lunes, 10 de enero de 2022

La profecía

 

Para cualquiera que no tenga el privilegio de conocer la Biblioteca Nacional por dentro, debo decir que se está perdiendo uno de los lugares más apasionantes de Madrid. Personalmente y por motivos particulares, he tenido la suerte de conocerla, pero de verdad: visitando sus salas reservadas, sus estanterías, talleres y depósitos. De hecho, aunque usted no lo sepa, de cada libro, de cada revista, de cada cartel e incluso de cada prospecto que usted ha leído en su vida, si es que se ha publicado en España, hay una copia en la Biblioteca Nacional. Evidentemente, no en su sede central, pero sí en sus grandes almacenes distribuidos de forma estratégica por España.

No diré que cada libro de los que allí están ha sido leído entero por alguien, pero sí desde luego que el trabajo de sus bibliotecarios es mucho más que minucioso y que cada ejemplar ocupa exactamente el lugar que le corresponde por título, por edición, por editorial, por temática… y por antigüedad. Y fue precisamente revisando uno de esos libros antiguos que tanto me gustan por su encuadernación, por la calidad de su papel, por su contenido y por su textura, cuando me encontré un ejemplar verdaderamente profético. Vaya por delante que me plantea serias dudas la posibilidad de que alguien pueda ver el futuro, y eso por motivos evidentes de Física, e incluso Filosofía, fundamentales:  lo que no ha ocurrido no puede ser visto. Otra cosa son las creencias particulares de cada uno, que para mí son todas respetables. El ejemplar era aparentemente un cantoral del siglo XVI, impreso en el monasterio de San Salvador de Nogal de Las Huertas, en León, de construcción muy anterior a ese siglo. De hecho, constituye uno de los elementos fundamentales para entender la aparición del románico internacional pleno en Castilla, pero este es otro asunto… En todo caso, entre sus páginas se encontraba el texto en unas hojas sueltas. Y sin perjuicio de que alguien pueda objetar que mi paleografía es más que limitada, que no solo lo es sino que lo ignoro todo sobre paleografía, puedo asegurar que lo que transcribo lo leí. Es verdad que sin entender nada de paleografía, insisto, pero como hoy día no hay nada que no se remedie si te encomiendas con fe a San Google, lo poco que aprendí me permitió datar el texto en torno a 1.700:

“Cuando en España haya dos reyes y dos papas haya en Roma, será el principio del fin. Para entonces el hombre habrá salido de su casa para crear otros hogares y otras familias, y después la mujer habrá hecho lo mismo. Y los hijos crecerán solos y los padres no tendrán autoridad para enseñarles. […] El fin de los tiempos no vendrá en nube alguna ni con lluvia de fuego, sino que será de abajo hacia arriba. Y como la carcoma destruye la silla sin que nadie lo aprecie hasta que se sienta y se cae, el mal se iniciará en cada casa, en cada villa y en cada reino y todo el que se le oponga será señalado y apartado…” […] “Si de entrambos papas y reyes, tanto de los unos como de los otros, muere primero el que tiene que morir, los acontecimientos seguirán su curso inexorable. Pero si así no fuere, la Cristiandad tornará a reinar.” Después continúa el texto haciendo florilegios y yuxtaposiciones, pero hasta aquí parece ser lo más interesante. No puedo aportar mucho más en cuanto a su veracidad. Sí puedo en cambio, asegurar categóricamente que, si esos apuntes estaban entre las páginas de ese libro, es que cuando llegaron a manos de los bibliotecarios, estaban exactamente ahí. Ese es uno de los principios de la Biblioteconomía, no alterar la integridad del ejemplar. Quién lo haya puesto o cuándo lo hayan puesto, se escapa a mi conocimiento, pero de que el texto y la historia son reales, tengo pocas dudas. O no.

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