domingo, 30 de septiembre de 2012

Un abrazo, Millán

Si hay algo de lo que estoy -o estaba- seguro, es que cuando me planteé abrir un blog en el que hablar de El Tiro y de La Granja, no tenía intención alguna de escribir una necrológica. Así es y así será, espero. Y es que uno conoce sus propias limitaciones y, además de no ser muy bueno escribiendo, no sirvo en absoluto para glosar figuras ni para cantar misereres.
Lo que yo pueda decir aquí, Millán, Tere, Luis, chicos, estoy seguro de que ya lo habréis oído una y mil veces en la última semana. Es más, estoy seguro de la inmensa mayoría de los pésames, abrazos y besos que habéis recibido eran absolutamente sinceros. Lo sé porque lo he visto. Porque he visto y he oído a gente conocida y a gente desconocida hablar con enorme cariño y con verdadera pena de Virginia, de vosotros, de vuestros hijos y nietos… Lo sé porque he visto juntos, orando y llorando en torno a vosotros, en la misa de corpore insepulto y en el entierro, a toda La Granja, a todo Valsaín y a todo El Tiro. Como me dijo entonces Luis Roca de Togores: “Míralo bien, porque pocas veces más vas a verlo”. Y lo sé, por fin, porque nunca jamás, en los más de treinta y cinco años que hace que os conozco, he oído a nadie hablar mal de ninguno de vosotros. Más bien al contrario. Y eso, en La Granja y en El Tiro, no es un mérito menor.
Para los que creemos en Dios, la muerte no es más que un doloroso tránsito, mientras que para los que no creen es el final. Igual de doloroso para unos que para otros, en todo caso. Pero doloroso, no para el que se va, que ese, tanto en un caso como en el otro, ya no va a volver a sentir dolor. Sino para los que nos quedamos, para los que nos tenemos que separar del que se va, rellenar el vacío que deja. Un vacío que no se llena sustituyéndole, sino recordándole, queriendo a quien quiso y a quien le quiso, no olvidándole. O, como decía una vieja poesía:
“Los muertos no mueren nunca,
mientras alguien los recuerda,
pero la traición los mata
y el olvido los entierra…”
Un fuerte abrazo.
Gonzalo Rodríguez-Jurado

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