miércoles, 9 de enero de 2019

A mí no me señales


Sí, ya he recibido tus correos, tus WhatsApp y hasta tus pantallazos de Facebook en los que repites hasta la náusea la lista interminable -sí, para mí también es interminable-, de chicas jóvenes y mujeres maltratadas, violadas y asesinadas. De manadas y de descuartizadores; de detalles escabrosos y de relatos espantosos de forenses, jueces y abogados. Te puedo asegurar que a ti no te produce más asco que a mí esa lista. Tampoco me sirve que me digan que España es con toda probabilidad el país más seguro para una mujer. Me alegra, pero me siguen pareciendo demasiadas las víctimas y muchos los verdugos.

Sin embargo, querida, tú no eres más víctima que yo. Tengo una madre, una mujer, una hija, una hermana y amigas, muchas amigas, que cada una en su medida han sufrido o les tocará sufrir en algún momento de sus vidas, una palabra de mal gusto, una insinuación que no han pedido, un abuso verbal, físico… o algo peor. Estoy seguro que ninguna de ellas ha sentido miedo, inseguridad o desconfianza cuando se han quedado a solas conmigo. Jamás me ha parecido que ninguna de mis compañeras de trabajo, jefas o subordinadas, tuviesen miedo de viajar o encerrarse conmigo en un despacho. Y es que nunca les he dado motivos para desconfiar de mí. El abuso que cualquiera de ellas pudiera sufrir sin poder defenderse, me duele a mí tanto o más que a ti. Porque tú no eres la defensora de las mujeres frente a los hombres, entre otras cosas porque las mujeres no necesitan defenderse de los hombres sino de los abusos. Parece igual pero no es lo mismo. Y es que el mundo, querida amiga, no se divide en mujeres víctimas y hombres acosadores, sino en personas dispuestas a partirse la cara por la justicia, personas dispuestas a pasar por encima de quien sea por satisfacer sus deseos, personas indolentes y personas dispuestas a sacar partido del dolor de otras personas. Y lo malo es que son demasiadas las veces en que esas personas envían cadenas de correo… Sencillamente, no todos los hombres somos asesinos ni violadores potenciales; y no todas las mujeres, desgraciadamente, buscan justicia cuando denuncian el abuso que han sufrido… o que dicen haber sufrido. Muchas veces, demasiadas, ese “sufrimiento” ha sido mitigado por un papel en un película de mucho éxito en Hollywood, por una carrera fulgurante en la empresa, por una cuantiosa subvención o incluso por un alto cargo en el ayuntamiento o en el Parlamento. Y también el de muchos hombres, cómo no. Niégalo si te atreves. Tanto unas como otros, hacen más daño a la dignidad de las verdaderas víctimas que quien se prestó al negocio.

Pero lo que es más importante, yo no estoy en el bando de los asesinos. Así que, si no te es mucha molestia, te agradecería que me sacaras de tu lista de sospechosos habituales. Que me quitases el sambenito de “raza peligrosa” que cuelgas de mi cuello cada vez que haces correr uno de tus correos, de tus whatsapp o de tus pantallazos. Pero sobre todo, te agradecería que entendieses de una vez y para siempre que en esta guerra hay dos bandos: el de los malos, en el que están los asesinos, los violadores, los que quieren y las que quieren beneficiarse del dolor ajeno; y el de los buenos, en el que sin duda estás tú, pero también estamos muchos otros dispuestos a no transigir con ningún tipo de abusos. Cuanto antes de des cuenta de esto, antes les pondremos en su sitio.

Gonzalo rodríguez-Jurado Saro

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