En un artículo que escribí en este mismo blog, en agosto de año pasado, (http://gonzalorodriguezjurado.blogspot.com.es/2014/08/y-por-seguir-desenmascarandoa-los_26.html),
explicaba que me parece un disparate el concepto de violencia de género. Entre
otras cosas porque la violencia entre hombres y mujeres debe calificarse como
violencia de sexo, gústele a quien le guste y disgústele a quien tenga que
disgustarle. El género es otra cosa distinta, es un concepto lingüístico y
puede ser masculino, femenino, neutro, común ambiguo o epiceno. Nunca violento.
Léase mi argumentación antes de crucificarme, quien quiera hacerlo.
En todo caso, en nuestra
época y en nuestra sociedad políticamente correcta y de pitiminí, parece que la
utilización del Lenguaje tiene un fin más doctrinario que de comunicación. Y
claro, eso pasa porque hemos desterrado de nuestras costumbres la funesta manía
de leer -y no digamos de escribir-, y solamente nos servimos del Lenguaje para
recibir mensajes unívocos. Mensajes recibidos a través de los medios y
debidamente manipulados, que no esperan respuesta sino anidar en nuestro
cerebro. Simplemente. Tan paradójico es todo que a veces hace falta patear el diccionario e
inventarse palabras y conceptos nuevos para no pronunciar lo que es
impronunciable. Un ejemplo: cuando alguien te quiere degradar, menospreciar y
vituperar sin argumento alguno en su favor, sencillamente te califica de
intolerante. En cambio, cuando esa misma persona pontifica para declarar que
algo no le gusta, jamás dice que es intolerante en ese asunto. Eso nunca, por
Dios. Sencillamente, declara que con ese asunto, tolerancia cero.
Un ejemplo parecido al
anterior lo estamos viendo a diario, cómo no, en los medios. Señores, hace
tiempo que el terrorismo no es terrorismo. Hace tiempo que poner una bomba en
una estación de metro en hora punta, ametrallar la terraza de un bar o pegarle
un tiro en la cabeza y por la espalda a un guardia, no es terrorismo.
Sencillamente, porque ese concepto feo y desagradable debe llevar
necesariamente un apellido o ser debidamente matizado. Supongo que para no
ofender al resto de los terroristas. Así, debemos hablar de terrorismo
yihadista, de la “guerrilla” de las FARC o del “conflicto” vasco.
Igualmente, cuando la
violencia tiene lugar dentro del domicilio, solo podrá ser calificada de
violencia de género en el caso de que haya sido ejercida por el hombre sobre la
mujer. El resto o no es violencia o sencillamente no ha tenido lugar. Y no lo
digo en broma, que con estas cosas no se hacen bromas. Entre otras cosas porque
no tienen ninguna gracia. Sencillamente, traten los incrédulos de llamar al
teléfono 016 y explicar que su mujer les acaba de clavar unas tijeras en la
espalda. La respuesta, sorpréndanse, será que allí solo se atiende a mujeres. Es
más, las cifras de hombres asesinados por sus mujeres, han desaparecido de las
estadísticas oficiales desde 2007. Para exponerlo claro: desde el año 2007, los
hombres asesinados en su propio domicilio o por sus mujeres, novias, ex novias
o ex mujeres, sencillamente no existen. Y por si a alguien la da por preguntar,
también se ha borrado el estado civil de todos los muertos de manera violenta. Muchísimo
más aún, aquellos que se han visto avocados al suicidio, porque han sufrido
denuncia falsa de violencia para agilizar una separación, quitarles la casa,
los niños o todo ello junto. Y además han tenido que ingresar en prisión.
No quiera ningún mal pensado
o, lo que es peor, ningún muyahidín de la corrección política, ver en mis
palabras comprensión alguna hacia aquél que pone la mano encima a una mujer.
Que ese, digan lo que digan o califíquenle como quieran calificarle, siempre
será un chulo mierda y un hijo de la gran puta. Lo único que quiero decir es
que la violencia es violencia, sin más. Sin nombre ni apellidos e
independientemente de quién la ejerza y contra quién la ejerza. Lo demás es
manipulación, créanme.
Gonzalo Rodríguez-Jurado Saro
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