martes, 19 de enero de 2016

Con el debido respeto, señora Alcaldesa

Con el respeto que toda persona, por el hecho de serlo, merece. Pero además con el respeto a la dignidad del cargo que ostenta, desde el que nos representa a todos los madrileños. Con el respeto que además me inspira conocer y saber de sus actividades desde hace muchos, muchísimos años. Porque cuando la mayoría de los que le han votado ni siquiera sabían quién era usted, yo ya tenía noticias bastante directas de su labor con las presas. Nada revolucionario, por cierto, que esa labor también la llevaba a cabo, creo que en coordinación con usted -y creo que mucho antes- el padre Garralda, siguiendo y poniendo en práctica una de las Obras de Misericordia, predicadas y ejercidas por la Iglesia desde hace dos mil años, que manda en visitar al cautivo. Naturalmente que eso no le resta ni un ápice de mérito a su labor, como tampoco se lo resta el hecho de que se dedicara solamente a las presas y no a los presos. Ustedes los de izquierdas, siempre discriminando por razón de sexo. Pero qué le vamos a hacer, más vale atender a la mitad que a ninguno. Y no, no me diga lo de la discriminación positiva, por favor, que la discriminación, por su propia naturaleza es negativa. Si no, no sería discriminación. Entiendo que el invento ese ese de la “discriminación positiva” sirva para hacer comulgar con ruedas de molino a los ignorantes, pero a nada que alguien haya leído, oído, hablado o estudiado Lengua Española, comprenderá que la discriminación no puede ser positiva. La “discriminación positiva” es  como la “violación cariñosa” o el “robo generoso”. No solo un oxímoron o contradictio in terminis, sino una sencilla y llana estupidez, que se entiende mucho mejor.

Por lo demás, creo que también compartimos las misas increíbles del padre Ramiro o del padre Sopeña en la Parroquia de la Ciudad Universitaria, actual Museo de América, en los últimos sesenta y primeros setenta. Claro, la diferencia es que allí le casó a usted Jesús Aguirre, luego duque de Alba, y a mí me llevaba mi madre con mis otros cinco hermanos en pantalón corto. Al más puro estilo primera temporada de Cuéntame, vamos. Sin embargo, hay tres cosas que recuerdo con toda claridad de aquéllas misas: el increíble sonido del órgano, el siniestro organista calvo y las homilías del padre Ramiro. En ellas pedía ayuda para los objetores de conciencia presos, para los necesitados de La Elipa, del Pozo del Tío Raimundo, etc. Un rojo peligroso, en definitiva. La diferencia es que él creía lo que predicaba y otros lo tomaron como excusa muchos años después, para hacer carrera política. Y ya ve usted, después de tantos años y de que hayan borrado todo rastro de la Religión en la Ciudad Universitaria, como exigía su portavoz Rita Maestre, yo ahora voy todos los domingos a los jesuitas de La Ventilla. Un barrio mucho menos hipster que el ambiente universitario de los setenta, pero con tantas cosas que hacer… seguro que le gustaría.

Por último permítame un consejo y un tirón de orejas, que el respeto no excluye la discrepancia. El consejo, que no se deje manipular por la banda de jenízaros, agresivos o violentos que integran algunos -no todos- de sus concejales. Y el tirón de orejas, para que siempre recuerde que los políticos no son nadie para discriminar de una carroza de Reyes a nadie por sus creencias. Que esa carroza de Reyes es de y para los madrileños. Especialmente para los niños pero no sólo. Que no tiene justificación alguna echarles de la cabalgata porque a usted no le guste cómo educan en su colegio. Más todavía si esa forma de educar no constituye delito alguno. Y aunque lo constituyera ¿Pidió usted el certificado de penales de alguno de los participantes en todas y cada una de las cabalgatas de Reyes de los veintiún distritos de Madrid?¿Me puede garantizar que en ellas no salió ni un solo condenado por violación, ni un solo maltratador, ni un pederasta? Pues lo dicho, Alcaldesa: que los políticos están para servir, para administrar los dineros y para facilitar la vida de los ciudadanos. Para educar ya están los padres, y los profesores están para enseñar. Cada uno a lo suyo.


Y yo prometo dejar ya la cabalgata y al Ayuntamiento de Madrid, que creo que me estoy poniendo un poco pesadito…

Gonzalo Rodríguez-Jurado Saro

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