sábado, 27 de octubre de 2012

Entendidos en todo


La hemos hecho buena. Desde que en abril del año pasado conseguí aislar, sistematizar y catalogar al Entendivino, no he parado de encontrar nuevos especímenes susceptibles de ser igualmente estudiados. Cada vez son más. Más los entendidos y más las áreas y los productos susceptibles de ser entendidos. Entendidos por los entendidos, se entiende.

El que más furor causa, por lo visto, en la actualidad una vez remansadas las aguas de la euforia por el vino, es el gin-tonic. Que ya comenté en artículo anterior que eso de echar tónica a la ginebra es, en mi opinión, tanto como echar gaseosa al vino. Pues según y cómo, dirá usted. Y no le falta razón, que no es lo mismo decir que “mi gin-tonic se ha quedado un poco cortito de ginebra” que decir que mi gin-tonic tiene “buen equilibrio entre al alcohol y los botánicos, notándose perfume a limón y especias, que le confieren un ligero picor”; como no es lo mismo decir “vaya tanganazo me ha preparado este tío” que decir que tu copa “tiene aroma afrutado y picante, con sabor predominantemente cítrico y ligeramente picante”, y que “en sus botánicos hay componentes de origen africano como el fruto de baobab y grosella de El Cabo”. Vamos, que he vivido yo casi cincuenta años sin haber probado el fruto del baobab ni la grosella de El Cabo, ni mucho menos la sublime mezcla de ambos y todavía me permito hablar de gintonics ¿seré paleto? Pues lo soy, porque no sé lo que son “sus botánicos”… y una vez obviado el chiste malintencionado, deduzco que deben ser sus elementos vegetales. O sea todo el gin-tonic, porque lo único parecido a un elemento mineral que puede tener un gin-tonic es el hielo, y no es mineral; y a un elemento animal, espero que nada. Aunque con estos cursis no se sabe nunca, que lo mismo te echan escamas de cochinilla para darle un matiz genuflexo-empírico. Sin embargo, siendo de difícil digestión -como es- lo de salir con un entendido en gintonics, todavía puede tener un pase. Y es que, sin necesidad de recurrir a tan rebuscada y engolada nomenclatura, es cierto que hay gente muy aficionada a tan británica e ilustre bebida, por lo que no es de extrañar que puedan distinguir un buen gin-tonic de uno malo. Incluso de uno sublime. Yo mismo busqué con devoción en Singapur el hotel Raffles, para tomarme el que entonces pasaba por ser el gin-tonic mejor preparado del mundo. Afortunadamente estaba cerrado el hotel por reforma porque si no, al que hubieran tenido que “reformar” hubiera sido a mí. A mi bolsillo, más bien.

¿Pero y los entendidos en agua? Estos sí que reconozco que me dejan sin capacidad de reacción. De manera que nos hemos pasado la infancia y la juventud repitiendo y repitiéndonos que el agua es incolora, inodora e insípida y ahora resulta que no, que el agua puede tener “un nivel alto en silicio y bajo en sólidos disueltos”. Pues vamos a ver, yo creo que en primer lugar el agua puede tener un nivel alto “de” silicio, pero no “en” silicio. Eso por una parte, por otra, si tiene “sólidos” disueltos deberían explicar qué clase de sólidos son. Por si alguien tiene piedras en el riñón, más que nada. No obstante, no se me alteren los entendidos, que siempre es posible explicar algo más para decir mucho menos. Me refiero en concreto al caso del agua “muy equilibrada, con un gusto muy divertido y estimulante”. Claro, ahora lo entiendo. Te bebes un vaso de agua y, como no podía ser de otra manera, te da la risa. Es que es “muy divertida”. Mira que si es Machaquito. Lo de “estimulante” ni lo comento, claro… Solo mencionar el ansia que tengo por probar una clase de agua “recomendada para el estrés mental y físico”. Lo que no dice es el modo de empleo: si hay que beberla, echársela por encima, meterse dentro y en tal caso a qué temperatura, etc. Lo mismo estamos hablando de lo que toda la vida se ha llamado “ir a tomar las aguas” a Archena o a Marmolejo y ahora resulta que estamos descubriendo el Mediterráneo. Esto tengo que probarlo…

Un tercer sector en el que los cursis se sumergen hasta el espasmo, para demostrar que entienden de algo más que el resto de los mortales, son las setas. Siempre que sean boletus, claro. Y es que como cometas la imprudencia de decir que has probado una buena carne o un buen guiso con setas ya estás listo. A partir de ese momento no te queda más remedio que recibir una clase magistral sobre boletus. “Pero de los de verdad, no de los que te venden por ahí”. Porque esa es otra, todos los boletus son de los de verdad y, por lo visto, de número ilimitado. Tanto como que, vayas al restaurante que vayas y a la hora que vayas, vas a ser tentado aprobar una excelente crema de calabacín con boletus, una carne guisada con boletus y un pastel de moka con boletus. Más aún, si se te ocurre preguntar si tienen alguna otra cosa, el maître interpretará que no te gustan el calabacín, la carne o la moka y te ofrecerá en su lugar una ensalada templada de granada con boletus, un capón de nuestra granja con boletus o una mousse de nueces con boletus. Eso si no haces la pardillada de preguntar qué setas son las que trae el revuelto, claro.

Tócate los botánicos. Hay muchos otros sectores en los que se han desplegado los entendidos, pero ya los iremos viendo…
 

Gonzalo Rodríguez-Jurado Saro

No hay comentarios:

Publicar un comentario