Vamos a ver si queda clara
una cosa: la Navidad no es mágica. De todas las acepciones de “mágico” que
tiene el Diccionario de la RAE, la segunda, que lo define como algo
“maravilloso y estupendo”, podría ser la única que se aplicase a la Navidad, pero
en todo caso no es eso. Creo que ya en un artículo anterior de Tiroleses, hablé
de la palabra “mágico” como el comodín que utilizan los que tienen que hablar
de algo y no tienen nada que decir al respecto. Y ponía como ejemplo más clásico de esto, la famosa noche “mágica” de los oscar. Es decir, cuando la gente del cine se reúne para
premiar a la gente del cine, ante los aplausos de la gente del cine. Cuando la
gente del cine se premia a sí misma, para no alargarnos. Pero es que además
también son "mágicas" la noche de Fin de Año, Disneyland París, el Baile de la
Rosa de Montecarlo, los presuntos “ángeles” de Victoria´s Secret y hasta la boda de SAR
la Infanta Dª Cristina con Iñaki Urdangarín, si me apuran. Por cierto ¿alguien
ha caído en la cuenta de que hablar de don Iñaki es como hablar de don Pepito, de
don Manolo o de don Nacho? Menos mal que ya casi no se utiliza…
Pero a lo que voy es a que,
cuantas más luces de colores, guirnaldas, purpurina y confeti tenga un
acontecimiento, más “mágico” es. Entonces, no es de extrañar que para quienes
las navidades no tengan ningún significado religioso, necesiten convertirlas en
algo “mágico”. Y si además es rentable, mucho mejor. De esta manera tenemos dos
formas de celebrar las navidades: la de los que creemos que es el aniversario
del Nacimiento de Jesús, y por tanto hay que celebrarlo junto con la familia,
perdonando, recordando a los que no están y oyendo misa con los demás; y la de
los que creen que tiene que ser algo “mágico”, que hay que hacerse muchísimos
regalos, que cuantos más regalos se hagan, mejor y que cuanto más caros sean
los regalos, más mágicos. Entre estos dos extremos lógicamente, hay todos los
términos medios y todos los matices que se quieran poner.
En todo caso, esta última es,
a mi modo de ver, una forma muy particular de expresar cariño. No mejor ni peor
que otras, que cada uno expresa lo que siente como mejor sabe, pero desde luego
a mí me emociona mucho más un beso de mi mujer o de mis hijos, que un regalo del “amigo insufrible”. Lo que no entiendo es por qué esos mismos que son
incapaces de entender el verdadero significado de la Navidad, tienen que
servirse de ella para propagar el mensaje opuesto a la Navidad. Es decir, vamos
a hacer la gran fiesta del consumo, usando como excusa la fiesta de los que ven
en el consumo desbordado un derroche innecesario. Y para eso nos podemos
inventar la figura de un tipo gordo, con un pijama rojo, con pinta de haberse
bebido un barril de vodka y que diga “Ho,
Ho, Ho”… Así, nos podemos encontrar ciudades enteras como Madrid, Londres,
Nueva York o La Granja, llenas de luces de colores, de mensajes pacifistas y de
formas geométricas absurdas, sin una sola alusión al sentido original de la
Navidad. Eso sí, compitiendo en cursilería ramplona. Compitiendo por ver cuál
de ellas es más mágica…
Gonzalo Rodríguez-Jurado
Saro
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