domingo, 28 de enero de 2018

Neither me

Pues ante el muchas veces cínico y manipulador “Me Too” (yo también) de las actrices de Hollywood, propongo el “Neither Me” (yo tampoco). Por supuesto que condeno, como por otra parte he hecho toda mi vida, cualquier tipo de acoso sexual. Quien haya tenido la paciencia de leerme estos últimos años, no podrá tener ninguna duda. Pero no por eso dejo además de condenar que sobre tan delicado asunto, se monte una campaña a la que se suman complacientes, individuas e individuos a los que jamás nadie ha acosado o que simplemente se han servido de sus encantos para llegar donde están. Pero siendo esto inmoral, lo que peor me parece es aprovechar modas y consignas orquestadas, para humillar o injuriar a otras personas. Personas que en muchos casos te han ayudado en tu carrera. Porque decir que a mí me han acosado, querida señora, supone decir que hay un indeseable suelto por el mundo que puede hacer lo mismo con otras mujeres, y al que por tanto hay que señalar con su nombre y apellidos. No basta, señora mía, con dejar entrever que todos los hombres son unos acosadores. Ni aun cuando eso suponga un notable beneficio para su carrera, porque el productor de turno está viendo cómo sigue usted sus consignas… y de paso hunde al productor que le hacía la competencia a él. Usted no se puede servir de la desgracia y la humillación de las mujeres que sí han sufrido acoso, para canalizar su carrera. Eso está muy feo.

Pero si esto es grave, más grave todavía es la miseria moral de los que aquí en España, asumen las campañas procedentes del otro lado del Atlántico y, con una absoluta falta de base cultural, las intentan imponer a machamartillo. Mire usted, señor lacayo de la muy racista y machista industria del cine en Hollywood: mientras en su admirado inframundo del cine americano, así como en el conjunto de la cultura WASP de Norteamérica (white anglo-saxon protestant – blanco anglosajón y protestante), se ve como algo asqueroso el contacto físico, y si te presentan a alguien apenas te da la mano si puede evitarlo, aquí nos tocamos, nos abrazamos y nos besamos con bastante naturalidad y sin que ninguna mente enferma piense nada raro; mientras en EEUU, las fiestas locales consisten en el desfile, separados a más de dos metros de bomberos, policías, majorettes, equipos de beisbol y asociaciones de la comunidad, aquí nos apiñamos en una plaza en la que no cabe un alfiler, saltando, gritando y regándonos con buen vino. Pruebe usted a hacer eso en los EEUU. Mientras aquí nos miramos a los ojos cuando hablamos, de manera interrogante, altanera o incluso desafiante, allí el contacto visual puede ser hasta ofensivo. Sin embargo, ahora hay que celebrar los sanfermines con oficinas de denuncia de acoso. Acoso que por supuesto tiene que ser interpretado por la acosada. Es decir, quiero meterme a ver el chupinazo de Pamplona, delante la casa consistorial, donde no cabe un pelo, pero si me toca alguien, ya interpretaré yo con qué intención lo ha hecho. Pues mire usted, la otra opción es que vea usted el chupinazo sentada tranquilamente en el sofá de su casa.


Por supuesto, no estoy defendiendo actos puntuales y asquerosos, como el conocido caso de la más que probable violación en grupo de una chica en San Fermín. Tampoco niego que haya patosos que aprovechan cualquier aglomeración para dar cauce a sus reprimidos deseos, líbreme San Fermín. Pero desde luego no condeno a nadie de antemano, esa es tarea del juez y no me da ninguna envidia, que para meter a alguien en la cárcel hay que estar muy seguro de que lo merece. Y no, como se puede deducir después de leer este artículo, no pienso apoyar la campaña de  satanización de los hombres, diseñada y ejecutada, no para proteger a las mujeres, sino para hundir la carrera de quien se ponga por delante de quien no debe ponerse. Yo no me presto a manipulaciones. Yo tampoco, neither me.

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