viernes, 29 de junio de 2018

JUGARSE LA VIDA


Seamos sensatos: hace un siglo, tú desembarcabas en Buenos Aires o en Nueva York y nadie, repito, nadie te ponía una sola pega para que te buscases la vida allí. Ahora, eso sí, tampoco nadie te ponía casa, colegio, sanidad gratis ni una pensión para que vivieras. ¿Por qué nosotros sí ponemos todas esas cosas a todo el que llega? Muy sencillo: los despreciamos tanto -yo no, pero los piadosos de subvención, sí-, que consideramos que si no los mantenemos, ellos jamás serán capaces de buscarse la vida. Es más, yo creo que a muchos que nunca han tenido un discurso claro ni una ideología debidamente sistematizada, se les caerían todas las estructuras de su discurso. Diría de su discurso político, pero el buenismo no tiene nada que ver con la Política. La Política es una actividad muy respetable, de la que se han ocupado personajes tan “poco” relevantes como Platón, Aristóteles, Descartes o Maquiavelo. Es sencillamente el arte de organizar la convivencia, de administrar los bienes comunes para evitar que se produzcan abusos. La organización de la Polis.
El problema, es que preferimos que se mueran de hambre en sus lugares de origen, donde no les vemos, que en nuestras calles. Si se mueren allí, nos da igual: ojos que no ven, corazón que no siente. Pero si se nos mueren aquí, amigo, eso nos da un poco más de repelús. En consecuencia, hay que dar casa, educación, sanidad y una pensión a todo el que consiga desembarcar en nuestras costas. Esto, por supuesto, a costa de encomendar la defensa de nuestras fronteras a una Guardia Civil a la que pedimos que se juegue el tipo a diario para protegerlas; y a la que dejamos -con perdón- con el culo al aire cuando alguien consigue burlar su protección. Nuestra protección. Yo tampoco tendría duda: entre jugarte la vida cruzando el mar y si llegas, tener la vida garantizada; o saber que si te quedas en tu orilla, tu destino será morir de hambre, de asco o que te coman los perros, la decisión es bien sencilla.
Pero claro, la Economía que es tozuda, explica que no se puede multiplicar indefinidamente el dinero. Que si tú tienes un remanente de cien porque has producido doscientos cincuenta, no puedes repartir más de cien. Eso además, sin tener en cuenta que ese remanente, en buena lógica, debería ser para garantizar la supervivencia de quien lo ha producido. Pero en fin, no seamos egoístas: impidámosles que lleguen, pero si consiguen llegar, renunciemos a nuestros ahorros para compartirlos. Parece un poco de locos, pero no pienso oponerme al Discurso de los Valores Obligatorios. Que luego dicen que digo, oiga.
Solo una pregunta tonta ¿No sería más justo dejarles entrar y que se buscasen la vida como mejor pudieran? Por supuesto, con un mínimo vital garantizado, pero teniendo en cuenta que cuanto mayor fuera ese mínimo vital, menos gente podríamos admitir. Que además, a medida que se fueran instalando, estabilizando y asentando pudiesen ir accediendo a mayores prestaciones, entre otras cosas porque esas prestaciones también saldrían de su trabajo. No sé digo yo... Además, no me parece que hubiera muchos muertos de hambre hace un siglo en Buenos Aires ni en Nueva York.

viernes, 8 de junio de 2018

QUID PRODEST?

¿A quién beneficia? "Quid prodest scelus, is fecit". En latín, "Aquel al que favorece el crimen es quien lo ha cometido". Quien sea aficionado a las novelas policíacas, sabrá que es la primera pregunta que debe hacerse cualquier investigador que se considere digno de tal nombre. Y quien sea aficionado a seguir los artículos de este humilde blog, sabrá que ni la Política ni las profecías suelen entrar entre los temas a debatir. Sin embargo, a veces es fácil dejarse llevar por la corriente, y después de una intensa semana de sobresaltos, uno no puede dejar de echar su cuarto a espadas. Solo por el placer de apostar, solo por el placer de poder decir “eso ya lo dije yo”. De menos nos ha hecho Dios…

