martes, 1 de octubre de 2013

Panem et circenses

Pan y circo. Esa es la forma peyorativa en que los ciudadanos romanos se referían a aquellos que “no hablaban de política”. Exactamente igual que ahora, vamos. Por algún extraño motivo sigue viva en España -aunque no sólo en España- la mentalidad de “tú, no te metas en política”. Como si meterse en política, es decir, preocuparse por lo que otro hace con nuestro dinero, fuera un acto deshonesto o algo así. Eso sí, yo no me meto en política, pero puedo afirmar categóricamente y sin duda alguna, que todos los que se dedican a la política son unos ladrones, unos sinvergüenzas y lo único que quieren es robarme mi dinero. Ya, pero usted les sigue votando. Usted no tiene un plan mejor ni se le ocurre mecanismo alguno para que eso deje de ocurrir, pero como lo considera usted algo inevitable, se presta a ello.

De lo que sí entiende usted, sin lugar a dudas, es de fútbol. Cómo no va a entender usted de fútbol, si todo el mundo entiende de fútbol. Y esto último no es broma que yo mismo, que a estas alturas de mi vida no sé exactamente qué es un “fuera de juego”, he hecho la prueba. En mitad de una conversación de fútbol, típica de taberna, he aseverado mostrando una seguridad absoluta, que “Arbeloa -que no sé ni quién es- lo que tiene que hacer es profundizar más en sus internadas”; que “a Piqué lo que le falta es fondo” con el consiguiente comentario relativo a su señora esposa; o que “al Valencia lo que le falta es un nueve”. Todo ello, puedo jurarlo, sin conocer en absoluto el significado de ninguna de esas frases. Pues bien, el resultado siempre es el mismo: nadie te contradice, nadie repara en que estás hablando de oído e incluso suelen salir partidarios tuyos dispuestos a llegar a las manos para defender la estupidez que acabas de decir. De todas formas, si no consideras suficientemente animado el tono de la conversación, siempre puedes sacar el tema de los “fichajes”. En ese momento saldrá alguien muy apenado por los seis millones de parados y dejará su reflexión encima de la barra: “es una inmoralidad que le paguen quince millones de euros a un tío, habiendo tanto paro”. Es entonces cuando yo me pregunto si la teoría del compareciente es que lo que había que hacer con los quince millones era quitárselos al futbolista y repartirlos entre los seis millones de parados. A poco más de dos euros por parado, por cierto.

-“¿Y por qué?” le preguntas
- “Pues porque es una inmoralidad”
- “¿Y si los genera el tío, por qué no va a cobrarlos?”
- “Pues porque hay gente pasando hambre”
- “Pero tú te gastas ciento cincuenta euros en ir a un partido”
- “Ya, pero yo gano una mierda”
- “Y de esa mierda que ganas ¿Cuánto generas?”
- “Todo, claro. Pero una parte se la queda mi empresa”
- “Pues como los futbolistas, pero a ellos les quita su empresa muchísimo más que a ti”

La conversación, que incluirá insultos a todos los miembros y afición de los demás equipos,  se puede prolongar horas, siempre que su interlocutor no decida solventarla al hispánico modo; es decir mentando a su señora madre. Lo que en ningún caso le escuchará usted decir es eso de que “yo de fútbol, es que no entiendo”. Eso nunca, aunque acabe de demostrar que entiende tanto o menos que de política.

Por eso la agradecí siempre a mi padre que nos fomentase la afición al rugby. Ya se sabe la diferencia: El fútbol es un deporte de señores, jugado por patanes; y el rugby es un deporte de patanes jugado por señores. Y además tiene “tercer tiempo”.


Gonzalo Rodríguez-Jurado Saro

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