jueves, 3 de octubre de 2013

Por qué ellos sí y nosotros no

Esa es la pregunta que, bien en tertulias y charlas o bien en particular, nos hacemos todos cuando vemos cómo los países anglosajones y del norte de Europa van dejando atrás la crisis. La misma crisis en la que hemos entrado todos a la vez, pero de la que nosotros parece que no vamos a salir nunca. Independientemente de las explicaciones basadas en teorías conspiratorias o victimistas, según las cuales unos malvados países ricos han envuelto unos activos tóxicos en un papel de celofán y nos lo han endosado a nosotros; o de que se trata de arruinar a todo el mundo para poder dominarlo; o de barbaridades parecidas, mi teoría es que lo que ha diferenciado  nuestra actuación frente a la crisis ha sido nuestro carácter.

Yo creo que la diferencia entre los anglosajones y los latinos -sean de la parte del mundo que sean- tiene que ver más con su cultura que con la suerte. Y me explico: el anglosajón tiene una base cultural y religiosa calvinista. Cada hombre es dueño de su propio destino. El éxito o el fracaso dependen exclusivamente del esfuerzo individual y el éxito social o económico se consideran una virtud. Es ya casi un tópico la frase que muchas veces hemos oído en las películas cuando a alguien le dicen que es rico: “soy un hombre afortunado, tengo más dinero del que puedo gastar”. Sin ostentación pero sin rubor. Esa mentalidad se refleja en las instituciones, en la forma de gestionarlas, etc. Y sobre todo en la política. Aquí, en Europa del sur la gente considera muy cómico que a un político americano le pueda costar la carrera que le sorprendan con una amante. Nos reímos y les llamamos estrechos de mente, reprimidos, etc. Lo que no sabe casi nadie es que a ese hombre no le ha costado la carrera su inclinación sexual sino el simple hecho de que no es una persona de fiar. Si un hombre no es capaz de decir la verdad ni a su propia mujer; si esta no se puede fiar de él ¿cómo voy yo a dejarle que administre mi dinero?

En los países de origen católico, por contra, se confía más en la Providencia. El que está en el poder, lo está porque la vida es así y le ha tocado a él. Lo único que se espera de él es que "se acuerde de los pobres", que el dinero que maneja sirva para socorrerme a mí, que aunque no tengo dinero tengo derecho a tener lo mismo que el que lo tiene. Se considera que el Estado debe ser Social, es decir que se ocupe de quitar el dinero a quien lo tiene y repartirlo entre quienes han tenido peor "suerte". No olvidemos que por estos lugares, el dinero todavía se considera como algo en cierto modo feo, indigno. El que lo tiene, seguramente es porque lo ha robado... Recientemente, en una conversación acerca de la corrupción escuché la siguiente frase de uno que estaba "indignado" con ella: "Menos mal que yo no estoy ahí porque si manejara ese dinero, supongo que haría lo mismo".

Ya se sabe: "El dinero público no es de nadie".



Gonzalo Rodríguez-Jurado Saro

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