conducir nada más que a un conflicto mayor. Hubo incluso quien dijo que lo que en realidad nos movía era el odio hacia aquél pobre hombre, que no hacía nada más que arreglar un problema que le habíamos creado nosotros por meternos en su vida. Aquella bestia seguía pegando a la chica cada vez con más saña, por lo que ya hubo varios presentes que, como pudimos, empezamos a increparle y hasta a arrojarle objetos para pararle. Entonces, algunos más nos atacaron diciendo que estábamos usando la violencia y que el uso de objetos arrojadizos era una forma de buscar pelea en lugar de intentar solucionar el conflicto dialogando. Que, en realidad, lo que queríamos no era evitar el conflicto sino generar uno mayor para sacar ventajas económicas y forrarnos a costa del sufrimiento de la pobre chica… Evidentemente, esta historia es una ficción, pues quien me conozca sabrá que, en caso contrario, la estaría escribiendo desde una celda o desde un hospital.

 Lo que no es ficción es la reacción de cada uno de los actores, si trasponemos la acción a la vida real. El matón sería Rusia; la chica, Ucrania; el policía, nuestro Gobierno; la parte del público indignada, los países civilizados; y los tibios, los autodenominados pacifistas. Y digo autodenominados porque no hay nada que me parezca más sorprendente que esas personas que se atribuyen a sí mismas en exclusiva, la defensa de la paz, de la Naturaleza o incluso de la Cultura. Y no solo se la atribuyen en exclusiva sino que, al dejar fuera al resto de la Humanidad, la señalan como gente violenta que quiere la guerra. Es decir, la paz es lo que yo te diga que es la paz, y si no te parece bien, puedes y debes ser perseguido, acosado y sobre todo silenciado, porque no tienes derecho a hablar. Y una vez dicho esto, deducen que la paz es la ausencia de violencia física, siempre que esa violencia física no sea ejercida por ciertos países, partidos, bandas armadas o matones a los que ellos consideran legitimados para utilizarla, claro. Inútil discutir con ellos, puedes acabar muy perjudicado, tanto verbal como físicamente.

Y aunque muchos de ellos se crean que son una mezcla de Mahatma Gandhi, Martin Luther King y Jesucristo, lo que en realidad son es una mezcla de la tolerancia de Stalin, la cultura de Diego Armando Maradona y la inteligencia de quien se cree que siempre tiene la razón. Ya se sabe cuáles son los cinco principios de los poco inteligentes: culpar a otros de sus errores, creer que siempre tienen razón, la agresividad, la incapacidad para entender los sentimientos de otras personas y la firme convicción de que son mejores que los demás. De otro modo, no intentarían hacer frasecitas ocurrentes cuando les recuerdas el dicho clásico de “si vis pacem para, bellum” (si quieres la paz, prepara la guerra). Resulta que este es un principio formado a lo largo de muchos siglos de experiencia, que sencillamente advierte de que, si no eres capaz de defenderte, antes o después alguien se impondrá sobre ti. Es decir, que si bajas las manos, siempre habrá alguien dispuesto a atropellarte. Y esto es válido para los estados, los pueblos, el trabajo, las relaciones personales, los negocios, etc.

Pero es que además tampoco suelen tener la más mínima noción ni referencia de los padres de la Escuela de Salamanca: Francisco de Vitoria, Tomás de Mercado, Domingo de Soto, Luis de Molina, Juan de Mariana, Martín de Azpilicueta… casi nadie al aparato. Que no sólo fueron precursores en el siglo XVI de la teoría cuantitativa del dinero, es que además acuñaron conceptos como el del Derecho de Gentes (ius gentium), que va a dar lugar al Derecho Internacional, y el de guerra justa. En virtud de este último, una guerra es justa si evita un mal mayor que el que produce. No sólo eso: el territorio de un pueblo bárbaro no puede ser invadido  porque el derecho de la toma de la tierra en el nuevo mundo solo puede ser dado a través de la guerra justa. No por un derecho de evangelización o un derecho de misión. Pero bueno, parece ser es más sencillo vociferar, acusar a todo el mundo de ser violento… y defender a los asesinos.

Como dijo Churchill: “Entre la indignidad y la guerra, hemos escogido la indignidad; y ahora tendremos la indignidad y la guerra”