martes, 5 de mayo de 2020

La Stasi de los balcones


Dicen que el secreto del éxito de la Stasi, los servicios secretos de la Alemania comunista (me niego a llamarle democrática), consistía en que tres de cada cinco alemanes eran colaboradores suyos. No sé si esta afirmación se basará en datos contrastados y desde luego, si existe una lista de todos esos colaboradores, supongo que a muy poca gente le interesará que se publique. Como casi siempre y en casi todas las cosas, habría de todo. Por una parte, si tú vives en un país comunista y el servicio secreto te “invita a colaborar” para que informes de tus vecinos, imagino que es complicado negarse. Por otra siempre hay gente, a veces demasiada, que no duda en correr en auxilio del vencedor, aún a riesgo de perder su propia dignidad. Al final, la cuestión era muy sencilla: denunciabas o te denunciaban. Así que todos calladitos y a informar de lo que hiciera el vecino, quien a su vez tendría que informar de lo que tú hicieras. Supongo que, si algún cubano o algún venezolano leen este artículo, les parecerá demasiado lejano el ejemplo de la Stasi. Paciencia hermanos, por aquí decimos que no hay mal que cien años dure.

Con el único fin de no informar, de no nombrar, de que no existan los muertos, más allá de un frío dato estadístico, nuestra Stasi integrada por políticos, funcionarios, periodistas, empresas de comunicación y hasta algún que otro general, han decidido convertir esta crisis en un festival de balcones. A diario nos fusilan con imágenes, reportajes y presuntas noticias de balcones. De balcones que cantan, de balcones que lloran, que se emocionan y que aplauden. Sobre todo, que aplauden. Muchos aplausos, todo aplausos. No hay muertos, sólo aplausos: balcones aplaudiendo, médicos aplaudiendo, políticos aplaudiéndose unos a otros, y aplausos en ruedas de prensa, en las que se informa de los muertos.

“Entre todos venceremos”, “Todos somos…” Todos, no. Hay por lo menos treinta y cinco mil que ya han perdido, que ya no son nada. Treinta y cinco mil que ya no van a aplaudir desde ningún balcón. Y sus familias, no creo que estén para aplausos. Ni para darlos ni para recibirlos, porque ni siquiera han podido despedirse de ellos. Ni siquiera una oración en su presencia ni acompañar a sus restos hasta el reposo final. Sin necesidad de aplaudir, que no se sabe por qué ya no se reza a los muertos sino se les aplaude. Hasta la muerte se ha convertido en un espectáculo y se aplaude en los entierros, y al paso de un féretro. Ya no se reza por los muertos, ahora se guarda un minuto de silencio… y después se aplaude.

En estas circunstancias, en esta sociedad del espectáculo dónde tu valor se mide por el número de personas que te aplauden, y dónde sólo se busca la aprobación del espectador ¿a alguien le extraña que haya surgido a Satsi de los balcones? El informador del balcón se cree con todo el derecho a juzgar y condenar sin juicio a quien a él le parezca que está actuando mal. No importa si tu hijo necesita pasear dos o tres horas al día para mitigar su autismo: si te descubre la Stasi de los balcones os abucheará a ti y a tu hijo y aplaudirá cuando venga la Policía a ponerte la cara colorada. No importa si eres un deportista profesional y estás autorizado a salir a entrenar, porque de eso depende tu trabajo y tu vida: si te descubre la Stasi de los balcones, tu entrenamiento, tus madrugones, tus récords y tus medallas, no valdrán una mierda. No importa si vienes o vas al hospital; si vienes o vas a enterrar a tu madre. Al informador del balcón de la Stasi, lo único que le importa es que se sepa que él es un buen súbdito, que informa puntualmente de cuanto ocurre en su barrio, y que aplaude cuando la Policía viene restaurar el orden. Y si hay alguien que no cumpla, habrá que informar. 

Menuda panda de imbéciles.

Gonzalo Rodríguez-Jurado Saro

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