viernes, 10 de marzo de 2023

La religión climática

 

Desde que el mundo es mundo, y desde que su más poderoso habitante es el Homo Sapiens, en su variante Sapiens Sapiens, este ha mantenido una constante lucha entre intentar buscar explicación racional a todo lo que ocurre a su alrededor; o atribuirle una explicación mágica. En esas circunstancias surge la Religión o por decirlo mejor, las religiones, capaces de lo más grande y lo más miserable. Desde evitar que la conquista de medio mundo, se realice por la fuerza, la explotación y el exterminio de sus habitantes, hasta justificar los asesinatos y la eliminación física de centenares de miles de personas. Siempre el ser humano ha buscado en lo divino la justificación para sus mayores hazañas y para sus más miserables vilezas. Y siempre, cómo no, ha habido quien ha estado dispuesto a justificar en nombre de la divinidad todas esas hazañas y todas esas miserias. Porque donde hay alguien dispuesto a creer lo que otro le dice si es para justificar sus actos, hay alguien dispuesto a decirle lo que quiere oír. De hecho, lo de justificar cualquier cosa en nombre de la divinidad, sobre todo si así se apoya al poderoso, es una profesión desde hace milenios y se llama religión oficial. Si mi poder viene de Dios y yo gobierno en su nombre, nada de lo que haga puede ser criticado, así que a callar.

Ese poder divino se ha llamado unas veces faraón, otras emperador, otras inca, otras zar, otras revolución, otras raza… y últimamente parece que se llama Planeta. Nada de lo que se haga para favorecer a la divinidad puede ser cuestionado bajo pena de ser señalado, apartado, acusado de traidor y estigmatizado. Y para eso siempre ha habido una élite sacerdotal que decide quién es buen creyente y, por tanto, quién está autorizado a vivir en paz y a disfrutar de las ventajas y la protección de su civilización. Los que queden fuera tendrán que apañarse solos.

En estas circunstancias, si la casta sacerdotal dice que Nuestro Padre Planeta está en peligro por nuestros pecados, porque nuestro comportamiento egoísta ha hecho que el clima cambie, a ver quién tiene narices para decir lo contrario. Más aún, en nuestro propio ser está el pecado original de haber nacido, ya que la especie humana es la única que le sobra a Nuestro Padre Planeta. Pero es que la cosa va más lejos aún: la culpa la tenemos, no solamente por haber nacido en la especie depredadora que destruye a Nuestro Padre Planeta sino, además, cada uno de nosotros individualmente con nuestro comportamiento. Somos agresivos, egoístas y soberbios, por eso todo lo que hagamos para redimir nuestras culpas será insuficiente: el clima ya está alterado por nuestra culpa y nada de lo que hagamos va a poder redimirnos. Como mucho, dejar de evolucionar hacia una destrucción segura.

Ahora bien, no se le ocurra a usted preguntar cómo se supone que debería ser el clima. Me explico, no pregunte usted dónde pone que, en tal fecha del año, en tal lugar, tiene que hacer tal clima: llover, nevar o hacer viento. Le responderán que “los expertos” dicen que esto es así “de siempre” y que ahora ya no lo es. Pero no le dirán que ese “de siempre” no tiene más de ochenta o noventa años, porque antes no hay ni un solo registro de clima; no le dirán que en ninguna parte pone cómo tiene que ser el clima en cada momento y en cada lugar, porque el clima depende de tantísimas variables que es imposible determinarlo; no le dirán que hemos pasado cuatro glaciaciones en las que el planeta se ha congelado completamente, y sus respectivos calentamientos globales para volver a hacer la Tierra habitable; no le dirán que detrás de esa penitencia que debemos auto infligirnos, renunciando a nuestro progreso, nuestra comodidad y la de nuestros hijos, hay intereses nada ocultos que no se basan solo en el enriquecimiento, sino en nuestro sometimiento a base de arruinarnos… No le dirán nada de eso, solamente le dirán que es usted culpable. Así son muchas religiones.