En cuestión de días y hasta de horas, hemos visto cómo un ciudadano que no hace más de seis meses estaba en la oficina de empleo, ha llegado a la Presidencia del Gobierno de España. Aparentemente, en un movimiento de una audacia sin límites, Pedro Sánchez descabalgado del Poder a un Mariano Rajoy que, veinticuatro horas antes, celebraba la aprobación de unos Presupuestos que le garantizaban una legislatura tranquila. ¿Cómo ha podido entonces dejarse apuntillar en mitad de la plaza como un manso? Quid Prodest? Veamos:

Mariano Rajoy termina de aprobar, con gran sacrificio de votos entre sus seguidores, unos presupuestos que como hemos visto, le garantizan dos años de tranquilidad hasta el final de la legislatura. Apenas le plantan la moción de censura en el Registro del Congreso, tarda horas en saber que el PNV, decisivo para su aprobación, y beneficiario de sus inversiones a pesar de sangría de votos, se va a decantar a favor. En lugar de negociar, se encierra con su guardia pretoriana en torno a dos botellas de Johnnie Walker, y comete la absoluta falta de respeto al pueblo español de no comparecer en una moción de censura contra él. A pesar de que por tres veces el ponente Pedro Sánchez le ha dicho por la mañana, con luz y taquígrafos, “dimita usted y en este momento retiro la moción”, no se molesta ni en contestar. Es más, aguanta hasta la votación para perderla y que Pedro Sánchez acceda a la Presidencia. El Partido Popular, después de seis años de Presidencia de Rajoy, está sufriendo una sangría de votos imposible de cauterizar: negociación con ETA, seguidismo de Zapatero en este asunto y en otros de ingeniería social y, sobre todo, la gestión del golpe de estado en Cataluña, con una aplicación light del artículo 155 de la Constitución. Esto es, para poner inmediatamente un gobierno que le libere de su obligación de restaurar el orden constitucional en Cataluña. La inmensa mayoría de esos votos, se está yendo a Ciudadanos.

El PSOE, por su parte está sufriendo también una sangría de votos en dos direcciones: sus votantes más radicales se han ido a Podemos, un partido que se vende como más ilusionante para el votante de izquierda y, sobre todo, más pendenciero contra la derecha recalcitrante. La realidad es que a base de ordeno y mando y de machete venezolano, Pablo Iglesias sabe que ha tocado techo y que nunca va a superar el techo de Izquierda Unida, a quien ya ha fagocitado. Aunque está a punto de superar al PSOE, lo que en algunas encuestas ya ha conseguido, este tiene que reaccionar para volver al statu quo del bipartidismo. Y Pablo se conforma. Después de todo, hay que pagar las letras del apartamento. Pero la gran sangría socialista de votos, harta de una oposición condescendiente y de un reparto descarado de puestos en ayuntamientos y autonomías, va hacia -ya lo ha adivinado usted- Ciudadanos.

Los nazis, tanto los catalanes como los vascos, están en un momento dulce en el que tienen al estado opresor contra las cuerdas, gracias a años de política de cesión y apaciguamiento, y parece que solo les falta dar el golpe de gracia. Este bien podría ser un levantamiento general en cualquiera de sus formas, una campaña de internacionalización del problema, frente a la inactividad del Estado o la exigencia de más cesiones a cambio de paz, como siempre han hecho. Solo tienen un problema: en caso de que vayamos a unas elecciones generales, todas las encuestas dicen que ganaría el único de no debe ganar. El único que ha demostrado que no solo no se debe negociar con separatistas, sino que además se les puede ganar en las urnas ¿Quién es? Exactamente, Ciudadanos.


En los dos años que nos quedan de legislatura -que nadie se piense que va a haber elecciones antes-, vamos a ver a un PSOE extremadamente moderado, dialogante y conciliador, que hará como que hace, pero no aprobará una sola medida, ni a favor ni en contra de los nazis vascos y catalanes; a un PP extremadamente pendenciero, agresivo y defensor de las esencias constitucionales, con muchos aspavientos y mucho jaleo mediático. A lo mejor, hasta le vemos encabezar manifestaciones a favor de las víctimas del terrorismo. Esas a las que tanto desprecia. Y a unos nazis periféricos gritones y amenazantes, pero más mansos que el borreguito de Norit. Y es que no solo hay que recuperar a los votantes perdidos, es que como “nos roben” el centro, todos tenemos muchísimo que perder. Todos lo sabían, todos callaron. Quid Prodest?