Puede que sea usted de esos
a los que les provocan rechazo los anti sistema. Pues lamento comunicarle que
está usted leyendo al autor equivocado, porque yo soy un anti sistema. Soy un
anti sistema porque tengo la manía de llamar a las cosas por su nombre. De no
admitir que me “enseñen” a hablar para no ofender a quien no me importa ofender.
Por eso nunca llamo anti sistema a los que se dedican a arrasar las calles o a
amenazar a la gente. Esas dos cosas tienen nombre -estragos y amenazas- y están
contempladas en el Código Penal, por lo que son delitos. Y los que comenten
delitos se llaman -y yo les llamo- delincuentes.
Soy además un anti sistema
porque me repatea que en cada programa de televisión, en cada película y en
cada libro tenga que haber cinco protagonistas conviviendo armónicamente: dos
homosexuales, una mujer, un minusválido y un negro. Sí, además llamo negros a
los negros, sin que ello suponga el más mínimo menosprecio ni por la persona ni
por su raza. Sencillamente me parece una diferenciación étnica tan respetable
como ser blanco, asiático o beréber. Mucho más despectivos me parecen los eufemismos norteafricano, caucasiano, latino o
afro americano. Todo depende del tono, sencillamente.
Pero además soy anti sistema
porque creo que los homosexuales son sencillamente homosexuales, sin más. Y no
hace falta cambiarles el calificativo porque para mí, ese calificativo no es
peyorativo. Porque siempre he respetado la vida privada de cada uno y jamás he calificado
a nadie de maricón ni de bujarra. Y nunca he reprochado, despreciado ni
calificado a nadie por ese motivo. Porque cuando todos estos que ahora se
deshacen en sonrisas y en halagos y les andan pidiendo perdón, les llamaban
maricones, yo respetaba a todo el mundo y jamás tuve en cuenta ningún otro
criterio que no fuera el de ser amigos. Más aún, acompañé en el lecho de muerte
hasta el último día a un gran amigo, cuando tener VIH era simplemente ser un
sidoso. Y lo haría otras mil veces.
También soy un anti sistema
porque nunca he llamado “moderados” a los nacionalistas de Convergencia ni del
PNV. Entre otras cosas porque siempre he dicho que el nacionalismo, por su
propia naturaleza expansiva y agresiva, nunca puede ser moderado. Y al final se
ha demostrado. Así como que el nacionalismo no es ninguna ideología sino un
sentimiento que, debidamente manipulado, ha conducido siempre, a lo largo de la
Historia, a la guerra. De hecho, no hay forma de construir una sola teoría
filosófica ni política sobre los argumentos de los bailes regionales, de los
deportes locales y de los platos típicos. Demuéstreme quien se esté escandalizando
que hay un solo autor, con un mínimo fundamento racional, que haya apoyado el
nacionalismo. En un debate en el que expuse esta misma teoría, alguien más documentado
que yo me propuso -y yo me atreví a leerlos- los Discursos a la Nación Alemana,
de Fichte. Léaselo quien tenga narices y que luego cuente aquí los fundamentos
racionales del libro.
Y soy, sobre todo, anti
sistema porque no creo que todas las culturas y todas las religiones sean
iguales. De hecho, si lo fueran habría una sola. Soy por supuesto defensor del
mutuo respeto entre las religiones, pero esto no quiere decir que ni todas las
demás religiones ni todos los que las profesan piensen igual que yo, ni estén
dispuestos a respetarme. De hecho, a algunos les da por matar a los que creemos
eso. Y siempre son los mismos, oiga. Es más, creo que mi religión cristiana y
mi cultura greco latina son de lo más acertado que hay, al ser las únicas que
consideran al hombre como objeto de su teoría. Que haya otros que piensen que
su vida es una mierda al lado de la inmensidad de su dios, me parece respetable
pero no me admira en absoluto. Pero claro, si además hay otros a quienes su
dios les manda matarnos a todos los demás, excúsenme si pienso que lo más
conveniente es mantenerse alejado de ellos. Y si se acercan mucho, garrotazo.
Es una cuestión de supervivencia, pero que cada uno haga lo que crea más
conveniente…
Gonzalo Rodríguez-Jurado Saro
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