sábado, 14 de noviembre de 2015

Con Francia

Supongo que lo que ahora toca son los discursos grandilocuentes, los pésames, las condolencias y la adhesión inquebrantrable. Es más, no es que lo suponga, es que ya se están produciendo de manera masiva. Dejemos pues a los entendidos que hagan los discursos. Por mi parte dirigí anoche, alrededor de las doce y antes de conocer el alcance real de la masacre, un mensaje al Embajador de Francia en España, a través de su página web, para que transmitiera mis condolencias y las de mi familia, al Pueblo de Francia en la persona del Presidente de la República. Todo lo demás es teatro, en mi opinión. El “todos somos…” es una falacia sin contenido alguno, los ositos y las velas son una horterada y transmitir la “solidaridad”, es tanto como no decir nada. O lo que es peor, decir que tú también estás entre las víctimas. O sea, una estupidez.

Y es que claro, si hemos querido desplazar nuestras propias costumbres, como el pésame, el funeral, la oración por los caídos o el luto, porque nos da mucha vergüenza ser lo que somos y proceder de donde procedemos, nos pueden pasar estas cosas. Y no, con “estas cosas” no me refiero a que nos hayamos vuelto unos horteras redomados y unos cursis “sin fronteras”, que también. De lo que estoy hablando es de la renuncia a la propia cultura, de avergonzarnos de ser quienes somos en favor de un pretendido multiculturalismo. Vamos a ver si lo ponemos claro: Europa es Atenas, Roma y la religión judeo-cristiana. Con la suma de esas tres aportaciones resulta una cultura en la que el Hombre es el centro, el fin y el objetivo de la Sociedad y de la Política. Si en lugar de eso pretendemos dar entrada, tratar de igual a igual o incluso rendir pleitesía a una cultura en la que la Religión está por encima del individuo; en la que la vida humana, no es que no valga nada, es que si vale para algo es para sacrificarla causando dolor y muerte a los miembros de las demás religiones; lo que estamos haciendo, en mi modesta opinión, es cavar nuestra propia tumba. Allá se sepulte cada cual en la tumba que más le guste, pero conmigo que no cuenten. Sinceramente, prefiero pasar por insolidario, por no ser un ciudadano global y porque no pongan velas y ositos en el lugar donde me hayan destripado.


 Quédele claro a quien todavía no lo haya entendido: esta salvajada ha sido dirigida, por supuesto y en primer lugar, contra las víctimas y sus familias; pero además contra todos los parisinos, contra todos los franceses, contra todos los europeos y contra todos los occidentales. Y no precisamente por ser parisinos, franceses, europeos u occidentales, sino por vivir en una sociedad en la que el Hombre es el centro de todas las cosas. En la que cada uno puede elegir libremente en qué creer o si creer en algo. Vayan en mal hora los partidarios de la amistad entre culturas y entre pueblos, a explicar la dignidad del ser humano en Riad, en La Meca, en Mascate, en Jartum, en Abu-Dabi, en Damasco o en Bagdad. Vayan y luego vuelvan a contarnos qué les han dicho…

Gonzalo Rodríguez-Jurado Saro

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