jueves, 18 de agosto de 2022

PALABROS

 

“Los padres tendrán derecho preferente a escoger el tipo de educación que habrá de darse a sus hijos. (Artículo 26.3 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de la ONU)

España como estado -no sus comunidades autónomas, que solo son una parte de él- hace un atropello sistemático de este artículo. Fundamentalmente en lo referente al idioma, pero no solo. El caso es que desde hace ya decenas de años, se está privando a nuestros estudiantes de su derecho a una formación elemental que pasa, entre otras cosas, por poder manejar correctamente su propio idioma. Y aquí sí que me da igual si su propio idioma es el vasco, el catalán, el gallego o el suajili. Allá sus padres que son quienes tienen que elegirlo. Soy profesor, y resulta muy frustrante intentar enseñar nada a alumnos que desconocen en su práctica totalidad la morfología, la fonología y la sintaxis. Es decir, se les ha privado, no se si deliberadamente, de su principal herramienta de acceso al conocimiento, a la formación y, en definitiva, a su trabajo y a su futuro.

Pero como la vida no se detiene, ellos lo sustituyen con los medios a su alcance, que tampoco voy a criticar aquí, pues cada uno de ellos como toda herramienta, puede ser buena o mala, según se utilice. Me refiero a los ordenadores, las tabletas, las televisiones e incluso los libros. Sí, los libros. También están ahí para quien quiera utilizarlos y, de hecho, hay muchos jóvenes que lo hacen. El caso es que los que editan cualquiera de estos canales de comunicación también necesitan comunicadores, y que a estos comunicadores tampoco les ha enseñado nadie a hablar. En consecuencia, tenemos a nuestros jóvenes aprendiendo a hablar con gente que no sabe hablar: futbolistas, actores, políticos y, lo que es más grave, periodistas y escritores. Empezamos bien, pero con estos mimbres hay que hacer el cesto.

El primer recurso para parecer culto es alargar las palabras. Me he permitido traer aquí unos cuantos ejemplos, por si alguien puede explicarle al ignorante de turno, que la palabra que acaba de utilizar tiene su correspondiente traducción al castellano:

Equipación             Equipo

Obligatoriedad        Obligación

Virtuosidad             Virtud

Honorabilidad         Honor

Verbalizar               Hablar, decir

Personalizado         Personal

Judicializado           Procesado

Visualizar               Ver

Visibilizar                Ver

Condicionalidad      Condición

Rigurosidad            Rigor

Haga usted el favor de no entrar en la página de la RAE a buscar todas estas palabras. Es posible que encuentre alguna o muchas de ellas, pero es que, desde que en la RAE alguien dijo la tontería de que, si se usa a diario una palabra, forma parte del idioma, estamos como estamos: apañados.

Por otra parte, está el temible conjunto de palabras y expresiones que integran el discurso políticamente correcto. Esas sin las cuáles un político o un periodista no saben hablar. Las mismas que tienen que aparecer en su discurso, al menos una en cada frase. Y lo mismo sirve para la publicidad. Hasta tal punto, que me he propuesto evitar en lo posible, consumir cualquier producto que utilice una de estas palabras en sus campañas. Sé que es una quimera y que me quedaría en la calle sin ropa, sin alimentos ni medicinas, pero debo intentarlo. Si el hidalgo don Alonso Quijano logró liberar a decenas de condenados de perecer atados a los remos de una galera ¿no he de lograr yo rescatar a mi idioma de la barbarie? Esta es la fatídica lista:

Reto, planeta, sostenible, género, histórico, implementar, negacionista, quedarse atrás, no dejar a nadie atrás, natural, bio, emisiones, integral, respetuoso con el medio ambiente, verde, resiliencia, articular, poner en valor, emergencia climática, cuerpos, identidades, ensanchar los márgenes, vulnerabilidad, contextos, esfuerzo colectivo, legitimar, discriminación y aproximación cualitativa.

Hay muchas más pero no oír ninguna de estas, aumentaría mucho mis posibilidades de  creerme lo que me estén contando.

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