lunes, 3 de marzo de 2014

Hasta siempre, hermano

Desde luego no hay nada como decir “de este agua no beberé”. En alguno de los primeros artículos de Tiroleses, dije que no quería convertir esto en una crónica social, de eventos ni mucho menos de necrológicas. Creo que esta es ya la quinta reseña que hago por la muerte de “uno de los nuestros”. Y es que Adolfo era uno de los nuestros. Como él mismo me dijo este verano, “Gonzalo, olvídate, tus verdaderos amigos son los de La Granja. Puedes tener otros o haberlos encontrado después, pero los que te van a responder en momentos difíciles son los de aquí, los de cuando eras niño”. Nada que añadir, excepto que eso ya lo sabía yo.

Adolfo vivió como él quiso vivir, sin ataduras y sin molestar a nadie, pero sin callarse delante de nadie. Y cuando digo sin ataduras me refiero a la principal atadura a la que todos nos sometemos con placer, que no es otra que el dinero. Puedo dar fe de que en muchas ocasiones renunció al dinero sin el más mínimo aspaviento, sin considerar que estuviese haciendo nada extraordinario. Como la vez que sacó todos sus ahorros del banco para pagar la nómina de la gente que trabaja en el campo, porque una subvención se había retrasado y no había liquidez. Lo malo es que ese dinero lo tenía ahorrado para hacer un viaje que llevaba más de un año planeando. Jamás pidió que se lo devolvieran.

Y murió como a muchos nos gustaría morir, rodeado de su madre, de todos sus amigos, de todos sus hermanos, tíos y sobrinos; consciente hasta el último día, y sabiendo lo que iba a pasar casi desde el primer día. Y sin perder el sentido del humor, por supuesto. Con ocasión de su último ingreso tuvieron que hacerle varias pruebas, para lo que fue necesario trasladarle por dentro del hospital en su cama. Ante la mirada curiosa de la gente que se encontraba por los pasillos, se retiró la máscara del oxígeno  y dirigiéndose a una señora le dijo “me llevan al crematorio”. O también durante ese mismo ingreso, estando semiinconsciente abrió los ojos y dijo a varios de sus amigos allí presentes “no vais a heredar nada, cabrones”. Antes de eso, estando todavía en casa y en una de sus tremendas crisis respiratorias, recibió a una visita diciéndole “¿vienes a velarme?”

Estoy seguro de que cada uno de los que le conocisteis, tendréis una o cien anécdotas como estas. Conservadlas, pues es en ellas donde ahora está Adolfo. Donde siempre va a estar hasta que nadie las recuerde. Hasta que nadie nos recuerde.



Gonzalo Rodríguez-Jurado Saro

4 comentarios:

  1. Adolfo siempre ha sido queridísimo por todos, por su carisma, simpatía, bondad y por ese sentido del humor increíble que tenía hasta en las situaciones más difíciles. Sentido del humor y fortaleza que tenéis todos los hermanos y especialmente tu increíble madre. Un beso gordísimo para todos.

    Regina Barbadillo

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  2. Siempre se le ha querido mucho, a él y a todos vosotros. Y siempre le recordaremos.
    Un beso enorme a todos.
    Teresa Estalella

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  3. Entrañable artículo, Gonzálo. No tuve el gusto de conocerle, pero me quito el sombrero, un saludo. Javier García

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  4. Era un tío grande por dentro y sobre todo por fuera jajajajaj........ Tenia un sentido del humor que siempre sacaba una sonrisa hasta en los peores momentos. Un ejemplo a seguir para todos. Sabéis que os quiero a todos y es verdad que los amigos de La Granja son muy importantes, son los de la niñez efectivamente. Por eso siempre le llevaremos con nosotros y estar presente en tantas y tantas anécdotas, por supuesto divertidas. Un super abrazo y un besazo a todos.
    Leticia aleixandre

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