domingo, 30 de septiembre de 2012

Ahora, todos a una

Por mucho que nos empeñemos en auto flagelarnos, en hacer público examen de conciencia y dolor de los pecados y en presentar El Tiro como el último reducto de la España tradicional, carca e intransigente, creo que esto tiene más de leyenda que de realidad. Y es que, reconozcámoslo, es más fácil hacerse el liberal y el dialogante acusando a los que te rodean de intransigentes que escuchándoles. En primer lugar, es obvio que en El Tiro hay socios de todas las ideologías posibles, incluso algunos de ideologías imposibles, desde demócratas de toda la vida, democristianos, cristianos sin “demo”, nacionalistas, socialistas e incluso algún nacionalsocialista… Sin embargo es curioso, quitando algún que otro episodio suelto en momentos muy puntuales de épocas pasadas, nunca ha habido en El Tiro refriegas, piques ni verdaderas broncas por motivos políticos. Es verdad que en su día, hace ya más de treinta años, hubo un retrato de Franco que generó polémica cuando se retiró de la cafetería, pero al final se hizo sin mayores problemas, como no podía ser de otro modo. También es verdad que la lápida que recuerda a los socios muertos en un bando de la Guerra Civil se apartó a petición de algunos discretamente, sin ofender a los otros. Pero al final, lo que queda es un ejemplo bastante digno de convivencia y respeto mutuo. Faltaría más, dirá usted. Sí, faltaría más pero desgraciadamente no todos pueden decir lo mismo, que hay lugares donde la ideología dominante tiene más de dominante que de ideología.
Oiga, que yo no vengo aquí a hablar de política, que para eso ya están las tertulias de radio y los periódicos. Ni yo, pero es que hemos llegado a un punto donde se mezclan política, economía, convivencia, ideologías, educación y el Rosario de La Aurora, para ponernos en una situación límite de la cual, en mi opinión, solamente podremos salir todos juntos y remando en una sola dirección. Me refiero, como es obvio, a la famosa Crisis. Crisis con mayúscula porque es la crisis total, no solo económica sino además política, social, de valores, moral, etc.
En los últimos meses he recibido -como todo el mundo, supongo- decenas de correos con concienzudos y “objetivos” análisis, cada uno de los cuáles hacía responsable absoluto e indiscutible de la crisis a muy distintas personas, sectores, grupos o ideologías. Así, ha quedado “demostrado” sin lugar a dudas que los responsables de la crisis han sido: el Presidente Rodríguez Zapatero y su Gobierno, los sindicatos, la patronal, los políticos, sus asesores -raza maldita a la que pertenezco, aunque no sabía que cobrábamos tanto y hacíamos tan poco-, los pequeños comerciantes, el Vaticano, los funcionarios, los profesionales, los bancos, las comunidades autónomas, los ayuntamientos, los diputados nacionales, los autonómicos, los grandes centros comerciales, José María Aznar, los especuladores, la burbuja inmobiliaria, los alcaldes y concejales, los autónomos, los judíos, las diputaciones provinciales, los economistas, los inmigrantes, los americanos, los senadores, la Familia Real y Pep Guardiola. Curiosamente, nadie en esos correos -o conversaciones de taberna- acusa de la crisis a su propio sector, grupo o manada. Siempre la culpa la tiene otro, claro. Lo que quiero decir es que, si todos nos dedicamos a buscar culpables en lugar de buscar soluciones, es como si estuviéramos en mitad del océano y buceásemos buscando el fondo para salir. Lo importante no es cómo hemos llegado hasta aquí, sino cómo salir de aquí. Y esa fórmula tiene poco de secreta: trabajar mucho, gastar poco y ahorrar. De lo otro hablaremos después.
Como le dije a un amigo del PSOE que me escribió para felicitarme por la victoria del PP, no es momento de celebrar victorias de unos sobre otros. En poquísimas ocasiones los españoles nos ponemos a hacer algo “todos a una”, pero cuando nos ponemos lo hacemos muy bien. Espero, por el bien de todos, que esta sea una de esas ocasiones.
Y en El Tiro, ya se sabe: pagar puntualmente las cuotas, sacarse abono para el golf, el pádel, el tenis y las cartas, y no dejar muchas cuentas en el bar…
Gonzalo Rodríguez-Jurado


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