Ya estamos casi a mitad de primavera
y el espectáculo en que se convierten, a partir de ahora Los Jardines de La
Granja y el pinar de Valsaín, solo puede ser entendido por quien tenga -o por
quienes tengamos- el inmenso privilegio de verlo. Es decir, un año más, como
era previsible, la primavera estalla entre pinos, robles, jara, retama,
espliego, romero y hayas. Y es que, pésele a quien pueda pesarle, el ciclo de
las estaciones se sucede anualmente de manera indefectible. Pero no invariable,
que es distinto. Nadie ha dicho que del quince al treinta de enero tenga que
hacer tal temperatura o que en la primera semana de mayo tenga que haber tales
precipitaciones. No. Eso es lo que se creen los que se creen que saben algo sobre
el clima, pero no tiene nada que ver con la realidad.
La realidad sobre el clima
es que es un conjunto de variables que interactúan entre sí, dando distintos
resultados en función de cómo se combinen. A gran escala tenemos el ciclo de
las estaciones, este sí invariable, que depende de la inclinación del eje
terrestre en cada época del año y no estrictamente del movimiento de traslación
de la Tierra, como dicen algunos telepredicadores. Posiblemente el segundo factor
más determinante del clima sea la presión atmosférica, que para entendernos es
como si tuviéramos una bolsa de plástico a medio hinchar y apretásemos por una
de sus partes. Lógicamente, el aire se comprimiría contra la pared del lado
contrario. Pues eso es lo que pasa con la atmósfera: cuando aumenta la presión
en un lado, el aire -y con él las nubes- se van al lado contrario. Pero es que
además, esos cambios de presión dependen en gran medida de las temperaturas: a
mayor temperatura, menor densidad del aire ¿Y por qué varían las temperaturas?
Corrientes marinas, que no siempre son estables, precipitaciones y corrientes
de aire frío o caliente, que a su vez dependen de los cambios de presión. Y
este es un tercer factor determinante, la temperatura, que como vemos, también
depende de los distintos juegos de la presión, las corrientes y las
precipitaciones. Las cuáles a su vez dependen de manera directa de las
variaciones de la temperatura. Si a todo esto le añadimos las circunstancias locales
del clima, como pueden ser la proximidad de una gran masa de agua, el relieve,
la disposición del mismo (no es lo mismo estar junto a una cordillera Norte-Sur
que Este-Oeste) el estar bajo un régimen de costa, de montaña o continental,
etc. Tendríamos entonces una cantidad de posibles climas casi ilimitada o
limitadísima, según donde nos encontremos.
Pregunta: ¿De verdad puede
alguien creerse que el clima es algo estable y previsible? Pues parece que sí,
porque cada vez que te montas en el ascensor, con quien sea que no tienes nada de
que hablar, le dices “vaya, parece que vuelve la lluvia” Y siempre te contesta
con un genérico “sí, que raro” Y digo yo ¿Porqué cada vez que haces notar que
hace frío en invierno, que hace viento o que llueve en primavera o que se
acortan los días en otoño, alguien lo encuentra rarísimo?
Desde luego no sé quién ha
sido el fenómeno que ha descubierto que fomentando la inseguridad se ganan
millones, pero sin duda ha dado en el clavo. Y es que, preguntes a quien
preguntes, la respuesta que te darán el noventa por ciento de las veces es que ”el
clima está cambiando”. Pero nadie te sabe explicar, si se lo
preguntas, cuánto, dónde ni respecto a qué o a cuándo está cambiando el clima.
Y sí, ya sé que a estas
alturas del artículo habrá alguien diciendo que desde luego soy un iconoclasta
y un descreído y que cómo voy yo a ser más listo que “los expertos”. Y claro,
como uno es perro viejo, ya me he leído los concienzudos informes del presunto
Panel (¡?!) Internacional para el Cambio Climático de la ONU. Uno de los más
bonitos, las evaluaciones de 1990 y 1992. En el “Resumen de Cuestiones Suscitadas
para un Examen más Detenido” de su séptima reunión, las conclusiones son demoledoras
y aterradoras. Y lo que es más indiscutible, científicamente demostradas. Pero
como no quiero que nadie diga que hago mis propias interpretaciones, transcribo
literalmente:
“La desertificación es un fenómeno complejo, en gran medida vinculado a
causas humanas tales como la degradación de las tierras atizadas por la
variabilidad climática; las regiones áridas y semiáridas afectadas por este
fenómeno tienen, por consiguiente, mayor probabilidad de ser vulnerables al
cambio climático.”
No me dirán que no es como
para echarse a temblar. Al que ha escrito el párrafo me refiero, por supuesto. Imposible decir menos cosas con más palabras y menos signos de puntuación.
Gonzalo Rodríguez-Jurado
Saro
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