domingo, 30 de septiembre de 2012

El concierto de Los Granjeños

  

Tenía, después de un corto -a mí me ha parecido cortísimo- período de vacaciones, la intención de continuar Tiroleses con el último acontecimiento que había tenido lugar en El Tiro antes de irme. Aunque creo que ahora hay que decir “evento”, ahora todo son eventos. Me refiero, cómo no, al magno concierto que en la noche del 23 de julio ofrecieron Los Granjeños a beneficio de la Fundación ADELA. Sí, he escrito “magno concierto” ¿cómo no utilizar calificativos grandilocuentes, si estamos hablando de música argentina? Sin embrago, el hombre propone y Dios dispone, anteayer no pude -y no quise- evitar empezar esta nueva temporada hablando de Virginia y de su familia. A mi anterior post me remito (¡vaya palabreja, con lo fácil que es decir artículo!)


No sé si porque casi todos los que allí estuvimos teníamos alguna relación con alguno de sus miembros, o con todos ellos; porque cada canción que interpretaron era tarareada en bajo por la mayoría; porque a muchos nos invadían los recuerdos de interminables noches en Los Cestos, en Cuca o en El Chato; porque en El Tiro quien no es amigo del hermano, es hermano del amigo o amigo del primo; por todo lo anterior o sencillamente porque el fin lo valía, me consta que fue imposible poner un cubierto más para la cena porque, físicamente, no había más platos en la cocina. Lo sé porque yo soy de los que nos tuvimos que quedar a cenar en casa. Y a pesar de eso, fui y pagué. No sólo eso: fui, pagué y pagué más de la cuenta, porque quise hacer una aportación a la Fundación.
Ahora explicaré por qué, pero antes no quiero dejar de recordar no sólo a nuestros socios, sino a todos aquéllos que padecen esa cuasi maldición bíblica en forma de enfermedad que es el ELA. Como ahora tendemos a llamar a las cosas por sus iniciales para hacerlas más asépticas, aclararé que ELA son las iniciales de Esclerosis Lateral Atrófica (o Amiotrófica, que no sé la diferencia ni la acepción correcta. Corríjame quien lo sepa). Una gracia que consiste en que todos los músculos de tu cuerpo se van degradando hasta prácticamente desaparecer. Y tú con ellos, como es lógico. Siento no poder dar una explicación más técnica -insisto, soy de Letras-, pero creo que así explicado es lo suficientemente aterrador como para que te den escalofríos, solamente de pensar en que tú o cualquiera de tu familia se tenga que meter en ese pellejo. Por eso creo que toda aportación que se pueda hacer, no ya en forma de dinero, también en forma de canciones o en cualquier otra forma, para esta Fundación debe ser bienvenida. No me corresponde a mí, como es lógico, agradecer nada a Los Granjeños en nombre de la Fundación, ni de los enfermos a los que ampara, ni de sus familias. Faltaría más, para eso están ellos. Pero sí agradecerles que nos recuerden que todavía hay gente que piensa en otra gente. Que, al paso que vamos, eso acabará siendo más raro que el ELA.
Por cierto, hace unos años pasé diez angustiosos días diagnosticado de “posibilidad de ELA”. No se lo deseo a nadie.
Gonzalo Rodríguez-Jurado


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