lunes, 21 de diciembre de 2015

Hoy empieza el invierno


Y empieza en todos los sentidos: en el meteorológico, en el astronómico y en el político. Aunque no me gusta escribir de política, sería absurdo obviar que las elecciones generales de ayer fueron un fuerte revulsivo para todos: para partidos y para ciudadanos. Y que además han marcado un punto de inflexión en la forma de hacer política, ya que suponen el fin del bipartidismo imperfecto que hemos sufrido-disfrutado hasta ahora. Digo imperfecto porque nunca lo fue en realidad, ya que siempre o casi siempre el partido gobernante ha necesitado ayudarse de los votos de los nacionalistas periféricos. Y digo disfrutado porque, en pura teoría política, el bipartidismo es un símbolo de estabilidad de cualquier régimen. Y para confirmarlo no hace falta más que ver cómo se conforman los parlamentos de los países más estables y prósperos: Gran Bretaña, Estados Unidos, Francia, etc.

¿Por qué entonces para nosotros resulta tan injusto? Pues sencillamente, en mi opinión, porque ese bipartidismo se forzó -o se tuvo que forzar- en su momento a base de imponer una ley electoral, la famosa Ley D´Hont, que favoreciera las representación proporcional mayoritaria. Claro, para muchos de los que ahora se quejan, no sin motivo, resulta chocante. Pero en el 77, recién salidos de cuarenta años de régimen autoritario, sin experiencia alguna en costumbres democráticas y con un futuro más que incierto por delante, surgieron decenas de partidos políticos. Unos más serios que otros, por supuesto, pero todos dispuestos a presentar candidatura sin aliarse ni coaligarse con nadie. Faltaría más, esto es España y cada uno tiene que ser el reyezuelo de su parcela. Lo malo es que esto hubiera dado como resultado un Parlamento con más de veinte grupos distintos. Y por supuesto, cada uno de ellos con aspiraciones de gobernar en solitario. Para ello, los constituyentes pensaron -erróneamente, en mi opinión-  que sería bueno que los escaños asignados a un partido, costasen  menos votos en la medida en que  se presentase en menos circunscripciones. Así se “integraría” a los nacionalistas. Inocencia digna de mejor causa, ya que si hubiesen leído un poquito sobre la naturaleza del nacionalismo, hubiesen comprendido que, ni los nacionalistas quieren ser integrados ni la democracia es un asunto que les preocupe excesivamente. Por otra parte, la Ley D´Hont lo que hace es favorecer a los partidos más votados, precisamente con el fin de potenciar las mayorías. De manera que, cuantos más votos obtenga un partido, menos votos costarán cada uno de sus escaños.

Entiendo que a día de hoy, y más aún para los que no vivieron aquella época, el sistema electoral es absolutamente injusto. Parece más lógico además que cada voto valga lo mismo que el de al lado. Sin embargo, sorprende ver cómo se enfurruñan con los resultados los mismos que luego dicen que Cataluña tiene que votar si quiere o no quiere la independencia. O sea, los mismos que dicen que el voto de un catalán vale más que el de cualquier otro español, porque para decidir si se separa una parte de España, vale solo con los votos de esa parte de España. Vamos, como si mi hija dice que se quiere independizar y pone un tabique en la puerta de su cuarto. O sea, parte mi casa en dos, y encima no podemos opinar mi mujer ni yo. Pero no solo ellos, que de todas las tendencias políticas he leído hoy en medios y en redes quejarse hoy de lo mismo.


En todo caso, la disyuntiva a día de hoy queda planteada de la siguiente manera: Un hombre un voto, y todos los votos con el mismo valor para elegir a nuestros representantes; o como actualmente, favorecer a los distintos territorios y a las mayorías, dando más valor a su voto en la medida que ese territorio sea menor o su número de votantes mayor. Para mí es más justa la primera opción, pero en todo caso renuncio desde ya a imponer, como quieren algunos, reforma constitucional alguna que no sea resultado del consenso entre todos, como se hizo en el 78. Consenso que, por otra parte, resulta de la renuncia de cada uno a una parte de sus aspiraciones. Por eso me parecen interesantes los resultados de ayer, porque podemos volver a ver como vimos entonces, a los políticos trabajando por entenderse. Cosa que por otra parte ya casi se nos había olvidado. Así que, señores políticos, ya lo saben, a partir de ahora a negociar. Es decir, a hacer Política.

Gonzalo Rodríguez-Jurado Saro

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