jueves, 6 de junio de 2019

YA ESTÁ BIEN



Uno tiene una edad que ya, seguro, supera la de la mayoría de los lectores de este blog. Una edad suficiente como para haber vivido, eso sí, muy joven, los últimos años del régimen de Franco y los primeros de la Transición. Y por mucho que cuenten ahora los que nunca vivieron aquella época, los productores de series y los “historiadores” oficiales, entonces no había un ansia irrefrenable de cambio, ni un pueblo sojuzgado, humillado y gimiente. La mayoría de los españoles era una clase media bastante acomodada que, a cambio de no meterse en política, había progresado exponencialmente en los últimos veinte años. Los que se ocupaban de política para oponerse al régimen eran, por un lado y con gran mérito, el PCE y su sindicato CCOO, que ponían los presos y tenían una implantación aceptable en los cinturones industriales de las grandes capitales y en algunas parroquias. Por otro lado ETA, apoyada de forma más o menos vergonzante por la burguesía industrial vasca, ya que el PNV sencillamente casi no existía, y por la entonces todopoderosa KGB; la burguesía catalana se deshacía en elogios con el régimen, por cierto. Y por otro y en menor medida, los sectores más liberales del propio régimen, en los que se incluían los monárquicos juanistas, bastantes tecnócratas y algún que otro carlista hastiado de llevarse bofetadas. Y por los resultados de la operación, parece que fue este último grupo quien se llevó el gato al agua. Apoyándose, eso sí, en los demás grupos y siendo apoyado por ellos.

Al final, ya lo sabe quien haya querido saberlo, se llegó a un acuerdo que hizo posible la transición pacífica a la democracia. Y que pasó, en primer lugar, por la Cortes franquistas haciéndose el hara-kiri, es decir renunciando de forma más que generosa a todo intento de entorpecer el proceso. A partir de ahí, el siguiente paso y el más importante, fue la reconciliación entre los españoles: entierre cada cual a sus muertos con toda la dignidad que merece el caído por sus ideales, renunciemos todos a la venganza y miremos adelante. Y a excepción de algunos sectores del ejército, de unos pocos comunistas  violentos y de algunos falangistas convencidos, la verdad es que le fórmula fue aceptada por la inmensa mayoría, como así se confirmó en referéndum. El resumen de la Transición en dos párrafos puede dar lugar a infinitas matizaciones y excepciones, sin duda. Pero de lo que estoy seguro es que todo esto dio paso al mayor período de paz y progreso de toda la Historia de España. Un período de paz y prosperidad que abarca desde aquellas primeras elecciones de 1977 a Cortes constituyentes, hasta el 26 de diciembre de 2007. Treinta años, solo. Y es que en esa fatídica fecha, un tipo sombrío, inquietante, que a la sazón presidía el Gobierno de España, promulgó la llamada Ley de Memoria Histórica. Una ley que venía a dar al traste con todo ese espíritu de reconciliación y a volver a poner a unos españoles frente a otros, señalándose y acusándose de no se sabe que odios ancestrales: llamándose judíos, acusándose de conversos, cuestionando la sinceridad de su fe, arrogándose cada uno la pureza de sangre. Recordando su apoyo a los franceses o a los carlistas y la participación de su abuelo en un fusilamiento. Pero sobre todo, denunciando a los demás ante el Santo Oficio, que a todos nos protege.

Y no parece que el sujeto cometiera el desaguisado por ambición personal alguna. De hecho,  al poco tiempo perdió el poder y quien vino a sustituirle no fue menos sombrío ni menos inquietante con la convivencia entre los españoles: no solo no tocó una sola coma de la infausta ley, teniendo mayoría absoluta, sino que fomentó y financió si reservas el proceso de división. Ellos sabrán ante quién responden y por qué lo hicieron, pero a mí me preocupan las consecuencias:

Ya está bien de que la mitad de los españoles acuda a votar por miedo, y contra la otra mitad. Ya está bien de que se meta en un mismo saco a los que no son de mi cuerda, y se les niegue el derecho a opinar, a disentir y hasta a existir. Ya está bien de que se vea lógico el acoso y la violencia contra “esa gentuza”. Ya está bien de que se acuse a cualquiera que no opine igual, de maltratar a las mujeres, de racista y de perseguir a los homosexuales. Ya está bien de decir que si ganan los otros nos vamos a arruinar y nos van a echar de Europa. Ya está bien de decir que vienen a romper España. Ya está bien de “cordones sanitarios”. Ya está bien de que nadie decida lo que los demás pueden pensar, decir o votar. Ya está bien del miedo “a que vengan”.

Hubo una vez en que los españoles fuimos capaces de entendernos, de perdonarnos, de tomarnos de la mano y caminar todos en la misma dirección. Entonces España se convirtió en una máquina moderna, operativa y muy efectiva. Hoy España es una vieja tartana que pierde casi el cien por cien de su esfuerzo en rozamiento interno. Malditos sean aquellos que, teniendo la responsabilidad de mantenerla, la dejaron pudrirse. Tanto odio lleven como el que han sembrado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario