viernes, 5 de diciembre de 2014

La magia de la Navidad

Vamos a ver si queda clara una cosa: la Navidad no es mágica. De todas las acepciones de “mágico” que tiene el Diccionario de la RAE, la segunda, que lo define como algo “maravilloso y estupendo”, podría ser la única que se aplicase a la Navidad, pero en todo caso no es eso. Creo que ya en un artículo anterior de Tiroleses, hablé de la palabra “mágico” como el comodín que utilizan los que tienen que hablar de algo y no tienen nada que decir al respecto. Y ponía como ejemplo más clásico de esto, la famosa noche “mágica” de los oscar. Es decir,  cuando la gente del cine se reúne para premiar a la gente del cine, ante los aplausos de la gente del cine. Cuando la gente del cine se premia a sí misma, para no alargarnos. Pero es que además también son "mágicas" la noche de Fin de Año, Disneyland París, el Baile de la Rosa de Montecarlo, los presuntos “ángeles” de Victoria´s Secret y hasta la boda de SAR la Infanta Dª Cristina con Iñaki Urdangarín, si me apuran. Por cierto ¿alguien ha caído en la cuenta de que hablar de don Iñaki es como hablar de don Pepito, de don Manolo o de don Nacho? Menos mal que ya casi no se utiliza…

Pero a lo que voy es a que, cuantas más luces de colores, guirnaldas, purpurina y confeti tenga un acontecimiento, más “mágico” es. Entonces, no es de extrañar que para quienes las navidades no tengan ningún significado religioso, necesiten convertirlas en algo “mágico”. Y si además es rentable, mucho mejor. De esta manera tenemos dos formas de celebrar las navidades: la de los que creemos que es el aniversario del Nacimiento de Jesús, y por tanto hay que celebrarlo junto con la familia, perdonando, recordando a los que no están y oyendo misa con los demás; y la de los que creen que tiene que ser algo “mágico”, que hay que hacerse muchísimos regalos, que cuantos más regalos se hagan, mejor y que cuanto más caros sean los regalos, más mágicos. Entre estos dos extremos lógicamente, hay todos los términos medios y todos los matices que se quieran poner.

En todo caso, esta última es, a mi modo de ver, una forma muy particular de expresar cariño. No mejor ni peor que otras, que cada uno expresa lo que siente como mejor sabe, pero desde luego a mí me emociona mucho más un beso de mi mujer o de mis hijos, que un regalo del “amigo insufrible”. Lo que no entiendo es por qué esos mismos que son incapaces de entender el verdadero significado de la Navidad, tienen que servirse de ella para propagar el mensaje opuesto a la Navidad. Es decir, vamos a hacer la gran fiesta del consumo, usando como excusa la fiesta de los que ven en el consumo desbordado un derroche innecesario. Y para eso nos podemos inventar la figura de un tipo gordo, con un pijama rojo, con pinta de haberse bebido un barril de vodka y que diga “Ho, Ho, Ho”… Así, nos podemos encontrar ciudades enteras como Madrid, Londres, Nueva York o La Granja, llenas de luces de colores, de mensajes pacifistas y de formas geométricas absurdas, sin una sola alusión al sentido original de la Navidad. Eso sí, compitiendo en cursilería ramplona. Compitiendo por ver cuál de ellas es más mágica…



Gonzalo Rodríguez-Jurado Saro

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