domingo, 30 de septiembre de 2012

La Tertulia

 

Si hablo de la plaza del Mercado Viejo de La Granja, muchos -la mayoría- se quedarán como estaban. Si además digo que es el lugar donde se encontraba La Tertulia, ya serán muchos más los que sepan de qué estoy hablando, y otros tantos los que se quedarán peor aún de lo que estaban. Y es que La Tertulia fue un bar-discoteca-discobar o lo que buenamente quiera que fuese, que en realidad lo fue todo, en el que pasamos infinitas tardes, noches y lo de en medio, a lo largo de su cortísima historia. Tan cortísima como que no sé si duró más de un año. Y eso que la idea no era mala, porque lo más parecido a una discoteca que había en el pueblo era El Chuletín, donde los marqueses no éramos bien recibidos; o El Búho donde se iba a cosa distinta que bailar o tomar una copa. Sin embargo lo de tener discoteca fuera de El Tiro, especialmente en aquél principio de los 80, era todo un lujo que ponía La Granja al nivel de Marbella, Ibiza o Mykonos. Eso, sin exagerar.
La idea y su ejecución fueron de Álvaro Chávarri, que no sé lo que luego sería de su vida, ni siquiera si aún sigue por La Granja. Si es así, que perdone mi ignorancia. El local, uno bastante grande -que ahora es una casa de pisos- con una sala principal, dando a la calle por tres ventanas y con una barra grande. La atendía José Luis, hermano de Justo, quien a su vez había tenido hasta entonces otra discoteca, ésta en la carretera, en un chalé frente a la urbanización El Parque que se llamaba Liberty. En el interior, otra sala también bastante grande al más puro estilo de los “reservaos” de las discotecas rurales, adaptada para las funciones de discoteca: cabina para el “pincha” en la que muchos aprendimos a poner discos, mesa de luces, pista de baile… y hasta bola giratoria con espejuelos, oiga. La verdad, es que aunque había dos o tres “pinchas” titulares, allí podía entrar casi cualquiera y poner la música que más le apeteciera. Y esto no es baladí, que si ahora la música discotequera -si es que a eso se le puede llamar música- es “la que es” y no hay otra, entonces había distintos estilos, cada uno con sus partidarios y sus detractores. Más aún, entonces en todas las discotecas, incluidas las de mayor prestigio y proyección, se ponía “lento”: por un rato no muy largo, se ponía música lenta, luz “negra” o morada y se bailaba agarrados frente a frente y a paso lento. Increíble ¿no? Pues no sabéis los buenos resultados que daba, jovencitos. Tan buenos que a veces resultaban trágicos. Y es que no menos de dos o tres matrimonios se vieron bastante comprometidos aquél verano. No diré que por culpa de La Tertulia, pero sí que en La Tertulia te podía confundir la noche y hacerte ver cosas increíbles.
Si a eso le añadimos la buena fe de José Luis, no sólo a la hora de cobrar sino también al dejarnos entrar en la barra a servirnos, no es de extrañar que de allí saliera mucha gente, muchos días, muy aturdida. Para lo bueno y para lo malo, que si muchas veces la cosa era divertida, otras se organizaban unas ensaladas de bofetadas que podían llegar a alcanzar la categoría de históricas. Especialmente -pero no solamente- cuando venía una cuadrilla de gente del pueblo. Que si normalmente venían a tomar una copa pacíficamente, nunca faltaba el tocapelotas que venía a poner en su sitio a los marqueses. Ni un marqués al que no hacía falta tocarle las palmas para que se arrancara por bulerías. Consecuencia: lo que iniciaban uno o dos, lo acababa la mayoría agarrando a otro por el cuello, con otro agarrándole por el cuello, rompiendo vasos o con el vaso roto. Nada grave, al fin. Ya dije en otro artículo que entonces las peleas eran entre hombres, a puñetazos y sin puñaladas traperas. Si al terminar habías cobrado, mala suerte. Si además también habías repartido, también mala suerte, pero por lo menos te habías desahogado. Lo dicho, la eterna historia. Nuestra historia.
Después de aquello, anduvimos varios años errantes por la provincia de Segovia en busca de una discoteca donde ir a dar con nuestros huesos cada noche. Unas mejores y otras peores, pero ninguna como aquélla.
Gonzalo Rodríguez-Jurado Saro

Escrito por tiroleses el 06/06/2012 12:21

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