sábado, 4 de julio de 2020

Frases vacías


Hay dos frases relativas a la pandemia de COVID 19, que repite como una cotorra cualquier iletrado al que le pongan delante un micrófono. Iletrado asesorado por su jefe de gabinete, claro. Más aún, las repite cuando le preguntan por el COVID 19, por la crisis económica, por la desaparición de los dinosaurios, por la muerte de Paquirri o por cualquier otra desgracia. Dos frases cada una de las cuáles consigue hacerme perder la calma, sacarme de mis casillas y sacar lo peor de mí. Que no tienen ningún significado por abstractas y genéricas, y que sirven para hablar sin decir nada. A estas alturas ya debería haberlas nombrado, pero es que me dan tanta grima que, si lo hago es por no dejar cojo el artículo. Así que vamos allá: “Que nadie se quede atrás” y “De esto vamos a salir todos juntos”.

Que yo sepa, del COVID 19 hay al menos cuarenta o cuarenta y cinco mil que ya se han aquedado atrás, y que no van a salir juntos con nadie… excepto con los que ya han ido camino del crematorio. Sí, ya sé que las cifras oficiales hablan de muchos menos muertos. Pero claro, si te pones malo, llamas al centro de salud y te dicen que te quedes en casa; si empeoras, vas al hospital y te dicen que estás hecho un chaval y que te vuelvas a casa; y si por fin te mueres sin que nadie te haya echado una mano, no cuentas como muerto por COVID 19 para las estadísticas. Así, es fácil que descuadren el número oficial y el número real de muertos. Pero vamos a lo que vamos.

Señor entrevistado, esto no es una carrera de sacos ni unas olimpiadas colegiales. Aquí no se está ventilando si somos capaces o no, de hacer las cosas todos juntitos y llegar de la mano a la meta. Son vidas humanas, son haciendas, son años de trabajo para sacar un negocio a flote, y son muchos cientos de miles y millones de euros pagados a sujetos como usted, para que digan estupideces en lugar de hacer cosas útiles. Esto no es una crisis, es un naufragio. En un naufragio no se trata de salir todos juntos sino de que se salve el mayor número posible de personas. Y desde luego, si nos ponemos todos alrededor del bote salvavidas a decir que nadie se monte hasta que estemos todos, y que no quede nadie atrás, no estaremos cometiendo un error sino una estúpida negligencia criminal. De un naufragio no se sale todos juntos, se sale ordenadamente y, si es posible, dando preferencia a mujeres y niños. Aunque últimamente parece que habrá que revisar ese orden de prioridades, para que nadie se ofenda. Se trata, en primer lugar, de evaluar con qué medios se cuenta, en segundo, de quién debe subir primero al bote y en tercero de agilizar lo más posible la operación, con el fin de que los que antes lleguen a la orilla, puedan devolver los botes para rescatar a más gente. Si te lo planteas de otra manera, es posible que seas muy buen ciudadano, pero desde luego eres un ciudadano estúpido e incompetente. Y lo que es peor, serás responsable de muchas más muertes de las que ya de por sí, el naufragio iba a causar.

Así que no, definitivamente, los problemas no se solucionan con ridículas frases elaboradas en un gabinete de imagen. Si hay que mantener las distancias se mantienen las distancias y punto. No hace falta llamarle “distanciamiento social” para que los beatos y meapilas no se ruboricen. Si hay una situación de excepcionalidad, habrá que aceptarla como es: excepcional, incómoda y transitoria, pero nada más. No hace falta llamarle “nueva normalidad”. Si es nueva, no es normal y si es normal no es nueva. Vamos, digo yo… O a lo mejor, es que el raro soy yo.

Gonzalo Rodríguez-Jurado Saro

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