domingo, 30 de septiembre de 2012

Tiempos y costumbres

 

En el artículo que amablemente me han publicado Vicente Santamaría y José Luis Elviro en este último número de la revista del club, Info Club, concluyo diciendo que “Al final, un año más todo cambiará para que siga igual ¿Qué más queremos?” refiriéndome a lo que han sido y serán las costumbres de El Tiro. Curiosamente, el excelente artículo inmediatamente posterior, que por algún extraño motivo viene sin firmar -¡qué manía!- concluye diciendo “Va a ser verdad lo de que “todo tiene que cambiar para que las cosas sigan siendo como son…”” ¿Casualidad o causalidad? ¿Somos así porque queremos ser así o queremos ser así porque somos así? ¿Nos gusta cómo somos? Y en todo caso ¿por qué no cambiar?
Malo -e inútil- sería intentar cambiar por cambiar las costumbres casi centenarias del club, que tampoco lo son del club, aclarémoslo, sino de sus socios. Pero peor aún sería, en mi opinión, caer en la autocomplacencia, el autobombo y en mirarnos el ombligo con delectación. En el nacionalismo tirolés, por decirlo irónicamente. Nacionalismo en el mal sentido de la palabra… si es que la palabra tiene algún sentido bueno. Pero esa polémica, aunque inconclusa, ya la he tenido con Adolfo Esteban en este mismo blog. Buen fajador, pero ahora no toca.
De toda la vida los socios de El Tiro nos hemos quejado, por ejemplo, de los cotilleos del club. Por supuesto, hables con el socio que hables, siempre te dirá que ha sido víctima, pero nunca verdugo de semejante lacra. A todos nos han puesto verdes, pero por supuesto jamás ninguno hemos cotilleado de nadie. Faltaría más. “A mí no me importa lo que cada uno haga con su vida”. Ya. Como lo de las competiciones, sean las que sean. Ya puedes hablar con uno que venga de jugar al golf, al pádel, al mus o al remigio. Siempre te hablará de otro con el que ha jugado que “no es malo, pero se le calienta la boca”; o que “se cuenta de más”; o que “se quita golpes”; o que “te insulta cuando pierde”. Lo raro es oír hablar de alguien a quien “da gusto verle jugar”. Y por supuesto, como en el caso de los cotilleos, eso lo hacen los demás, nunca yo. Lo mismo podríamos decir en el caso de las copas. Las del bar, no las de los torneos. Fulanito es encantador “cuando no está con copas”. Lo malo es que eso lo suele decir alguien con una copa en la mano o, lo que es peor, con una “tajada” considerable. La parte buena es que, por razones obvias, desde hace tiempo se ha sustraído del contenido de los cotilleos el relativo a la “virtud” de hijas, novias, hermanas, mujeres y amantes. No sé si porque nunca es bueno tirar la primera piedra, porque hace tiempo que nos quedamos sin piedras o, sencillamente, porque eso ya no escandaliza a nadie. Espero y deseo que sea por lo último, pero cada uno es cada cual.
El consuelo, en mi opinión, de todo lo anterior, es que no tenemos la exclusiva de ninguna de estas costumbres. Cotillas, malos perdedores, mal educados y pesados hay en todas partes. Como hay guapos, ascetas, neuróticos, discretos, cultos, enteraos, músicos de cámara o maridos burlados. Cuánto menos en un club donde se junta mucha gente sin nada -o con poco- que hacer, aparte de pasar el rato. Como en cualquier club.
Gonzalo Rodríguez-Jurado


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