domingo, 30 de septiembre de 2012

Porque yo le valgo...

Dicen algunos de los que vienen de fuera que no entienden, ni lo de La Granja ni lo de El Tiro. Y si vas a ver, no les falta razón. La pregunta es casi siempre la misma: "Oye y aqui, si no juegas al pádel, ni al golf, ni al tenis ni a las cartas ¿que haces?" Y uno, que nunca fue un deportista de élite ni de los otros, y que no todas las tardes encuentra a otros tres igual de aburridos que uno para echar una partidita, le mira pensando "¿pues no lo ves, mendrugo? mirar". Y lo cierto es que, a base de verlos, aunque sea sin mirar, acabas teniendo una relación especial con todos y cada uno de los socios, incluidos muchos con los que nunca has hablado o que conoces solo de vista. Una relación especial que no tiene por que ser de amistad, ni de cariño, ni de nada... solo eso: de La Granja.
No caeré en el tópico cursi de la "gran familia", pero nadie podrá negarme que cada vez que ha ido al funeral de alguien que hubiera tenido que ver lo más mínimo con La Granja, alli estaban -o estábamos- todos. Aunque luego acabemos en el bar más próximo, que también ocurre, pero sin que esto tenga nada que ver con falta de respeto por el acto, sino que somos "asín". Siempre he comentado, cuando venía a cuento que, a pesar de haber estado muchos años sin aparecer por La Granja ni por El Tiro, el primer día que volví no tuve ni por un minuto sensación de ser un extraño. Es más, la sensación fue de haber faltado desde el día anterior. Y de hecho así me saludó mucha gente: como si lleváramos un día sin vernos. Otra cosa, claro, es que muchos a los que conocía de niños, ahora tuvieran carné de conducir, novio o barba, pero con eso hay que vivir. Y peor sería no verlo, ¡que demonios!
Al final, la cuestión es bastante sencilla: ¿por que La Granja? "Porque yo le valgo..."
Gonzalo Rodríguez-Jurado

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