lunes, 1 de octubre de 2012

Yo no tengo Feisbú

 

Existe desde hace tiempo en Europa, la costumbre importada de EEUU de supeditarlo todo a la imagen. Todo lo que no pueda ser enseñado en imágenes, sencillamente no existe. Antiguamente había una cultura, una explicación de las cosas desde lo profundo, desde su significado, el porqué de las cosas y por qué existían. Así, el Renacimiento se explicaba desde el cambio de mentalidad en la Europa del XVI, desde el paso del teocentrismo al Hombre como medida de todas las cosas y el renacimiento de la Antigüedad; el Romanticismo como el triunfo del sentimiento sobre la Razón; el Barroco en América como consecuencia de la evangelización, etc.
Sin embargo, llegó el momento en que empezó a viajar todo el mundo, pasando los viajes de ser un lujo o una aventura comercial, laboral o científica a ser un capricho al alcance de cualquiera que viviera en el mundo desarrollado. Y con esto llegaron los touroperadores, los resorts, los guías turísticos… y el viaje pasó de ser un medio, a ser un fin en sí mismo. Y tan fin en sí mismo como que si no traes fotos de todos y cada no de los lugares que has visitado, sencillamente has tirado tu dinero. De ahí, el infierno de visitar a unos recién casados y que te sacudan las doscientas fotos de las playas de Santo Domingo o el siempre temido “video del viaje”. O el de no poder ver la Basílica de San Pedro, las pirámides de Chichén Itzá, el Taj-Mahal o el templo de Borobudur sin ver doscientas mil cabecitas con una cámara delante, asomando por todos y cada uno de sus rincones. Peor que eso aún, es ver cómo hay gente capaz de airear su más bajas miserias a cambio de su minuto de gloria en la televisión, minuto del que se sentirán orgullosos el resto de su vida.
Vayan por mi parte todos ellos a freír puñales en mal hora, que de mis viajes solo tengo los recuerdos, lo vivido y lo aprendido en ellos. Y mi gloria es vivir tranquilo, compartiendo sólo lo que quiero compartir y con quien quiero compartirlo. Por eso no tengo Feisbú, aunque lo tuve. Lo tuve y dejé de tenerlo cuando comprendí que el invento no consistía en otra cosa que no fuera tomar tu intimidad y colgarla en un escaparate. “La parte de tu intimidad que quieras compartir…” me dirá usted. Y es cierto. Pero ¿no es más cierto que si no colocas algo atractivo, tu página no interesará a nadie? ¿O que si las personas con las que compartes tus fotos, recuerdos anécdotas, etc. no te enseñan algo más, dejan de ser interesantes para ti? Pues eso mismo pensarán ellos de ti, lógicamente.
Pero es que la cosa va más lejos aún: cuando, como digo, quise darme de baja en el infernal invento, tuve que buscar para conseguirlo doscientas direcciones de internet, trucos, foros, etc. y de entre todos ellos obtuve los recursos necesarios para que me dijeran que, si no la abría en seis meses, mi página quedaría dada de baja. Creo que eso ahora ha mejorado bastante. Sin embargo, todas las fotos y textos que hayas puesto en tu página siguen siendo propiedad de Facebook. Y no se queje, que eso lo firmó usted el día que se dio de alta.
Con todo esto no quiero decir que no me merezca muchísimo respeto la decisión que cada cual tome respecto a su intimidad, faltaría más. Lo único que quiero decir es que si alguien quiere encontrarme, que no me busque en el Caralibro, Libro de La Cara… o Libro de Los Caras.
Gonzalo Rodríguez-Jurado Saro


6 comentarios:

  1. Para que no me condenen por mentiroso, reconozco que tengo una cuenta en Facebook. O debo tenerla, no lo sé. La creamos cuando mi hija estudiaba en Gran Bretaña para poder comunicarnos con ella. Por supuesto, jamás conseguí comunicarme con ella a través de Facebook. Para abrirla usamos el nombre ficticio de Alberto Cagüevos. Y abierta debe seguir porque nunca me he molestado en cerrarla ni, por supuesto, poner fotos o mensajes personales. Es más, ni siquiera me acuerdo de la clave para entrar.

    Escrito por Gonzalo 06/09/2012 13:50


    ResponderEliminar
  2. ¿Los Anabaptistas del Séptimo Día tienen el mus y el tinto con casera entre sus ritos iniciáticos?

    Escrito por Luis 06/09/2012 19:11


    ResponderEliminar
  3. Of course, brodel...

    Escrito por Hermano Gonzalo 06/09/2012 23:28


    ResponderEliminar
  4. Más concretamente, en la Confederación Anabatista de Utah, Tabernáculo del Séptimo Día, de obediencia escocesa y magistralmente dirigida por la reverenda Jennifer McCallahan, Hermana Jenny, se juega un mus antes y después de cada servicio religioso. Y no se toman bebidas espirituosas por ser consideradas la orina del Diablo. En cambio, en la Confederación Anabaptista de Utah, Tabernáculo del Edén Perpetuo, de obediencia irlandesa y magistralmente dirigida por el Reverendo Joshua, se celebran los servicios religiosos con tinto con Casera, la bebida que Yahvé dio a Adán en El Paraíso. Por el contrario, un juego de azar y envite como es el mus es considerado una tentación de Luzbel al Hombre. Y a su súbdita, la mujer.

    Escrito por Hermano Gonzalo 07/09/2012 09:41


    ResponderEliminar
  5. Gonza, por dejadez deje de leerte pero prometo no volver a hacerlo. Es una gozada recordar nuestra infancia y juvetud a traves de tu blog.
    Abrazos

    Escrito por choto 18/09/2012 11:12


    ResponderEliminar
  6. Está bien, pero que no se repita. De lo contrario habrá que tomar medidas extremas como proponer tu expulsión de la pandilla...

    Escrito por Gonzalo Pecia 18/09/2012 11:20


    ResponderEliminar